El pasado concierto de The Baboon Show en La Casa del Loco fue, más que una actuación, un despertador de conciencias adormecidas entre hipotecas (los más afortunados) y alquileres imposibles. No cabía un alma más: el público apelotonado, sudoroso, se agolpaba en el centro de la sala en busca de ese bálsamo temporal que siempre ha sido el rock. 

 Incendiaron la noche los valencianos Deaf Devils, un grupo ya imprescindible dentro del panorama nacional. No han inventado nada aunque su juventud y su descaro les hace muy disfrutables en directo. No faltaron el habitual cambio de vestuario de Lucyfer y acabaron tocando entre el público en un show que sólo puedo calificar como redondo. Es una gozada contemplar grupos así de jóvenes y con este sentido del espectáculo. Bravo por ellos una vez más. Calentaron el ambiente con cañonazos como The offer o Too much for me para luego ser invitados al escenario por The Baboon Show en un gesto que les coronó como sus sucesores patrios.

 Llegó el turno a The Baboon show, lo de los suecos no es tocar musica: es vivirla con pasión. Cecilia Boström saltó al escenario como si alguien hubiese decidido concentrar toda la electricidad de la sala en su cuerpo. Hay frontwomen que interpretan, y luego está Cecilia, que derrocha energía. Cada gesto suyo parecía explicar por qué el rock es un asunto de fe y sudor, no solo de música. Baila, se contonea, canta, se sube a la barra de la sala, arenga y grita como si realmente la revolución fuera posible y ser rebelde tuviera una finalidad.

El calor, por supuesto, era otro protagonista. Pero The Baboon Show funcionaron como un dispositivo inverso: cuanto más sofocante se volvía el ambiente, más apretaban, como si quisieran comprobar hasta qué punto podía resistir el público antes de fundirse. La banda avanza como una locomotora ideológica mientras Cecilia incendia los vagones con el combustible que le entrega el publico. Estuvieron tan macarras y políticos como de costumbre, hubo homenaje a Black Sabbath e incluso subieron al escenario a miembros de Deaf Devils.

Y, al final, nos queda esa certidumbre de haber asistido a una noche donde el rock volvió a significar algo. Algo pesado, ruidoso, sudoroso y completamente necesario. Algo que The Baboon Show, una vez más, convirtió en un recordatorio de que el mundo se nos va a la mierda, pero aún admite momentos de absoluta e irrefutable intensidad.

by: Luis Cifer

by: Luis Cifer

Luis Cifer, nació en la ciudad del cierzo. Se dice que siempre viste negro, que Luis no es su nombre real y que duerme en la calle. Otros dicen que tiene un trabajo, que no bebe alcohol e incluso que es padre de familia, pero no hay nada confirmado. También se le puede encontrar en su blog de cine.

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