Florence+The Machine Barcelona

Lo primero que a uno le chocó al saber de este concierto fue su ubicación. El Palau Sant Jordi me pareció un recinto demasiado grande para Florence + The machine. No me malinterpretéis. No es que les falte calidad pero sí repercusión. En este recinto suelen actuar artistas más consagrados. Aquí he visto a Prince, Depeche mode, Roger Waters, The Cure o U2 entre otros. Todo artistas consagrados. Lo de Florence + The Machine tiene mérito con una discografía todavía muy breve y bien se merecían llenar hasta la bandera un recinto de esta envergadura. Lamentablemente, no fue así. Unos enormes telones negros tapaban la parte trasera del recinto y  la grada superior. Poco le importó el maldito telón negro al grupo ni a sus fieles allí congregados.

Descalza y con un vaporoso vestido transparente, nuestra particular sacerdotisa Florence Welch salió a demostrar que su música es puro sentimiento. La comunión con sus feligreses fue total desde la génesis del concierto, pasando por las primeras filas recibiendo y entregando muestras de afecto en forma de besos y abrazos.  Arrancaron con  What the water gave me que sonó algo confusa (cosa habitual en los primeros temas) pero efectiva. La voz de Florence sorprende en directo por su potencia y su versatilidad. La histeria colectiva tardó poco en aparecer, se disparó con el segundo tema, Ship to wreck, y ya fue del todo imparable hasta el final de esta eucaristía del pop. La portentosa voz Florence nos condujo sin remedio al paraíso de su pop épico y barroco a partes iguales. Con sus bailes (mezcla de ballet y espasmos), sus alocadas carreras hacia ambos lados del escenario y sus comentarios nos mantuvo en trance durante la hora y media que duró su particular eucaristía.  No sólo sobrepasó vocalmente todas las expectativas sino que estuvo especialmente receptiva y comunicativa. Se le veía a gusto ante una audiencia masiva (a pesar de los telones). Recordó su primer concierto en la ciudad condal en Razzmatazz y hasta subió al escenario a una joven fan que portaba una pancarta dedicada a Björk (una de las componentes de la sección de viento). Por cierto, muy acertada su recomendación a la emocionada joven de que se guardara algo de amor para sí misma. Puede que sus comentarios de hippie trasnochada puedan parecer algo ingenuos en 2016 (todo ese rollo del amor y tal) pero se nota que Florence cree firmemente en lo que dice y vive lo que canta. Siempre es de agradecer encontrarse con artistas que derrochan tal pasión por lo que hacen.

La banda fue ganando con el paso del tiempo, sonando cada vez mejor. Cabe destacar el trabajo de las dos chicas del coro y la sección de viento formada también por tres chicas que también hacían las veces de coristas. Incluso el arpa dejó su particular impronta en el sonido del grupo. Fueron sonando temas como You’ve got the love o Rabbit heart (Raise it up). Especialmente íntimos sonaron Cosmic Love (ese harpa nos elevó al cielo) y Various storms & saints (pelos de punta). Los temas de su último álbum sonaron grandiosos gracias a la citada sección de viento, ahí estuvieron unos Delilah, Queen of peace y How big, how blue, how beautiful que nos pusieron los pelos de punta una vez más. La difícil Mother supo a gloria bendita en su épico tramo final.

Es entonces cuando caí en la cuenta que quizás algún elemento escénico más hubiera sido de agradecer para elevar aún más, si cabe, la experiencia casi vivida hasta el éxtasis. No sé. Una pasarela para adentrarse entre los feligreses, un confeti, unas proyecciones, un cambio de vestuario, unas pantallas más grandes. Sin embargo, la total entrega de Florence Welch suple con creces cualquier artificio. De todas maneras, esperemos que las próximas visitas tomen nota.

Tras una arrolladora Dogs days are over la banda abandonó el escenario en un amago de abandonar. Pero todo estaba calculado, era la parada necesaria para afrontar la recta final. Aún les quedaba fuelle para dos temas más:  What kind of manDrumming song en el que Florence invitó a su parroquia  quitarse prendas de ropa y agitarlas en señal de liberación. Y así, con prendas de ropa por los aires y todo el público saltando en éxtasis, acabó esta catarsis mística disfrazada de concierto.

Amén.

by: Luis Cifer

by: Luis Cifer

Luis Cifer, nació en la ciudad del cierzo. Se dice que siempre viste negro, que Luis no es su nombre real y que duerme en la calle. Otros dicen que tiene un trabajo, que no bebe alcohol e incluso que es padre de familia, pero no hay nada confirmado. También se le puede encontrar en su blog de cine.

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