Es innegable. Oasis lo ha petado en su regreso a los escenarios en este 2025. Han vendido 1,4 millones de entradas y generado más de 1.000 millones de libras en gasto de fans. Y la cosa no va a parar aquí, ya hay rumores de fechas para el 2026. Hay que reconocerlo: la nostalgia es el único placebo que se cobra a precio de droga dura. Los grupos lo saben. Por eso vuelven. En los noventa, Oasis vivía en la incomodidad creativa: Noel escribía canciones como quien se cree reencarnación de Lennon y McCartney a la vez, y Liam las destrozaba en directo con el entusiasmo de un hooligan en la hora feliz. Ahora, se reúnen como quien se apunta a un crucero del Imserso: todo bien pactado, cero riesgo. El inmutable setlist es un álbum de fotos: todo conocido, todo predecible, casi todos los temas de sus dos primeros discos (los buenos) como si su posterior carrera nunca hubiera sucedido. Como si su popularidad y la calidad de sus discos no hubiera caído en picado con el paso de los años. Toca recordar sólo lo bueno, es lo que tiene la nostalgia: que nos hace recordar lo bueno y, lo que es peor, intentar revivirlo.

Cuando estaban en activo, Oasis vivían a base de riesgo: disputas internas, grabaciones tormentosas, decisiones artísticas que podían salir genial o hundirlos. Ahora, lo único que se arriesga es el menisco. El público, en lugar de pedirles algo nuevo, exige que repitan nota por nota lo que escucharon hace treinta años. Alguno dirá: “No suenan igual que en el 94”. Claro que no, campeón. En el 94 tú tampoco sonabas igual: ahora llevas gafas progresivas, te duelen las lumbares y roncas.
En su momento, Oasis tocaban para un público que aún tenía pelo, cintura y esperanza. Hoy tocan para un ejército de cuarentones/cincuentones que compran entradas como si fueran cápsulas de resurrección: por un par de horas, vuelves a tener veinte años y te crees inmortal como cuando sonaba “Supersonic” en aquel garito mal ventilado de tu ciudad (y que ahora es una ortopedia que visitas más de lo que te gustaría). Uno va a un concierto de la gira de reunión de Oasis, se deja 200 euros en una entrada que en 1997 no habría pagado ni por ver a The Beatles con Lennon resucitado, arrastra a su mujer y sus hijos (otros 200 euros por persona) y sale convencido de haber asistido a algo “histórico”. Histórico, sí, pero como lo de comerte un Tigretón: el sabor es el mismo, pero ahora te sienta fatal. De hecho, la prensa británica (tan aficionada a ensalzar nuevos grupos y poner etiquetas) ya ha bautizado esta gira como la del «Britpop Dad Summer», haciendo referencia a mix generacional.

Me asalta una duda ¿Por qué Oasis renacidos venden más entradas que cuando estaban vivos? Se rumorean fechas para el 2026 en el Estadi Olimpic Lluis Companys de Barcelona y el estadio Metropolitano en Madrid, recintos que Oasis nunca habrían soñado llenar en su puñetera vida ni hasta la cejas de MDNA. Estos renacidos Oasis son más grandes que en su momento por una mezcla de nostalgia y la evolución del mercado musical que se han combinado de forma casi perfecta para mitificarles. Primeramente, Oasis han sido siempre sinónimo de nostalgia. Sus discos siempre tuvieron un evidente sonido retro. Su obsesión por The Beatles, les ha traicionado más de una vez haciéndoles caer en el homenaje más sonrojante. No olvidemos que otra característica que define a los Gallagher ha sido su soberbia. Además, la generación que tenía 15–25 años en la época de Definitely Maybe y (What’s the Story) Morning Glory? ahora está en los 40–50, con poder adquisitivo para pagar entradas de conciertos para toda la familia, vinilos y reediciones de lujo. En los 90, muchos fans eran adolescentes. Ahora son adultos con trabajo, hijos y nostalgia de cuando no tenían ni lo uno ni lo otro. No olvidemos que la música que marcó tu juventud, cuando la revisitas en la madurez, suele sonar “más grande” de lo que realmente fue.
Mientras estaban activos (1991–2009) Oasis fueron muy populares aunque estaban sometidos al desgaste diario de la prensa, las críticas a discos cada vez más flojos, los escándalos, las peleas y la competencia de otras bandas (a mí Suede, Manic Street Preachers o Pulp me parecieron siempre más interesantes). Al separarse, su historia quedó cerrada y encapsulada: dos hermanos carismáticos, peleados para siempre, con un pico creativo temprano y un puñado de himnos. Al no haber nuevo material que “estropee” el recuerdo, su imagen quedó congelada en sus mejores años (1994–1995).
El mundo musical ha cambiado. En su día, si querías escuchar Oasis, comprabas un CD o ponías la radio. Hoy, Spotify y YouTube meten Wonderwall, Don’t Look Back in Anger o Champagne Supernova en playlists de “rock clásico” o “indie legendario” junto a The Beatles, Led Zeppelin, Queen y David Bowie (artistas a los que Oasis nunca han llegado ni a la suela de sus zapatos). Esto último y la escucha compulsiva de los discos de Oasis en casa de sus padres ha enganchado a nuevas generaciones que no vivieron el Britpop y consumen su música sin la mochila de las guerras mediáticas de los 90. Así se les ha inoculado la nostalgia de una época que no vivieron. Es más, en Reino Unido, desde Oasis no ha surgido ninguna banda de rock que domine a nivel masivo el mercado. Arctic Monkeys o Coldplay han tenido éxito pero son demasiado sosos, demasiado buena gente. Oasis fueron los últimos macarras que hacían gala de ese orgullo obrero y hooligan en la música mainstream británica. Ahora que el centro musical mundial ya no está en Londres ni Nueva York (sino en Latinoamérica), a los británicos les gusta recordar la última gran banda con la que fueron el ombligo del mundo. Eso alimenta el relato de “eran los últimos gigantes antes de que cambiara la música”.
Como si de un plan perfectamente trazado durante décadas para un regreso triunfal, los Gallagher no han dejado de dar titulares en estos años. Liam y Noel han seguido sacando discos (algunos incluso notables como este), criticándose en redes y manteniendo viva la telenovela de si se reunían o no. El morbo de verlos juntos una vez más y si son capaces de no sacarse los ojos en directo es otro valor añadido al precio de las entradas.
En resumen: ahora son más grandes porque la memoria colectiva selecciona lo mejor y borra lo demás, el mercado de la nostalgia es fuerte, las plataformas los reeditan continuamente y la narrativa de los Gallagher como “últimos rockstars” encaja perfectamente en un mundo tan homogéneo y digitalizado como el actual.




















