Ha tardado en llegar la crítica de House Of Cards ‘5’ pero ya está aquí como merece. Siempre lo he dicho y lo sigo reiterando, estamos ante una de las series definitivas de todos los tiempos, una auténtica toca-pelotas para con el gobierno yankee y sus círculos de poder oscuros y doble-moralistas, una serie que no se calla ni debajo del agua y que plantea unos hechos que muy poco (o más bien nada) se alejan de todo lo que ha acontecido, acontece y acontecerá en la Casa Blanca hasta que alguien desbanque al Imperio. El PODER por encima de todo, la AMBICIÓN como motivación única y la MANIPULACIÓN como herramienta obligatoria siempre ha sido su ‘modus operandi’…
Pero también es cierto que no es una serie perfecta en todos los sentidos, sí, la labor actoral y de guión es brutalmente impecable (dos pesos pesados como Kevin Spacey y Robin Wright así lo atestiguan), la psicología de personajes está muy trabajada y las tramas muy bien creadas y enlazadas pero, sinceramente, en esta quinta temporada es la primera vez que he sentido un poco de aburrimiento y repetición de esquemas que no me ocurría con las anteriores, a pesar de que las cabronadas del presidente de Yanquilandia, Francis Underwood, siguen estando a un buen nivel.
El Presidente se encuentra más cuestionado que nunca (al igual que estos días el mismísimo actor…), le empiezan a llover hostias por todas partes, su pasado se empieza a volver contra él con los medios de comunicación sacando ‘mierda’, sus enemigos se multiplican y sus alianzas se dividen y todo esto en medio de una campaña electoral para por fin ser presidente electo que se le vuelve en su contra ganándole cada vez más terreno su atractivo y emergente rival Will Conway (Joel Kinnaman) y su propia mujer, Claire Underwood.
Ataques cibernéticos provocados, atentados simulados, operaciones ilegalmente encubiertas, infidelidades por acuerdo, abusos, etc,… todo ello dentro de una Campaña que se me hace, por momentos, bostezante y en donde en mi opinión se fuerzan demasiado las cosas cayendo en el poco crédito de algunas secuencias. Personajes que desaparecen un tiempo que luego vuelven, los que estaban y que deben huir despavoridos y los que prometían estar hasta el final, ventilándoselos en dos momentos de crisis (Will Conway). Lo que sí que me gusta es el desarrollo en primer plano (y no tras su marido) de Claire Underwood, lo que hasta ahora había sido una sociedad de dos con un objetivo común ya no lo es tanto y ella empieza a asumir riesgos legales (…pero también ilegales) que hacen mucho más emocionante los últimos seis capítulos de una temporada que ha tenido un buen nivel aunque con ciertos altibajos iniciales.
Veremos qué pasará en la sexta temporada, Netflix ha despedido definitivamente a Spacey al haber sido acusado de una violación en los 80’s y de abusos con el personal de la serie y todo lo grabado se ha ido al garete. Menos mal que a Claire Underwood todavía le quedan algunos cartuchos de perfidia y ansia de DOMINACIÓN MUNDIAL estando, precisamente, en el despacho en el que se encuentra ahora mismo…
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