Como cualquier otro día, el despertador truena a las cinco de la mañana aunque ya llevo un rato dando vueltas inquieto sobre el colchón. Oigo llover a través de las persianas cerradas a la vez que tiento el suelo con los pies…-me levanto de la cama, me he levantado sin ganas, esta noche es que no he dormido bien-, pies que desde que atravesé la frontera de los cincuenta, en invierno los tengo siempre helados, no sé si eso era a lo que se referían con crecer, con madurar, a lo que se referían cuando me decían ¿qué quieres ser de mayor?. Mientras tanto, combato escalofríos y bostezos agarrado a una taza de café que desprende un reconfortante calor que se evapora rápido y devuelve a mis manos una sensación que no termina de concretarse.
Mientras cálculo cuantos segundos puedo retrasar la salida a una calle que aún duerme silenciosa, –a ver si me entero, si es hora de alzar el vuelo, ahora solo espero que corra y corra el tiempo-, miro el movil como el más común de los mortales, adicto empedernido al opio del pueblo sea cual sea en el instante en cuestión, y me da un respingo el corazón, porque aún es vespertino para la razón, cuando leo un tweet en el que alguien anuncia que Robe Iniesta ya no está entre nosotros, aunque no por ello deje de ser uno de los nuestros. Y refriego mis ojos no sea que el mar busque salida aunque esta sea superflua –hoy lloré, se me habrá metido un poco de arena, eso no es para mí- que el lagrimal no es lugar profano cuando las procesiones van por dentro.
Me visto despacio sin poder quitarmelo de la cabeza, renuncio a la nostalgia porque nunca me acuerdo donde aparqué el pasado y soy de dejar las cosas en cualquier sitio. Ahora no me da tiempo a rebuscar en las estanterías y utilizar tus coplas como despertador para el mundo, ya que alguien nos coló aquello de pagar las facturas en el manual del ciudadano ejemplar, asi que tiro de memoria y de canto silencioso para reproducir en mi cabeza un popurrí de canciones tuyas, Robe que estés en los cielos de tu Monfrague, que resulta que asaltan mi cabeza con frecuencia como respuestas a preguntas que nadie me hace –me encuentro con mi hada, que está loca también- pero yo me empeño en responder.
Y como apostol de resaca, para convencerme de la realidad necesito meter el dedo en la llaga diciendo a la gente, ¡oye, que el Robe se ha muerto!. Que sí, ya sabemos como viviste, a tu manera, y que nunca pretendiste ser ejemplo para nadie más alla de tus versos y los acordes que le daban vida, pero ahora el mundo se llenará de plañideras que mañana haran cola en el próximo velatorio donde haya fotocol o como coño se diga. Bueno, no sigo, que no me gustan las despedidas y por eso no pretendo que esto se le parezca, ni tampoco escribir un sentido pesame relatando tus hazañas y miserias, que a mi me educaron en un colegio de curas y por eso en cuanto tuve uso de razón busque mis dioses en los cajones de las tiendas de discos y a las virgenes en cintas de cassette. Y es que no pensaba yo hoy tener que dejar de lado la vereda de la puerta de atrás, por donde te vi marchar




















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