Cuando hablamos de heavy metal clásico es imposible no levantar la mirada y pensar en el Reino Unido. Posiblemente, no, seguramente, la NWOBHM es una de las historias más maravillosas que ha dado el rock duro. En plena pugna con el punk que campaba a sus anchas, le plantaba cara en pequeños clubs buscando ser el dueño de las calles. Un legado inmenso y espectacular de singles y discos que se apilan como sentimental tesoro de sus dueños, codiciados por buscadores de reliquias e incomprensiblemente en el olvido para muchos que consideraron que el heavy metal no tenía sitio en su corte de clase alta del rock and roll. Esa historia palpable al calor de las zonas industriales británicas eclipsa que también en Estados Unidos durante final de los setenta y primeros ochenta aparecieron un serie de bandas que conviertieron el heavy metal en algo apasionante antes de colocarse en boca de todos a partir de la mitad de la década. El sonido de guitarras del heavy metal norteamericano de principio de los ochenta siempre me ha parecido muy característico aunque finalmente manteniese un nexo de unión con el europeo. Una de las bandas que ha adquirido el status de mito – que tan bien suena pero que tan poco tangible es en la realidad – es Cirith Ungol. Su heavy metal primigenio de tintes épicos. Sus referencias al Señor de los Anillos mucho antes de que las hordas europeas decidiesen a final de los noventa convertir el heavy metal en un juego de Rol.
La suerte nunca estuvo de su parte. Su trozo de pastel se los repartieron otros. Posiblemente con razón, ya que puestos a ser objetivos, grabaron mejores discos que supieron además calar más y mejor entre la parroquia heavy – y estar en el momento y sitio adecuados, que eso a veces cuenta más de lo que parece -. Hasta principio de los noventa duró la aventura de Cirith Ungol, acostumbrados más a recibir buenas críticas en los medios que dividendos por las ventas de discos. Los nuevos vientos que soplaban en la industria discográfica en esos días, les terminó por hacer desistir. Curiosamente, fue la fijación y perseverancia de Jarvis Leatherby, que consiguió que la banda se reuniese para un festival en 2018. Y de aquellos barros estos lodos. Parece que a Cirith Ungol les volvió a picar el gusanillo. Sabedores de que ahora vivir de la música es casi una utopía y que el éxito se mide con unos baremos totalmente distintos, se plantan frente a nuestra cara con disco nuevo y haciendo lo mejor que saben hacer, puro y puto HEAVY METAL. Si, así, con mayúsculas.
29 años hemos tardado en disfrutar de este «Forever black». Y al menos yo lo estoy haciendo, olvidando muchas reservas y objeciones que podría ponerles, porque es cierto que a pesar de ser un disco potente, con buenas canciones y que realza el corazón de todos esos viejos heavys que a veces nos sentimos perdidos navegando en los mares de una música que amamos y de la que tenemos un concepto distinto – acertado o no, pero arraigado – de lo que debe ser el heavy metal y no solo respecto a cánones estrictamente musicales. Es verdad que a veces algunas de las canciones quedan a un nivel que supera el aprobado por los pelos, mientras en otras rememoras aquellos héroes que te miraban desde la pared. Cirith Ungol están de vuelta. No se por cuanto tiempo, lo que durará y hasta donde llegará. Yo disfruto el momento, que soy muy fan desde siempre de estos tipos, por si aún no lo habías notado. Esto es heavy metal y punto.
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