La primera película de la canadiense con ascendencia coreana Celine Song fue un inesperado éxito con “Vidas pasadas”, un drama romántico interesante pero algo sobrevalorado, ya que adolecía de cierta lentitud en su puesta en escena y ritmo narrativo.

Ahora con “Materialistas” incide en la misma temática y en los mismos errores que en su “opera prima” pues de nuevo tenemos un imposible triángulo amoroso donde una joven debe decidir si encontrar el amor entre un maduro galán millonario o un antiguo amor, aspirante a actor y que sobrevive con trabajos esporádicos. Un argumento que no aporta nada nuevo a lo visto una y mil veces en pantalla.
Bien contado pero filmado de forma demasiada reposada, por lo que es sencillo distanciarse con lo que estamos viendo mostrado. Lo mismo sucede con la ambientación, pues en una ciudad como Nueva York se intenta diferenciar el Manhattan donde viven los ricos con los barrios tipo Queens o Brooklyn de pisos compartidos y menor poder adquisitivo. Un ejemplo que queda a medias pues a pesar de ejemplificar ese cambio de clase no termina uno de creérselo del todo.
Quizás se deba a un problema de química entre el trío protagonista, sobre todo entre Pedro Pascal y Dakota Johnson donde se nota la diferencia de edad. Algo mejor se puede observar entre la hija de Don Johnson y Melanie Griffith con Chris Evans aunque sea complicado creer que el actor del “Capitán América” pueda ser un perdedor que mal vive de camarero mientras espera su oportunidad en la interpretación teatral.
Y ese es otro de los problemas de “Materialistas” pues la sensación de irrealidad se apodera de su hora y tres cuartos de metraje. Una “novela rosa” donde una joven debe decidir entre dos estupendos hombres enamorados de ella y sin posibilidad de elección pues es ella la que elige y la que tiene la última palabra. Un argumento propio de estos tiempos que tampoco se diferencia en exceso con el de, por ejemplo, la saga “Crepúsculo” donde, en ese caso, la chica debía decidir entre un “vampiro atormentado” o un “lobo hormonado”. Aquí es entre un rico y un pobre aunque ambos válidos y con más virtudes que defectos.
Al final este cuento neoyorquino se revela como un largometraje mediocre, no mal realizado, con el sello independiente de A 24, entretenido a ratos y de ritmo lento aunque con algunos diálogos y secuencias brillantes que demuestran que Celine Song no es mala realizadora aunque sus dos trabajos posean los mismos defectos. Confiemos que si sigue por esta línea en el futuro, su cine pueda tener más enjuncia dentro del proceloso mundo del drama romántico.




















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