En serio!!!!¿ ha visto usted las imágenes de los conciertos y de la gente fuera? Mírelas bien porque la mayoría no son cuarentones ni cincuentones se sorprendería de la cantidad de gente de 20 30 para arriba incluso adolescentes. Basta ya de demagogia barata haciendo ver que solo interesa a gente mayor. Un saludo y por cierto tengo 19 años y me encanta Oasis.
Por supuesto, que hay gente más joven en los conciertos de Oasis. No lo niego y lo explico en el texto, creo que son las nuevas generaciones que no vivieron el Britpop y conocen a Oasis por las listas de Spotify y por sus padres. Es una una nostalgia inducida. Si miras las fotos, hay muchas familias en los conciertos de Oasis de 2025. Gracias por comentar.
No se como llegué aquí, pero ha sido lamentable leerte. No tienes ni idea de lo q se vive en un concierto de ellos en su patria, jovenes por donde gires la cabeza, multiedad, multinacionalidad, etnias, etc. Tocan éxitos de 3 discos y fueron 2 horas. Si meten más hits de los otros discos se hacen 3 horas fácil. Ex número 1 fuera del playlist (eso es un lujo q pocos pueden hacer).
El odio hacía este grupo es algo añejo y bien evidente en «geeks» de la música (metaleros principalmente).
La buena música prevalece, el mejor concierto en el que he estado y he ido a muchísimos.
Creo que no has pillado la ironía, o no la he logrado transmitir. Mi texto no es contra Oasis, sino contra los de mi generación: que los vimos en los 90 (yo los vi en 1995 la primera vez) y nos creemos que ahora vamos a sentir lo mismo. Critico cómo nos creemos que vamos a ser los de hace 30 años sólo por pagar 200€ (aprox.).
Y yo no odio a Oasis.
Si tú los has visto ahora y no habías nacido en los 90, perfecto.
Yo, que soy de la generación de los que tenemos alrededor de 50, te digo, querido compañero, que no es nostalgia lo que siento al ver a Oasis unidos.
En aquella época, que no entendía el inglés, el sonido de esas canciones me atrapó. Nada más. Me daba igual la actitud de los hermanos, me daba igual todo
lo que les rodeaba. Les escuchaba de manera libre de prejuicios. Y lo bonito de reencontrarte con sus canciones, es ver que ese camino que un día ellos recorrieron
abriendo una senda para que los que hemos padecido más tarde, mientras estábamos ocupados en otras guerras, haya hecho que entendamos qué nos sucedía entonces,
sin necesidad de arrancar cabezas y de manera bella e integradora.
Creo que sentir esto con el paso de los años es un lujo.
¿Qué más se puede pedir del verdadero arte?
Ángel
Estimado compañero, eso que comentas se parece mucho a la nostalgia.
Para nada bro. Sería nostalgia si hubiese vivido el significado de esas canciones en presente,
en ese presente. Más bien ha sido un reencuentro.
Ángel
no tienes ni idea de lo que escribes que lamentable, tu hate a oasis te deja retratado