El auge de la cerveza artesana es un hecho que, casi, nadie a estas alturas puede negar. El problema es que con tantas referencias es imposible separar “el trigo, en este caso la cebada, de la paja”, llegando a probar brebajes que imagino que solo gustarán a sus responsables: Ipas intragables, pasadas de amargor, lagers que no aguantan quince días o precios desorbitados para su calidad al ser fábricas demasiado pequeñas.
Antes de comenzar la pandemia mundial del Covid-19 nos acercamos por la gaditana Chiclana de la Frontera para visitar las instalaciones de Blanca y Verde, “birra” muy popular en la zona y que tanto el ciudadano local como el foráneo verá en casi todos los bares de esta localidad y en pueblos adyacentes como San Fernando o Cádiz, en una campaña de expansión lenta pero sin pausa, ya que la marca es relativamente nueva, al no tener ni cinco años en el mercado.
Nos atiende uno de sus dueños, Ángel Expósito, al cual agradecemos su conocimiento, pasión y facilidades para esta reseña. Lo primero que nos sorprende es su fábrica, mucho más grande que la mayoría de microcerveceras, con una capacidad de “cocinado” de 30 hl., con todos los avances energéticos en gestión y purificación del agua, por lo que contribuyen a mejorar la huella ecológica, tema que en Blanca y Verde interesa, no trayendo el agua de lejanas zonas sino que es de la propia ciudad gaditana. Comprobamos los cuatro tanques donde se suelen crear el especial líquido, explicándonos paso a paso el proceso desde que se poseen los ingredientes, su fermentado, filtrado, el paso a los tanques y tiempos en ellos hasta su reposado y embotellado final. Además al poder crear muchos más litros que los demás, pueden ajustar el precio, por lo que se puede obtener casi por el mismo dinero que un tercio de industrial. Quien desee conocer más, recomendamos una visita que se puede solicitar en su página web.
Para su elaboración nos cuentan que utilizan la “ley de pureza alemana”, con probabilidad la primera regulación alimenticia ya que data de 1516, por la que se fijaban como únicos ingredientes el agua (que como explicamos antes viene del pantano y manantial cercano a Chiclana), la cebada malteada y el lúpulo. A ello se le añade la levadura, cosa que el rey bávaro no pudo incluir al ser descubierta por Louis Pasteur en el siglo XIX. Y no se adereza con ningún cereal más, como sucede con casi todas las industriales donde vemos en su composición arroces, maíces…junto a múltiples conservantes y colorantes (recordamos que en una llegamos a ver caramelo).
Con estos mimbres podemos entender que sus cuatro tipos beben del país germánico , como su producto más vendido, la “Levante” una lager, tipo Helles, de color pálido y algo más de cinco grados de alcohol. Fácil de trago y de idea inteligente, pues es perfecta para sofocar el calor, a pesar de que se nota el sabor y el olor de una artesana de calidad, pero que no embota como otras del mismo sector, por lo que se puede beber varias. Damos fé, pues la hemos probado en múltiples ocasiones, tanto en botella como en grifo. Su siguiente módelo es la “Poniente” (siguen los homenajes a los vientos de Cádiz), una Dunkel, de otros cinco grados, más oscura y donde se nota más el cereal. Estupenda en “boca” y “nariz” y que nos recuerda a muchas probadas por Baviera o la Bohemia checa. Una delicia con muchos seguidores. De hecho, visto el éxito decidieron crear la “Mestiza”, de similar graduación alcohólica. Una lager especial, con seis maltas, dos lúpulos, doble fermentación y maduración más relajada. Un color tostado precioso, un sabor que nos transporta a otros lugares, en la línea de las “export” pero con menos capacidad de emborrachar, al no tener los 7 grados o más de este tipo. La última es nuestra preferida, donde bajo el divertido nombre de “Ipa Cai”, nos presentan una India Pale Lager, de baja fermentación y lúpulos del Pacífico Noroeste, con su punto exacto de amargor para los que amamos las Indian Pale Ale, con bastante parecido a las mejores estadounidenses. Una gozada al paladar que hace que no nos quede más remedio que descubrirnos ante la capacidad de cervezas Blanca y Verde por crear productos de calidad, pensados para esa inmensa minoría que consume cerveza artesana, a un precio al alcance de cualquier bolsillo. Un lujo asequible que recomendamos.
Fotografías de Silvia Salado
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