Seguimos con nuestro ciclo de cine coreano. Esta vez dejamos de lado los thrillers para adentrarnos en la filmografía de uno de los directores coreanos más destacados: Kim Ki-duk.
Kim Ki-duk es uno de esos directores que provocan pasiones encontradas, o los amas o los odias. No hay término medio. El tipo tiene un lenguaje propio y muchas veces sus propuestas son tan extremas y arriesgadas que cuesta entrar en su universo. El cine de este autor está lleno de ideas taoístas y budistas que nos pueden parecer exóticas en estas latitudes. La obra de Kim Ki-duk emparenta también con buena parte del cine coreano y su curioso sentido de la redención: Las culpas deben expiarse (normalmente de forma dolorosa), no basta con arrepentirse. Kim Ki-duk nos habla del amargo camino hacia la felicidad a través de la búsqueda del conocimiento interior y el rechazo a toda posesión material. Primavera… es un film visualmente hermoso pero con un perturbador mensaje. Puede que el espectador occidental se cuestione muchas cosas tras ver esta película (o puede que le aburra soberanamente y no entienda nada de nada, hay gente para todo). Muchos no entenderán cómo se puede vivir en mitad de un lago, el sentido de las puertas o el significado de ciertas acciones de los personajes. Yo sólo os pido que le deis una oportunidad a esta pequeña joya en forma de película.
Kim Ki Duk nos propone una historia aparentemente simple pero llena de matices. La vida de un anciano maestro y un niño en una casa en mitad de un lago no parece muy apasionante a priori. El niño aprenderá las enseñanzas del sabio maestro, aprenderá a observar y a respetar, a ser paciente y a no dejarse llevar por las pasiones. Pero el niño se convertirá en un adolescente y ya nada será tan fácil. El aislamiento del mundo se verá interrumpido por la aparición de una bella joven que huye del mundanal ruido. La vida en armonía con la naturaleza y los bellos paisajes dejarán paso a los demonios que inevitablemente acechan a la condición humana. El deseo y el apego a las personas y /o lo material entrarán en claro conflicto con las enseñanzas del maestro. Como en todo el cine de Kim Ki-duk, el microuniverso que plasma en su película se puede interpretar como una metáfora de la vida. Los hechos narrados en el film son fácilmente extrapolables. Nada está puesto al azar, todo tiene un significado. Para llegar a maestro no basta con estudiar, hay que vivir y experimentar lo aprendido. Hay que conocerse a sí mismo. Para vivir en paz es necesario conocer el fracaso y la ira, completando así el ciclo vital. Las estaciones cambian, el tiempo pasa y el alumno se convertirá en maestro.
¿Pensamientos demasiado profundos para una película? No lo creo. Puede que el mensaje del film se atragante a algunos espectadores, pero creo que la mayoría entenderán fácilmente el mensaje del film.
La vida es un ciclo continuo, todo cambia y se transforma. No se pierdan esta gran película.
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