Hay dos verdades incuestionables: que mañana va a salir el Sol y que siempre tiene que ir a hablar el que más tiene que callar. Sin ánimo de criticar a nadie ni de hacer sangre, pero es que, si no lo digo, reviento. Atasko, conocidos de un conocido, que si escúchatelos un poco, que si tal… y se me queda el culo pegado al asiento como las ventosas de un pulpo. Pues un tal Esteban, para más señas el guitarra, se me presenta con toda la humildad del mundo, con educación, me da las gracias veinticinco veces… No falla. Técnicos de luces, de sonido, monitores, gente de la organización, mánagers… de lo más trufadito que puedes encontrar en grandes escenarios por aquí y por allá, lo más humilde que veas. Músicos con discazos y con bandazas que se sonrojan cuando les dices: “pero tú eres un fuera de serie del copón”. Y por otro lado hay otros… en fin.
Pactos de fe. Lluvia, una guitarra que va ganando terreno… la versión oscura de algunos temas inmortales de Pink Floyd, usado repetidamente en grupos como Megadeth, Machine Head, Fear Factory… pero esto me suena más cercano, el S.H.A.K.T.A.L.E. de los incombustibles S.A., piedra angular de muchas bandas que vienen dando grasa. Han creado una base con una batería monolítica, con guitarras afila púas y una voz que parece sacada de bandas de rock, casi punk. Las guitarras pasan a cuatro acordes que ponen la tilde a las voces. Buena elección: si tienes una canción que da nombre al disco, la primera, y musicalmente es una buena muestra de lo que nos va a ofrecer esta banda.
Compañera sin voz. Cuando una banda así baja un poquito el pistón, la canción pasa de lanzallamas a lámpara de lava rellena de napalm. La batería toma un aire casi marcial, cuadriculado, y las cuerdas entran como engranajes de una transmisión, con un punteo por encima que es lo más parecido a llorar que pueden hacer seis cuerdas. Con la estrofa se queda el bajo “liberado” de las distorsiones, mostrando su fuerza. Crudo y potente, acompaña al milímetro las voces. Señorita Soledad, que le confundiste / con doña Libertad más de una vez creíste / compañera sin voz, dueña de todo lo que no / te atreviste. No suelo usar más de una cita por canción y no suelo usar la palabra “hit”, pero es que esto es un misil. La mejor canción del disco y momentazo absoluto, para mí, oro puro: Lo que no te hace más fuerte te termina por matar / la sombra que te cobija ya no te da para más / y has perdido el rumbo, y has perdido el tiempo / tanto tiempo perdiste en buscar tu último aliento… ¿Qué si me gusta? ¿Estás de coña? ¡Nací para esto!
Rodeados. Cambio de tercio absoluto. Con el espíritu del Radar love y las hechuras de los Koma en El pobre, Atasko sale como un caballo de carreras. Esta gente hace bueno ese refrán de “que toques rápido no quiere decir que toques bien”. Destripando la canción, la batería no es un trueno convulsivo, ni las guitarras son relámpagos, ni el bajo hace temblar el suelo, pero el conjunto transmite la sensación de velocidad.
La frontera. Allá por el 2000 Hansi Kürsch, el de Blind Guardian y Jon Schaffer, de Iced Earth, armaban Demons & Wizards, un proyecto alternativo para los lapsos en que sus bandas estaban desactivadas. En ese primer disco homónimo había un par de joyas escondidas, Fiddler on the Green era una de ellas y esta canción tiene ese rollo medio acústico. La voz, más rockera, más rasgada, parece no venir muy a cuento, pero es de esas veces que algo que parece que no va a funcionar encaja a la perfección. Las guitarras ganan octanaje, combinando una rítmica más grave con la otra, en una especie de punteo de refuerzo. Tras un puente donde parece que vamos a volver a las acústicas, estalla a plena capacidad. Doble bombo, guitarras afiladas y unos punteos metaleros. Una canción de contrastes.
La verdad. En esta nos vamos a un metal más clásico, más poderoso. El espíritu de los Manowar corriendo por los cielos como los cuatro jinetes del apocalipsis. Siendo un poco cabroncete, se podría usar en videojuegos de los noventa, de esos de la Neo Geo, o series del estilo a Bola de dragón. Las paridas se acaban con la letra, y se revela la fuerza que transmiten. La verdad son los gritos perdidos en la oscuridad / la verdad son las excusas para no mirar / no dejes que este sol te ciegue y que el camino empiece / no dejes que tus pies se peguen, no dejes nunca de caminar. Es un grito a la libertad digno del mismísimo William Wallace (el de verdad, no Gibson).
Un día más. La entrada es The call of Kthulu, de MetallicA. Es curioso, porque tienes una balada en plan Still loving you y no te esperas una voz medio rasgada. Ese contraste le da sin embargo mucho cuerpo a la canción. Una balada de metal, pero con un aire de blues inconsolable.
Sin memoria. De nuevo ese riff a dos guitarras, completando la una a la otra. Si en medio de la canción desenchufas una, daría la sensación de cojeo, como si a un coche le quitas una rueda: está casi completo pero no vale para nada. Esta conjunción de guitarras es el alma de Atasko. Suena como si Robe Iniesta de Extremoduro se hubiera juntado con los S.A. mientras versionaban el Pet Cemetery de los Ramones. Ya sé que la analogía tiene tela, pero escuchándola despacio, analizando cada elemento, sale. Yo también sé decir frases bonitas, y no me sale de los cojones…
Condenados. Todo el protagonismo lo llevan las guitarras (más unidas que en otras). Batería a todo trapo y el bajo que llega desde la sala de máquinas pateando traseros. De las canciones más combativas, sonido de locomotora. Tirando de orgullo de paisano, Tierra Santa, hasta la letra tiene ese poso épico. Una mención a la mitología clásica y tendríamos una Tierras de leyenda recalibrada. Sin piedad nos veis morir, sin piedad os castigaré / sin miedo a las consecuencias digo: no nos pararéis.
En mi ventana. Soy un firme abolicionista de los estilos. Es cierto que los uso, pero sólo como palabras, como meras orientaciones vagas. Se nos van a esa especie de botica llamada música americana. No sé si es rock añejo, country, blues… sí que tengo en mente a Otis Taylor, el mayor virtuoso que se ha visto con un banjo. De las canciones más breves y de las que más poso dejan.
Hormigas. Vuelven a demostrar que dominan las cuerdas, no es meter tralla por meter, y se ve asomar Simple man, de Lynyrd Skynyrd, entre las costuras del entretejido guitarril. Con el tempo de una balada pero con la fuerza de una canción punk y con ese poso de ganas de gritar que transmite la voz al llegar a sus registros más graves.
A ver, que todo en esta vida es muy subjetivo, y a lo mejor yo entiendo lo mismo de rock que de burras preñadas o de barcos a motor, pero los treinta y cinco minutitos largos que acabo de escuchar sólo tienen un nombre. ¡Discazo! A la segunda escucha me sé la mitad de las canciones. Y tiene cojones que le digas a Esteban: “pero esto es dinamita, chaval”, y se te sonroje. Discazo de estos Atasko, y no es el primero.
Para pedirles el disco firmado, o decirles lo buenos que son.
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