Uno de los relatos que más me sorprendieron del «Bestiario» de Julio Cortazar fue «Casa tomada» donde se narra la historia de una pareja (hermanos) que van perdiendo partes de su casa, donde han vivido siempre, hasta acabar expulsados por un intruso invisible que podría ser la propia morada. Narrado inicialmente de forma realista va introduciendo un ambiente fantástico y surrealista donde se distorsionan las leyes de la naturaleza.
No tengo ni idea si Aronofsky se ha basado en Cortazar para su nueva obra pero la primera impresión que uno tiene tras ver «Madre!» es la inspiración del cuento del argentino. Tanto en la forma como en el fondo, pues la cinta del estadounidense esta contada de la misma forma con una historia narrada de forma convencional donde se van colocando piezas surrealistas, cada vez más visibles hasta finalizar con una desquiciada última parte, muy potente en imágenes y que acaba funcionando… si uno tiene el espíritu preparado, pues no es un caramelo sencillo de tragar, pues durante buena parte de los dos primeros actos de los ciento veinte minutos de duración son con una Jennifer Lawrence recorriendo las estancias de la casa en silencio, como si a la inversa del cuento de Cortazar la casa no quisiera dejar salir, como sucedía en un clásico del surrealismo como es «El ángel exterminador» de Luis Buñuel donde una mansión para ricos burgueses los cercaba en una estancia sin que pudiesen salir. Ideas que funcionan bien, pues aparte de usar simbología de todo tipo, el componente religioso esta presente en las diferentes situaciones, como sucedía en Cortazar, en la película de Buñuel, donde tras salir para ir a misa en la Basílica del Pilar volvían a quedar atrapados o en otro referente claro como es «La semilla del diablo», donde el matrimonio formado por John Cassavettes y Mia Farrow apenas salían de los apartamentos donde se desarrollaba la satánica acción. Aronofsky utiliza una puesta en escena similar jugando con el terror de la cotidianidad, usando un «tempo» parecido al de las cintas de suspense y donde los invasores se van volviendo cada vez más desagradables ante una superada mujer sin nombre. De hecho, ningún personaje tiene nombre. Y en su enloquecido largometraje, Aronofsky demuestra un enorme dominio de la técnica y tener claro en que pilares quiere cimentar su edificio, que como he escrito un poco más arriba tendrá una legión de detractores, supongo que más que defensores, y dudo que no se convierta en un fracaso para los estándares de Hollywood, como sucedió con su anterior filme «Noe» que le ha tenido tres años sin rodar, tras una irrupción sorprendente con «Pi», donde dejaba muestras de su gusto por el surrealismo y de su enorme pesimismo con la humanidad que confirmaba con «Réquiem por un sueño» y «Cisne negro» (sus dos mejores obras) y en menor medida con «La fuente de la vida» o «El luchador» (tal vez la más comercial de su trayectoria).
Otro punto importante es la interpretación, con una pareja protagonista en estado de gracia, encabezados por Jennifer Lawrence, en su, hasta ahora, mejor actuación (muy superior a «El lado bueno de las cosas» y su Oscar), fabulosa recorriendo habitaciones sin saber que sucede y como sucedía en «Cara a cara» de Bergman donde parecía un documental del rostro de Liv Ullmann, Aronofsky saca lo mejor de los gestos de Lawrence en los primeros planos (que utiliza sin descanso). Le acompaña un Javier Bardem en un papel perfecto para él y que resuelve sin problemas; un hombre que quiere convertirse en un mesías y unos secundarios de lujo donde destacan un brillante Ed Harris y una Michelle Pfeifer, que ya iba siendo hora que alguien le diese un papel a su altura, tras haberlo sido todo como actriz en los ochenta y la primera mitad de los noventa y que empiezan siendo ellos dos los inoportunos visitantes, como en una película de M. Night Shyalaman, para dejar paso a una «turba», a una ingente multitud que parece que viene con buenas intenciones y acaban siendo peores que los muertos vivientes de George A. Romero o las «siete plagas».
No es una obra maestra y buena parte del público se sentirá estafada, insultada o engañada, sin ir más lejos unos cuantos espectadores abandonaron la sala antes del final y las caras al encender la luz del cine reflejaban estupefacción y desconcierto, pero si se profundiza algo más y se tiene la inquietud adecuada se puede descubrir el juego que ha propuesto Darren Aronofsky, angustioso, negativo y pesimista, filmado con talento, buen hacer y con el que se puede disfrutar. Eso sí, entiendo que en inglés solo haya una exclamación final y sea «Mother!», pero ¿por qué en español es «Madre!» y no «¡Madre!»?
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