Lo de «Transatlantic Cosmic Rock & Roll Band» que dicen los tipos queda chulo, es cierto, sugiere, aunque confunde, denomina imágenes que al menos yo no veo, y aunque ONE ELEVEN sea un hermoso e intimidante rascacielos de Chicago y a Maiato, a su guitarra de teletransportación fumeta, se le adjudiquen propiedades dimensionales cercanas a la abstracción en algunos textos de promoción que seguro se crecen demasiado entusiastas, a mí se me ocurre que el grupo de manera muy física, fluye vibrando a ras del suelo, respirando el sonido profundo de la tierra áspera. Maiato, su guitarra de teletransportación fumeta, querría ser Jerry García, eso seguro, lo intenta, ningún tipo de problema al respecto tío, aunque obviamente no lo consigue, su obsesión por la técnica y el espíritu del patriarca muerto toma protagonismo en la ceremonia desde que empieza el bolo hasta que acaba, sonando el final del acto a lo que THE BAND recreaba desde los campos dulces de la América rural, pero es gesta demasiado arriesgada, demasiado compleja, lo que el bueno de Maiato emprende, los dedos de García comunicaban lenguaje de emociones propias desde alguna Galaxia desconocida, eso solo sucede en muy contadas veces. Yo lo intento, de hecho creo que sí lo consigo, me refiero a cómo graduar las imágenes de reproducción y estilo que el grupo, Maiato y su guitarra disparan desde el escenario envueltos como un feto en una burbuja de muerte gratificante…tiendo por ello y desde las alas del Ángel de la Guarida jerezana, entre el escaso público que acude a la cita, un puente de conexión hacia el tiempo de las visiones ácidas, los días del amor, la hierba y el espíritu, en medida de lo posible me evado por mi mismo mientras oigo las canciones de ONE ELEVEN HEAVY, cruzando un Golden Gate psíquico que me permite desplazarme sobre las aguas de la vieja gran Bahía de San Francisco y sin que nadie lo sepa, la bahía que los hippies tiñeron de incienso eléctrico, flores, alucinaciones románticas, y presiento que ONE ELEVEN HEAVY, sus canciones de belleza turbia a la americana, ese sonido californiano de terruño, carreteras flotantes, de ascendencia beatnik, ingieren la pócima mágica de los cielos púrpuras, la de los druidas de Haight-Ashbury, aquel ponche lisérgico que la pluma elegante de Tom Wolfe derramó sobre las paginas de acción de la contracultura de los años 60…mucho hay de todo eso, creo, me da que Maiato, sus compadres de regresión vagabunda, su guitarra de teletransportación fumeta y por encima de cualquier otra posible observación, ingieren el alma, la esencia de toda esa historia de sueños estelares como un brebaje de santidad incierta que les permita levitar entre el público, encontrar a Dios, ¿no es así?

Santa Teresa me viene a la mente, cuando viajaba la monja a bordo de su extraña epilepsia, la mítica mística del éxtasis imposible que alcanzó las estrellas volando sobre hongos de centeno, esa poderosa autosugestión que la coronaba de espinas sagradas, de rezos, de oración sideral…aunque da igual, porque pueda ser que yo me lo invento, que me lo invento todo vamos, esto y todo lo que tenga que venir a continuación…sin embargo quedar, queda chulo también, no esa sí? Acaso no era el sentido de todo ello, aquel trip de búsqueda y ruptura contracultural, excusa para que la mente viajase lejos? A saber.

