Rosario, dinamitera / sobre tu mano bonita / celaba la dinamita / sus atributos de fiera. // Nadie al mirarla creyera / que había en su corazón / una desesperación, / de cristales, de metralla / ansiosa de una batalla, / sedienta de una explosión. Estos son versos de Miguel Hernández referidos a Rosario Sánchez Mora, una miliciana republicana que representa lo que eran las mujeres en la República, combatiendo, armadas como camaradas, y lo que fueron después, pidiendo permiso al padre o al marido hasta para bajar a por el pan. Pariendo a troche y moche y bien calladas. Lo mejor que tiene meter kilómetros y presentar mi libro por ahí es la gente que conoces, y en Miranda de Ebro, un bastión de resistencia que tenemos al ladito de Logroño, pude conocer a estos compañeros, y ya de paso, ponerle nombre y cara a un episodio de la historia que me sonaba vagamente. Detrás de unos dientes apretados o de un resoplido por la nariz, estamos agazapados, no vencidos. Un, dos, tres… ¡Mirandés!
30 años sin ver el sol. A toda mierda la batería y la guitarra. Discos viajeros en el tiempo, herederos del Hotel Mumbar, de los Kortatu. El bajo se revela en sala de máquinas potente, completamente mimetizado con la distorsión… pero estoy pensando en la letra. Hay un documental hecho con animación, en el sentido de viñetas de cómic con apenas movimiento y narrado por el difunto Juan Diego, que habla de lo mismo. 30 años en una condena cruelmente autoimpuesta, esperando en vano la intervención que derrocara a Franco, como había pasado en el resto del eje. Los girasoles ciegos, La trinchera infinita… son buenos ejemplos literarios y audiovisuales de la experiencia.
Aquí te espero. Ese bajo hay que aprovecharlo, es la esencia del punk, sobre todo al empezar, para darle espacio a las voces. Con el espíritu de Buenos momentos, de S.A., pero lanzando un mensaje de vivir el momento. Cuando juntas una cultura como antónimo de natura, un capitalismo a punto de colapsar bajo sus propias contradicciones y un sentimiento individualista metido a martillazos durante, al menos, los últimos treinta años, tienes vidas alienadas, que se van en los pocos ratos libres entre dormir y trabajar y entrelazados entre planes. Todos estamos en la misma cloaca / pero algunos miramos las estrellas. Como Tales de Mileto, que nadie entendió que su mente era libre mientras pensaba en las estrellas.

Dulce veneno. Himno de resistencia. Cuando uno decide empujar hacia el siglo XXII en lugar de volver al blanco y negro, se expone a una maratón, a una guerra de desgaste, y puede encontrarse con la tentación de aflojar, de desertar. Pero, estos tíos con los guitarrazos, con el Orgullo, rabia y amistad, y yo, con mis cuadernitos y la página en blanco en el ordenador, al final acabamos regresando al mismo punto, como la rosa de los vientos en el pecho de un bucanero.
Hoy como ayer. Un bajo frenético, la batería trotona y una guitarra punzante al servicio de un grito al no me arrepiento más que de las cosas que dejé sin hacer. Un brindis al sol por lo vivido. Es curioso ese espíritu punk de vivir el momento, pero con el aire crepuscular de un western. Será que estoy cumpliendo años y me pongo chocho, pero estas letras me llegan más que cuando tenía los veinte recién cumplidos.
La purga. Me voy a tirar un triple. Salvando barreras estilísticas, que hay como tres continentes de distancia, hay un bajo casi todopoderoso, como los Dover en Sea Witch. A ver, que sí, que mezclar punkis como Eskorbuto con Cristina Llanos tiene 3 huevos, pero centrémonos en la instrumental. En cuanto a la letra, pues una especie de La historia se repite, los lobos en tiempos de la Grecia mitológica, las brujas… y un guiño a los chavales de Altsasu, a las 6 de Zaragoza, al no-caso de los de Logroño…

Monos como Becky. Dicen que para hacer una canción hacen falta unos pocos acordes y la verdad. Esta empieza a toda tralla, con un punteo más filoso, y el bajo perenne en el adn de la banda, sacamos una historia probada empíricamente. Tienes unos monos en una sala, y pones unas bananas. Al primero que trata de alcanzarlas, le das un manguerazo. Cambias a un mono por otro, que también va a por las bananas. Ya no hace falta el agua: los propios monos le reprenden. Cuando has cambiado a todos los monos y ninguno de los que están en la sala han visto el agua, ninguno va a ir por las bananas. Podemos, desgraciadamente, sacar una lección importante.
Se lo debemos. Esta canción enlaza con la portada. Con Rosario, la dinamitera, y un niño mirándose en el espejo de las que dejaron el forro, o la salud, o la mente, por intentar sacar a las mujeres de la cocina, a los currelas de la miseria. Se siente cierto consuelo cuando ves gente hace 80 o 90 años predicando ideas que podrían haber salido de tu mismo cerebro.

Un ramo de cortesía. Empieza diciendo verdades. Enséñale a un tonto la Luna, y mirará el dedo. Enséñale una huelga, y sólo verá un contenedor ardiendo, no las reivindicaciones. Cuántas veces se ha hablado bien de los chalecos amarillos franceses, pero se echa pestes de, por ejemplo, los del metal en Cádiz, o los mineros astures, cuando se ponen en huelga. Sólo hay dos cosas infinitas, decía Einstein: el universo, y la estupidez humana, y no estoy seguro de la primera.
Venien cansats. A lo mejor es la proximidad idiomática, pero estoy acordándome de Una ciutat morta, con la que los KOP reventaron Ochánduri hace unos años. Bien pensada la batería, alternando los ratos de tralla con un medio tempo que da espacio a las letras. No engaño a nadie: entiendo poco de la letra. Manda cojones que chapurreo algo de alemán, porque lo he podido estudiar en Logroño, pero ni catalán, ni euskera, ni gallego. Esto es para hacérselo uno mirar.

Para los que siguen creyendo en un futuro mejor, o escupiendo a las miserias del sistema, enlaces de la banda:
Spotify https://open.spotify.com/track/6rCbWTKIvZoOptLB7jjvAJ?si=yHQtg5JbQyue17vy6CJPrw




















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