La primera temporada de «Tokyo vice» nos devolvía a la primera línea a un enorme director de cine de acción como Michael Mann (por lo menos en sus dos primeros episodios) antes del estreno de su irregular «Ferrari». En esta segunda entrega en el “país del sol naciente” sólo aparece como productor pero imaginamos que el título revela su “mano” pues recuerda a uno de sus mayores éxitos como fue “Corrupción en Miami” (O “Miami Vice” en el original).
De nuevo, se vuelve a unir un policíaco entre miembros de la yakuza, detectives y periodistas que funciona razonablemente bien aunque el tono sea casi de tragedia griega pues no hay un solo resquicio al humor, quizás el mayor lunar pues diálogos trascendentes en todo momento pueda hacer bajar el ritmo, por otro lado bastante bien llevado. Y eso que la empresa era complicada pues la serie está hablada mitad en inglés y mitad en japonés, lo que puede desesperar a algunos espectadores.
También es cierto, que esa aurea dramática le beneficia al reparto pues ofrece lucimiento a su reparto, tanto al limitado Ansel Elgort que sale bien librado, a un Ken Watanabe que suele bordar este tipo de papeles, una Rachel Keller y Sho Kasamatsu que van acrecentando su imposible relación y un villano eficiente como Shun Sugata, junto al resto de secundarios que consiguen que “Tokyo vice” se convierta en un producto de impecable factura formal y de interés. Y eso es algo que cimenta en su buena definición de personajes principales y de reparto. Nada sencillo pues hay un buen número de ellos entre sus tramas enlazadas con el periódico, la comisaría, los clanes mafiosos y los clubes de alterne.
Un relato que demuestra la importancia del guion y de que todo tenga su “tempo”, cosa no habitual pues se suele buscar el conflicto a toda velocidad. En “Tokyo vice” no sucede pues en la primera temporada han tenido tiempo suficiente para presentarnos a los personajes y, por lo tanto, al estar bien definidos resulta creíble su evolución. Como van buscando alianzas bien por arribismo, egoísmo o venganza por algún hecho traumático. Y de estos últimos existen unos cuantos pues todos tienen alguna desgracia personal que les afecta, lo que acerca a “Tokyo vice” a la tragedia más que al drama, teniendo en cuenta que una se basa en el destino y la otra en la elección personal. Y es que en esta historia japonesa hay más de Sofocles o Shakespeare que de Ibsen. Y eso no está nada mal.
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