Los australianos Seedy Jeezus destronan cualquier atisbo de duda que alguien aún pudiese albergar sobre ellos con este tercer disco, un monumental trabajo en el que el trío austral, formado por Lex Waterreus, Paul Crick y Mark Sibson, guitarra/voz, bajo y batería respectivamente, a los que une fuerza para este “Damned to the depths” Tony Reed (Moss Generator, Pentagram), que además de su papel como productor ahora une su guitarra a la construcción del sonido de la banda, un sonido en el que de firma magistral se dan cita el hard rock setentero precursor del movimiento desértico, el blues rock de hechuras psicodélicas y el rock progresivo, una amalgama en la que podemos adivinar ventiscas que nos acercan a Black Sabbath, Hawkind y Pink Floyd e incluso a los The Doors más lisérgicos.
“Damned to the depths” es una desértica opera rock de sonido cósmico, capaz de flotar en cortientes oníricas o arrastrarse por asperas laderas arenosas, de sacar músculo a través de la liturgia del riff primigenio que crea atmósferas rudas, transmutar por el efecto del peyote del rock californiano de los sesenta . Seedy Jeezus no ponen límites ni fronteras a su sonido más allá de las que puedan marcar sus mentes preclaras. Canciones como “The hollow earth”, flauta incluida para incidir en esa impronta progresiva se torna majestuosa, una declaración de intenciones que extiende sus alas tejiendo con paciencia y precisión los pasos determinados para construir ese tipo de canciones determinantes. Las atmósferas que envuelven el disco son muy importantes, diferenciadoras.
Abre el disco “Is there all that is”, efecto preciosista, atmósfera contenida que estalla con la omnipresencia del riff conjugado con el ritmo de batería y ese reflejo de prog rock setentero al entrar la voz que camina erguido en los dominios conquistados por Pink Floyd. A continuación nos encontramos con un árido blues rock correoso, abrupto, infeccioso como es “Golden Miles” cuya guitarra suena como un Eric Clapton hasta arriba de anfetaminas e híper vitaminado, abrimos heridas lacerantes con el pausado ritmo doloroso de “Acid in the blood”, como una plegaria desesperada que arriba en la monumental y ya antes nombrada “The Hollow earth”. Las siete partes en las que Seedy Jeezus enmarcan su opus, “Mourning sea” nos sumerge en una experiencia inmersiva a través del sonido, una larga travesía -19 minutos- de épica, belleza, escapismo, un luminoso tunel de acordes que une ficción y realidad transitando por los parajes -de nuevo- de unos Pink Floyd alejados de anhelos comerciales y ebrios de desarrollos psicotrópicos y epopéyicos. “Damned to de depths” es un grandísimo disco, un trueno distante de arena, fuerza y psicodelia.




















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