Tres versiones se habían hecho hasta la fecha de “King Kong”: la del 33 de Cooper y Schoedsack, con Fay Wray de heroína, la del 76 de John Guillermin, con Jeff Bridges y Jessica Lange y la del 2005 de Peter Jackson, con Adrien Brody y Naomie Watts. Hasta ahora todas seguían el mismo esquema, la misma ambientación en los años 30, la misma búsqueda en la recóndita isla y la misma historia trágica de la bella y la bestia. Esta que nos ocupa cambia completamente la historia, y en eso no vamos a negarle la originalidad. Éste “Kong: la Isla Calavera” no es una cuarta adaptación de la primera cinta, tampoco es una continuación ni una precuela. Es otra cosa. Han variado por completo el argumento original dejando varias localizaciones y algunos puntos clave de los largometrajes anteriores. El caso es que hay expedición en busca de la inexplorada isla, hay una heroína y el celebérrimo simio… pero hasta ahí las coincidencias, pues la financiación del viaje no llega por una productora cinematográfica sino por la organización Monarch, quien ya descubrió a “Godzilla” en la más que aceptable película de 2014 de Gareth Edwards, la “chica” no se convierte en objeto de deseo de Kong y el gorila es de dimensiones colosales, mucho más grande que el que conocíamos hasta ahora.
El gran problema que tiene el filme es su irregularidad, pues a algunos momentos soberbios se unen otros pasajes sin sentido o mal explicados. Los tres guionistas transitan entre las buenas ideas y el no saber como desarrollarlas. En sus dos horas de metraje se rinden homenajes a grandes clásicos del cine y la literatura, pues vemos un paralelismo claro con “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad en el personaje de Samuel L. Jackson, un “coronel Kurtz” que tiene que vencer al enorme primate para ganar la guerra que perdió en Vietnam y todo con unos cuantos planos que recuerdan al “Apocalypse Now” de Coppola. Al “refrito” se unen unas espectaculares batallas con humanos y monstruosas criaturas que viven en la isla que parecen sacadas de las películas de “Godzilla”, lo cual como escribí líneas más arriba tiene sentido, pues los encargados de encontrar criaturas míticas es la misma organización llamada Monarch, por lo que no sería de extrañar que en unos años tuviéramos un “Kong vs Godzilla”, de ahí se entendería las colosales dimensiones del gorila. Todo ello, aderezado con una estética que parece de videojuego, donde la historia avanza como pasando niveles, que sí una araña gigante que una vez eliminada no vuelve a salir, un complicado viaje por el río en una embarcación destartalada, unos insectos gigantes con pico de sierra que hay que someter con una “katana”. Y así un largo etcétera. Ello hace que los protagonistas involuntarios sean en más de una ocasión los efectos especiales, perdiéndose el guion y lo interesante de adaptarlo en los setenta, justo recién finalizada la guerra vietnamita.
Dirección mecánica del casi debutante Jordan Vogt- Roberts que sin arriesgar, se dedica a filmar sin demasiadas estridencias, aunque supeditado a los efectos visuales, con un reparto estelar, que sin embargo no tendrá a “Kong: la Isla Calavera” como sus mejores interpretaciones, encabezado por Samuel L. Jackson con un papel de militar malhumorado que suele bordar. Es decir; Samuel L. Jackson haciendo de Samuel L. Jackson. El resto del plantel solo cumple, con una Brie Larson lejos de su rol en “La habitación”, el siempre acertado John C. Reilly y algo menos Toby Kebell y Tom Hiddleston, que se suman a un plantel técnico eclipsado por los efectos especiales y que incluso la fotografía de Larry Fong no destaca (y eso es grave, pues los escenarios naturales son de fantasía). Un “divertimento” menor que se ve con agrado y, seguro, que se olvida con facilidad. Lo que no voy a olvidar es la madre con diez niños pequeños (de unos seis años) que en su delirante creencia que el filme podía gustarles a los tiernos infantes, decidió que “Kong: la Isla Calavera” era la película que debían ver. Como es obvio, más de uno se empezó a aburrir y a molestar al resto de espectadores. Y eso, que en la taquilla del cine de San Fernando (Cádiz), donde suelo ir decía claramente que es no recomendada a menores de 12 años. Imagino a la mujer indignada cuando la encargada de vender las entradas le dijese ese dato. Y eso que había unos cuantos largometrajes más adecuados para la edad de los críos.
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