Llegamos con un poco de adelanto a la Sala Milwaukee, un lugar en el que he visto infinitos conciertos, la mayoría de rock, blues o jazz. Nos sorprende ver tanta gente joven en las inmediaciones. Una pléyade de veinteañeros que vienen a disfrutar de Ben Yart, artista de trap, al que conocen bien pues se sabían todas las canciones. Cerca de cien personas un domingo. Una gran entrada.

Debemos reconocer que es la primera vez que escuchamos trap en directo. No es nuestra música, es para una nueva generación. Aun así, nos acomodamos al final de la barra y observamos como el ornitólogo a los pájaros. Lejos, intentando entender los códigos de este estilo. A las nueve en punto, con puntualidad británica, aparece el protagonista de la noche: Moño y chándal negro. Estética neoquinqui. Nos recuerda un documental- película que vimos hace un tiempo llamado “Quinqui stars” donde se narraba la búsqueda de la realidad actual de otro cantante similar denominado “El Coleta”.

Yart bebe de esa corriente. Letras sobre fiestas, excesos y drogas. Ese es el signo de estos tiempos como en los ochenta se hablaba de cosas similares por Los Chunguitos en “Deprisa, deprisa”, Burning en “Navajeros” o Barricada en “27 horas”. De hecho, recordamos la película de Montxo Armendáriz y como se ilustraba esa anomia de la juventud a ritmo de algunos temas de la banda de El Drogas y El Boni, parte esencial del barrio de la Txantrea en Pamplona. Beñat Abarzuza (nombre real de Ben Yart) también llega de barrio obrero de la misma ciudad navarra. En este caso “Mendillorri”. Por lo tanto, heredero de esa corriente que postula en su canción “Barriobajero”. Intentamos retrotraernos al pasado, a esos tiempos del “cine quinqui” y extrapolamos al presente. Tan irreal e incomprensible para este casi “cincuentón” que viendo la insultante juventud del público piensa que le queda casi más pasado que futuro.

En lo estrictamente musical, Yart aparece con banda formada por guitarra, bajo y batería. Toda su primera parte mantiene esta formación. Los jóvenes entran en paroxismo con “Uno” donde se puede ver cierta contundencia en el riff de guitarra.  Se muestran comunicativos y joviales. Traen técnico propio para deleitar con una colección de efectos reverb, compresor y la voz con el “autotune”. Suena un caleidoscopio de trap, electrónica y, en algunos momentos, distorsión.

A la media hora la banda se marcha (volverán en los últimos cortes) y se acompaña de una base y mucho “sampleado”. La gente se enfervoriza con “Qué asko”. Alguien provoca hablando de Rosalía a lo que Yart responde que esos discos son grabados por dinero, lo puro es lo que él practica. Otro momento es cuando agradece el haber llenado un local pequeño como la Milwaukee, a lo que un “chaval” le responde que él lo hace grande. La respuesta le encanta y le regala algo de su “merchan”. Para cerrar vuelve a interpretar “Uno” y finaliza tras una hora de actuación.

Encuentro a Carlos, gerente y dueño de la Milwaukee, tan “fuera de lugar” como yo (somos de otro tipo de estilos) y me explica que Yart ha llegado por Girando por salas, circuito de músicas populares para que estos artistas emergentes puedan tocar más allá de las fronteras de su comunidad autónoma y financiado por el Inaem. Es una buena idea porque aunque este modesto cronista no entienda esto del trap, una multitud de seguidores han tenido la oportunidad de ver a Ben Yart y Ben Yart presentarse en la provincia de Cádiz.

by: Jose Luis Diez

by: Jose Luis Diez

Cinéfilo y cinéfago, lector voraz, amante del rock y la ópera y ensayista y documentalista con escaso éxito que intenta exorcizar sus demonios interiores en su blog personal el curioso observador

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