Y aunque el sonido del grupo esboza en todo momento sincronía, sintonías precisas pretendiendo todo o mucho de lo que GRATEFUL DEAD yo entiendo generaron como entidad musical dotada de raíces y ascensiones celestes para sus discos de estudio, los términos ambiguos para definir lo que suena y resuena cuando Maiato canta y toca su guitarra fumeta mientras el grupo le acompaña haciendo sólida la química etérea que por lo general las canciones persiguen y que la crítica pretende adjudicarles como carácter de firma de una manera tan despreocupada, olvidando cómo fueron en realidad las interacciones expansivas de los de García en toda su absoluta implicación de libre expresión musical, me mosquean, esas denominaciones para etiquetar al grupo y presentarlo como entidad de nueva generación underground me asombran…no sé tío…eso de «indie-jam»…qué cojones se supone debe significar, representar ese ridículo término… «indie-jam»…me estoy perdiendo algo quizás…???

Será que yo, que por defecto no me entero de nada, y que a veces consigo querer entender algo por si al sonar la flauta ingenuo de mí, llego a tener la seguridad, la certeza, de que no podré saber nada jamás, quedándome tan campante como una bestia sedada que pasta en el vacío mientras la vida pasa a mí alrededor creciendo en confusión, soberana indulgencia… debe ser eso, o que yo me lo vuelvo a inventar, lo cual está bien otra vez, creo…en cualquier caso, Maiato, García, los hippies, el Cosmos, la hierba, mi menda, tú mismo, toda la incredulidad que nunca podrá ser definida en estos casos de libre intención descriptiva, para nada servimos si se tiene en cuenta que la música, el arte, reflejan o debieran reflejar, de ser verdad la máxima del milagro que la vida oculta como misterio de amor y crecimiento, todo lo que al hombre le hace humano más allá del mundo.

Así que mientras el grupo descarga su repertorio cósmico-transatlántico, suavemente, sin sobresaltos, dueño de su propia destreza para imitar lo inimitable, enfoco mi retina psicodélica con atención para intentar percibir lo que se resuelve desde el escenario sin esperar sorpresas, y aunque solo en momentos muy concretos del cancionero mi ojo de mente y delirio psíquico se activa, se enciende, para recordarme remotamente de nuevo que el mundo es materia y que a veces resulta posible trascenderla sin ayuda de hongos, ni hierba cósmica, ni energía flipante de los cojones…es cierto que lo probable de las notas que el pianista sugiere en sus acordes y destellos brillantes, arreglos de armonía del espacio que como espejismos de cristal se filtran a través del tiempo para cruzar las puertas de la percepción que Ray Manzarek propulsó con fuerza maestra para que Jim Morrison cabalgara antaño como un bardo ebrio de absenta a bordo de su extraña tormenta, todo eso que suena por detrás con fluidez mientras la guitarra de Maiato invoca sin pausa ni descanso al fantasma de Jerry García sin conseguir resucitarlo digo, de algún modo dimensiona la sensación de que ONE ELEVEN HEAVY puedan ser en determinados momentos un grupo de expansión psicodelica… aunque yo, o no yo, sino mi retina psicodélica libre de hongos y hierba cósmica de los huevos, no lo cree.

Pero aún así lo disfruto, porque no tiene por qué ser de otra forma, y si lo fuese, que no digo que no, lo mismo da…todo es producto de la imaginación, si es que quieres, que a mí lo mismo me da, una flipada de antiguo rollo, como esto que lees…o quizás no, quien puede saberlo, ¿a quién le importa?

Música, música de implicación y sentimiento, ácida, o no, simplemente…pero a ver..no me jodas, venga tío…¿»indie-jam» ??? ¿qué puñetas es eso???

Si García levantara la cabeza…se descojonaba claro. De todas formas, si se disfruta la movida californiana y el Rock de vena inflada por el cielo, ONE ELEVEN HEAVY te hacen pasar un agradable rato de comunión con la Muerte. No te los pierdas!

by: Lyd Heavyman

by: Lyd Heavyman

Adicto al Rock, las guitarras, los cómics Marvel de los 70, el cine mudo alemán, los libros que no puede entender y la tortilla de patatas de la venta Quemada.

1 Comentario

  1. Antonia Barba Álvarez

    Eres único José Carlos.
    Sabes transmitir perfectamente lo que vimos y oímos en la Guarida.

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