Lo de esa máquina de hacer dinero llamada Taylor Swift es algo inaudito en la historia. Hay quien dice que su fama es mayor que la que tuvo Michael Jackson en los 80. Palabras mayores. Ahora la popularidad ya no se mide por la venta de discos sino por el número de seguidores en las redes y en lo desorbitado del precio de las entradas. Se dice que su The Eras Tour (un repaso a todas las etapas de su carrera como si fuera un dinosaurio del rock repasando sus hits en Las Vegas) es ya la gira más exitosa de la historia. Miles de entradas a precios desorbitados se han agotado en minutos allá por donde pasa. Ni siquiera la han parado esa injusticia que son los malditos precios dinámicos: al ir a comprar una entrada se ajusta su precio a la oferta y la demanda de ese momento. Un método abusivo que hace aumentar la recaudación y favorece a quien tiene más dinero. Capitalismo puro y duro. Por no hablar del estratosférico precio del merchandising. Y decían que la ambición rubia era Madonna. Taylor Swift y toda su maquinaria de azúcar estará en Madrid hoy mismo y mañana 30 de mayo en el Santiago Bernabéu. Llega además con su nuevo álbum, The Tortured Poets Department, que ha dejado a sus fans algo divididos y a mí me ha aburrido soberanamente.
¿Realmente hay una artista de calidad a la altura del fenómeno Taylor Swift? Ehhh, ¿a ver como lo digo? No. Sus canciones están bien, normalitas, tienen su innegable gancho pop pero nada del otro mundo. Eso sí, abusa mucho de la manida estructura de estrofa-estribillo-estrofa-puente-estribillo. Es una fórmula tan antigua y exitosa como la de la Coca-Cola o las canciones de AC/DC. Buena parte de su éxito reside en el trabajo en la sombra como productor del gran Jack Antonoff, pero a este genio loco no lo conocen l@s swifies. Como bien apuntaba recientemente Neil Tennant (Pet Shop Boys) Taylor Swift es un fenómeno que no tiene apenas canciones conocidas a nivel mundial. Shake it off es su mayor éxito y es de hace una década. Su fama crece pero no parece apoyarse en sus canciones. ¿Y su voz? No puedo decir que Taylor cante mal pero dudo mucho que pase a la historia como una gran cantante. Vamos, que no es Adele ni Beyoncé (por citar sólo 2 que sonarán a sus fans). De sus letras sólo puedo decir que nunca le van a dar el Nobel de literatura. Tampoco vayamos a pensar que sobre un escenario se mueve de manera increíble o tiene unas grandes dotes a la hora de bailar. Si eliminas el apabullante montaje escénico, los bailarines, el confeti, las plataformas elevadoras, los cañones de aire y los cambios de vestuario… a mí Taylor Swift me resulta fría en directo. Alguien tenía que decirlo. Además, esa manía de hacer conciertos de tres horas es muy peligrosa. Sólo unos pocos artistas tienen un repertorio con la variedad y la calidad necesaria para llenar 3 horas de espectáculo. Y Taylor Swift no es ninguno de ellos. Tres horas de almíbar musical son capaces de darle un subidón de azúcar a cualquiera.
¿Entonces? ¿Porqué conecta tanto con sus millones de seguidores?¿Dónde reside la clave de esa epifanía que sienten los swifters en sus directos? En el MARKETING. El hype creado a su alrededor es muy superior a la calidad de sus canciones y a sus cualidades vocales o interpretativas. Algo que tampoco es nuevo pero Taylor Swift es el producto perfecto de marketing. Nada en ella es casual. Ni un pelo de su flequillo se mueve sin que esté previsto. Como ha ocurrido siempre con otras grandes estrellas mundiales, nada está dejado al azar. Pero el mundo ha cambiado ¿a peor?. Taylor Swift no practica el noble arte de la provocación que hace 40 años practicaba Madonna. Lo del sexo ya no vende en la era de Tik Tok e Instagram. Ahora es de pago en OnlyFans. La otrora todopoderosa MTv ya no tiene ninguna influencia sobre la juventud y Youtube ya les empieza a oler a rancio. Ahora reinan los algoritmos en las redes, entre los que Taylor se ha movido como pez en el agua. En un mundo tan conservador como el actual, las estrellas del pop no deben salirse de los cánones establecidos. Para eso ya están lo que hacen reguetón. Nada de gestos obscenos, fumar (no hablemos de cosas mayores) o besar a personas de su mismo sexo sobre el escenario. Unos drogatas como los Rolling Stones de los 60 o los Sex Pistols hoy no tendrían cabida entre la juventud actual ya que sus proclamas anti sistema y sus salidas de tono no pasarían los filtros del algoritmo. Taylor y su equipo saben lo que buscan los jóvenes y se lo entregan envuelto en la apariencia de una inalcanzable caucásica de piernas interminables que evita deliberadamente sexualizar su cuerpo. Bravo por esto último. Taylor Swift es el paradigma de estrella en un mundo tan conservador como naif. Es tan políticamente correcta que resulta casi insultante. Es tan perfecta que da grima.
Taylor apoya el movimiento #MeToo y al colectivo LGBTIQ+ con sus twits pero poco más. Apoyó a Joe Biden (que tampoco es adalid del progreso a sus 80 años) frente al psicópata de Trump. Algo es algo. La niña buena blanca nacida en la América profunda se reveló contra los conservadores, pero que nadie espere que Taylor se pronuncie contra las masacres de Israel en Gaza, eso le restaría demasiados adeptos. No olvidemos que Taylor proviene del mundo del country y todavía se recuerda el caso de las Dixie Chicks, el exitoso grupo country femenino que cayó en desgracia y después en el olvido tras criticar la la invasión de Iraq. Así pues, todo alrededor a Taylor está medido para no herir sensibilidades. Taylor Swift busca gustar al mayor número posible de personas, cierto, y su impasible maquinaria de hacer dinero sabe que los adolescentes han sido siempre presa fácil. Aún no manejan la economía familiar pero a ver quien le dice que no a su hija adolescente. Aunque Taylor Swift les duplique o triplique la edad, millones de adolescentes ven en ella a esa amiga a quien podrían confiarle sus secretos. Estamos jodidos.
¿Qué le deparará el futuro a Taylor Swift? Ni idea. Le deseo lo mejor. Espero que la fama no la devore como a Britney Spears ni acabe convertida en una parodia de sí misma como Madonna o Mariah Carey. El reinado de las reinas del pop no es eterno aunque seguro que el diablo ya ha llamado a Taylor para ofrecerle juventud y fama eternas a cambio de unas entradas.
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