Debo reconocer que no recordaba nada de la anterior «Godzilla vs Kong», a pesar de haber escrito la reseña y ser estrenada hace tres años justos. Ejemplo claro de cine fácil de ver y fácil de olvidar. Entiendo que con esta nueva “Godzilla y Kong: El nuevo imperio” va a pasar algo parecido y en poco tiempo será complicado bucear en su argumento para saber qué sucedía.
Comprobamos que la estructura es similar a la anterior, con los dos titanes teniendo una serie de luchas contra otras criaturas para llegar al combate final contra una tercera muy poderosa. Un guion donde el protagonismo absoluto es para los efectos especiales y que parece concebido para vender videojuegos pues cada secuencia parece un nivel distinto que hay que superar, bien con Kong o con Godzilla, en dos tipos de escenarios. El prehistórico subterráneo donde reside el simio o los mares y ciudades (Roma, Cádiz, Gibraltar y El Cairo) donde ataca el monstruo nuclear. Hasta ahí pocas novedades con lo que ha sido Godzilla pues en las primigenias de Ishiro Honda, lo menos importante es la historia, cosa distinta que ha sucedido con King Kong, con unas motivaciones más fuertes basadas en el amor y el miedo al otro.
Vuelve a dirigir Adam Wingard que desde su presentación con el divertido “slasher” “Tú eres el siguiente” ha encontrado un filón en esta franquicia de Warner Bros pues ha sido el responsable de las dos cintas con ambos colosos juntos tras la meritoria de Gareth Edwards con el “lagarto nipón” (hasta ahora la mejor de la saga) y la de Jordan Vogt- Roberts con el “inmenso simio”. Wingard, como en la anterior, mantiene el espíritu que Zach Snyder abrió en “El hombre de acero” y por el que si pelean dos colosos de esa envergadura los edificios y todo tipo de monumentos van a ser destruidos inmisericordemente (incluso hay una broma inserta sobre una compañía de seguros que paga ante el ataque de los titanes).
En cuanto a los actores repiten Rebecca Hall, Kaytlee Hotle y Brian Tyree Henry, a los que hay que sumar al héroe simpático encarnado por Dan Stevens en un papel casi opuesto a su personaje en la serie “Downton Abbey” (sin duda su rol más destacado y recordado). Un cúmulo de estereotipos que se pliegan a las dos criaturas protagonistas y a los efectos visuales.
Cine de evasión que se olvida según se ve pero que mantiene el interés aunque no sepamos del todo bien que está sucediendo y por qué, cosa que nos ha pasado en múltiples ocasiones con este tipo de películas. Unas cuantas de “Godzilla” o, incluso, con la serie de “Mazinger Z” donde todavía desconocemos las motivaciones y el universo que esconden estos monstruos gigantes. El caso es que hay batallas, peleas,mundos y submundos, alivios cómicos y múltiples “bichos” y primates que aparecen porque sí y desaparecen con la misma rapidez. Por lo menos aunque una vez acabada no sepamos muy bien que hemos visto tampoco nos hemos aburrido en las dos horas de metraje aunque sí es discutible el 3D pues la visionamos en ese formato y creemos (pues sólo la hemos visto así) que tampoco mejora su versión normal. No contiene la espectacularidad de las tres dimensiones de, por ejemplo, “Avatar”. Y eso sí es un problema.
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