Exprimir una idea como elemento diferenciador, manosearla hasta que solo importe lo que quede en la superficie para terminar adoptando su valor intrínseco como carta de presentación de algo ajeno que ocupe su lugar en pos de la docilidad, de dar la intención de crear daños sin que estos sean en ningún momento efectivos. Raspar para utlizar sin pudor las virutas como si de un maná se tratase. Vender el reflejo frente al espejo como porción de realidad cuando posiblemente no sea necesario, alberga en mí la duda si las intenciones no van más allá de acaparar todas y cada una de las porciones del pastel. Han conseguido que el termino indie me produzca resquemor, cierto rechazo preconcebido pero no que trate de pederme en sus laberintos oníricos cuando intuyo que el resultado final puede escapar de la nebulosa que han construido alrededor.
Es el caso de Cults, del dúo conformado por Madeline Follin y Brian Oblivion. “To the ghosts” abandonó las brumas el pasado año pero aprovechando que en septiembre de este se editaba esta “Deluxe Edition”, me sirve como excusa para traer a la revista un disco de pop intimista revestido de inocencia que a veces transmite esa insana intranquilidad de la excesiva dulzura. Cults afincan su sonido en el indie pop de melodías reforzadas, de recuerdos de eras pasadas donde la interpretación vocal copaba grandes dosis protagonistas como la excelsa “Knots” que me traslada en un personal viaje imaginario al universo de la Motown y Phil Spector pasado por el tamiz de la aparente y premeditada ingenuidad del Apple Pie de la América rural, el meloso pop de “Open water” con ese bajo que dibuja melodías en primer plano , la electrónica de “Behave” o la orgánicamente y dulce “Honey” donde la voz de Madeline adopta ecos Beatles y de todo lo que ello significó más tarde en los noventa de Manchester.
Diecisiete canciones y casi una hora de música aliada con la melancolía de un otoño que se empeña últimamente casi en pasar desapercibido ocultando las hojas caídas tras los rayos de un sol que se niega a calentar con menos intensidad. “To the ghosts” es un reducto intimista, etéreo, pleno de pasajes de calma que señalan nubes donde entrechocan dosis de calculada candidez para revestir las canciones de un tono que destierra cualquier atmósfera opresiva aunque a veces, y tal vez sea resultado de la sensación única e intransferible que el arte provoca en las reacciones personales, me sugiere estar en el guión de alguna serie en la que detrás de una casi artificial bondad se esconde una inquietante realidad. Un disco ideal para el recogimiento junto a una humeante taza de café añorando las mañanas de invierno junto a la ventana.





















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