Con todas las localidades vendidas llegaba Miguel Poveda a presentar su nuevo espectáculo basado en el “Poema del cante jondo” de Federico García Lorca. Expectación máxima, más si cabe porque el disco fue grabado en la vecina localidad de San Fernando, cerca de la casa natal de Camarón de la Isla. Y algo del isleño se pudo sentir en las más de dos horas de recital de un Poveda al que se le veía encantado de encontrarse con un público entendido y que llevó en volandas al cantaor barcelonés, vestido de chaqué con chaleco dorado bronce de tafetán.
Con una banda de altura donde destacaba la guitarra de Jesús Guerrero, que jugaba en casa al ser de San Fernando, percusión de Paquito González, piano y coros por los hermanos Makarines y bajo por José Manuel Posadas “Popo”, Poveda demostró su gusto por el flamenco más puro, lejos de mezclas y fusiones. Un sentido tributo a las raíces y a uno de los poetas más grandes que ha dado España. Pensándolo bien, a uno de los escritores más inmensos de la literatura universal pues, es opinión personal, es el último dramaturgo de altura en escribir tragedia y no drama, separando una a otra en la capacidad de elegir del personaje sobre los caprichos del destino. Ya saben: “Que yo no tengo la culpa, que la culpa es de la tierra y de ese olor que te sale de los pechos y las trenzas” de “Bodas de sangre”.
En cuanto a Poveda, musicalizó los cincuenta y cinco poemas, dejándolos en diecinueve, variando cada uno en distintos palos. Y así en la noche jerezana sonaron malagueñas, cantiñas, soleá, seguiriya, bulerías, tango o canciones populares y temas como el lamento de “Ay”, “Juan Breva” que une lo culto y lo popular, “La soleá”, “Retrato de Silverio Franconelli”, “Baladilla de los tres ríos”, la fuerza de “Puñal encrucijada” o “canción de la madre del Amargo”, “Paisaje” y un final de envergadura con “la niña del Albaicín”, “La senda del viento” y la genialidad de “Ojos verdes”.
Un Miguel Poveda al que cantando se le ve seguro, feliz. Con la responsabilidad y humildad de tocar en Jerez de la Frontera. Un repertorio que le gusta y donde demuestra su inmenso talento vocal, aquel que le llevó a ganar la Lámpara de Oro en el Festival de cante de Las Minas pero que también deja lucimiento a su grupo pues el silencio absoluto se dio en la Bodega Las Copas cuando Jesús Guerrero acometió su parte en solitario tras “Puñal encrucijada”.
Una noche de muchos quilates que terminó en homenaje a su infancia y a la provincia de Cádiz (con cante de esta tierra, hermana de las alegrías) con un público entregado despidiéndole con palmas flamencas con la despedida con “Los tres puñales”. Como no podía ser de otra manera estando en Jerez de la Frontera, cuna de este estilo musical.
Fotografías: Adrián Fatou (cortesía de la organización)
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