Lo Moon han tardado en volver a publicar un disco, pero la espera ha merecido la pena, porque han creado un trabajo al que no le falta absolutamente nada. Un disco, como se suele decir, redondo. Un puñado de buenas canciones excelentemente presentadas. Unas melodías que son como un suave abrazo que ni te sujeta ni te suelta, solo te acompaña envolviéndote y dándote la libertad de irte; aunque tú, prefieres quedarte.
En cuanto empieza a sonar el álbum, uno se da cuenta de que lo que sigue va a ser igual de bueno, o mejor. Un disco que mantiene esa característica calidad de la banda durante sus diez cortes, también con esa voz dulce y original de su frontman, que seguro se te quedará grabada en la memoria en la primera escucha.
Parece ser que Lo Moon se han superado. Tenían el listón muy alto, con su anterior trabajo de nombre homónimo, pero se han crecido artísticamente y nos han dado la posibilidad de disfrutar una vez más. Sobre todo en estos tiempos inciertos en los que el arte, hace más falta que nunca.
¿Un disco del año? Para mí sí, indiscutiblemente. Además intuyo que habrá mucha más buena música por llegar. Cuando las cosas se hacen tan bien, hay que decirlo.
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