Si existe un creador del “body horror” ese es David Cronenberg, realizador que con su idea de la “nueva carne” donde procesos mentales acaban creando cambios en el cuerpo ha conseguido una filmografía interesante desde los setenta con “Vinieron de dentro de…”, “Rabia” o “Cromosoma 3” y en los ochenta y noventa del siglo pasado con “Scanners”, “La zona muerta”, “La mosca”, “Videodrome”, “Crash”, “Existenz” o “Spider” que dejó en este siglo XXI, un nuevo Cronenberg más interesado en otras temáticas con éxitos como “Una historia de violencia” o “Promesas del Este”.

Un cine menos incómodo y más sencillo de visionar, si bien es verdad que en esta última etapa de su trayectoria como director, vuelve a sus orígenes con cintas de género y donde se une la tecnología para unir placer y dolor, sexo y mutilizaciones. Sucedía en su anterior «Crímenes del futuro» como ocurre en su última propuesta “Los sudarios” que narra una alambicada historia sobre un imposible creador de cementerios multimedia donde las lápidas ven pudrirse al ser amado en directo que acaba en una trama de espionaje industrial y vorágine sexual como forma de superar el duelo. Todo con el recuerdo de su esposa fallecida que se le aparece mutilada, por diversas técnicas experimentales para superar la metástasis de su cáncer.
Un argumento interesante, desagradable y no sencillo de ver (incluso en sus escenas de sexo) pero a diferencia de sus mejores películas algo confuso en su narración, si bien es cierto que extrañamente hipnótico (una cualidad que también poseía David Lynch). En lo que Cronenberg sigue siendo un maestro es en la dirección pues toda su puesta en escena en brutal, con un uso de colores fríos (gran fotografía de Douglas Koch) que acrecienta esa sensación de vacío y soledad, con la cámara siempre filmando desde el punto de vista acertado, cimentado en los apuntes de la banda sonora de su habitual Howard Shore. Ahí, en la realización, es donde brilla más Cronenberg.
El reparto es adecuado, con un protagonista de entidad como es el francés Vincent Cassel que defiende un personaje complicado de interpretar pues en su delirio es fácil acabar en el ridículo por recurrir al histrionismo en exceso. Cassel sale indemne del envite, acompañado por la alemana Diane Kruger en un doble papel. Una actriz que no consiguió el estatus de superestrella que se esperaba en sus inicios como “sex symbol” en “La búsqueda”. Algo similar a lo que sucedió con el australiano Guy Pearce quien no confirmó las expectativas generadas en “Memento” o “L.A. Confidential”. Todos bajo la batuta del mejor director canadiense de la historia: El maestro David Cronenberg quien no firmando su mejor obra, sí ofrece destellos de su calidad y personal universo.




















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