Stavros Dzodzos parece un hombre místico, del Renacimiento quizás, entidad de creación y expansión en desarrollo que se adueña del escenario de la Milwakee portuense dominando la energia ácida que proyecta la música del triunvirato con multitud de asombrosos recursos, habilidades técnicas y expresivas que fluyen del alma como una alquimia de sonido en lo que toca y así lo creo, para dramatizar una sorprendente vivencia de acción-reacción que impacta, rock de vanguardia en retaguardia, de arte psicodélico en espirales de electricidad con efectos alucinógenos que ciegan en flashes de una intensa musicalidad al público que lo contempla sonriendo, algo que te hipnotiza porque te traslada, hacia donde tú quieras, o hacia donde quieran ellos…una pócima de hechizos, de druidas astrales derramada sobre las aguas tranquilas del sur gaditano en domingo de penuria nocturno, para lo que se presenta como un ensueño de sonido con luces de fantasía en tecnicolor.

La música de los suizos DIRTY SOUND MAGNET, variada, más cruda y fisica de lo que sus discos de estudio registran con esmero, crece sobre el escenario y a tiempo real, aceleración instantánea, como un hongo gigante dentro del cual te introduces sin rumbo fijo para experimentar la existencia prefabricada de un nuevo Universo…eso, o lo que esa misma vivencia imprevista dispone en la misma música como libre sensación para conseguir espejismos, una alucinación interior desbordada y en constante oleaje que al vislumbrarse sin vértigo navega su propio mundo…excitante, desde luego…nada hay en ello que refleje frivolidad; música de levitación la del extraño Dzodzos anoche sobre las aguas de la bahía sureña del Puerto de Santamaría que se respira desnuda, licuada en rayos X, chakras se iluminación que impulsan la imaginación para viajar descomponiendo el presente, reconduciendo el pasado, impulsando emociones diversas en el oyente, haciendo de la mente un dispositivo espacial, un portal de dimensiones y sueño más allá de la realidad…música psicodélica verdadera, tan verdadera como puede llegar a serlo el hecho de que se mantenga pura, inviolable en su objetivo de independencia y arte de compromiso, tan cercana y difusa como distante y sin dispersión; algo que se procesa con claridad al seguirles en un puñado de grabaciones discográficas sin demasiada repercusión fuera de los circuitos alternativos al uso tras un montón de años ya, pero que prevalece con evidente agrado, sorpresa, aferrada su naturaleza de independencia en crédito por defecto a todo lo que como idiosincrasia y autonomía estética se desprende al descubrirles.

Y entiendo en ello, aunque pueda equivocarme, una completa ausencia de conflictos, de evidencias y obviedad argumental, de caprichos y banalidades en lo que respecta a la insuficiencia intelectual que suele gobernar el mercado de las artes corruptas, libre lo que suena del trío magnético anoche en vivo de toda impresión superflua, definitivamente como necesidad, como impresión vital, ajenos y al margen de lo que la imagen torpemente preconcebida por los medios utiliza de ellos para describirles.

Tan explosiva como romántica, tierna, dulcemente amarga cuando el silencio la filtra en susurros, las distorsiones la disparan con furia, la electricidad excéntrica del grupo se propulsa ayudada por una gran cantidad de efectos bien controlados, manipulaciones y filtros que embellecen la embestida fluctuante del grupo y que embriagan como la absenta su energía de contrastes generando una burbuja de aislamiento fetal dentro de la cual se concibe, germina, y explosiona un trance de alta resolución ya raro de identificar hoy, una imagen psíquica poderosa, resuelta, progresista, de atracción inevitable, bola de cristal sónica que sirve para contemplar lo que antaño fue arte de pop enrarecido y mágico, mucho de aquellas extravagancias de sonido que 1967 dibujó sobre el corazón de un Londres prerafaelita comprimido en cápsulas de LSD; eso, sobretodo, pero no como condición indispensable, que no sólo el freakbeat de los grupos nacidos del ácido británico configura el corpus lisérgico de lo que DIRTY SOUND MAGNET desgrana en su repertorio de directo…ni mucho menos, de ser así, de ser limitado, reconocible, o solo exclusiva en sus matices melódicos esa apreciación, un despliegue sin mayores aportaciones visibles que pusiera ser determinante, el grupo quedaría presa de la inercia, de la monotonía, de la previsibilidad genérica, y no, más bien al contrario el terceto cósmico ingiere múltiples brebajes, y la riqueza cultural, de contenido exquisito que absorben las canciones del extraño Dzodzos al proyectarse desde el escenario, esas tremendas invocaciones de espíritu que siempre consiguen sorprender (y que de manera increíble lo van consiguiendo hasta el final) afloran en estampas nítidas, aún fugaces y turbias, como hologramas de fuego que iluminaran la sala pequeña del Puerto oculto desenfocando retinas, muy variadas, inmensas, pupilas en plenitud de dilatación experimental.

Es así, o quizás de otra forma, que yo logro ver a Daevid Allen, a GONG, a los GONG menos surrealistas y más guitarreros, a Kevin Ayers y los primeros SOFT MACHINE, los del primer LP, los que cantaban volando entre cielos de esperanza y felicidad y sonaban con riesgo específico, también a Zappa, cuando se deja ver, sobretodo en algunos magníficos solos de guitarra hiperbólicos rafagas de velocidad jazzeada que orientan la sensación del grupo hacia ese infinito de la fusión experimental que fue grande en los 70. Pero también hay mucho de Kraut y vudú hendrixiano, en pinceladas voraces cuando el blues alimenta el corazón del trío, la guitarra gime y el ritmo danza…él, Dzodzos, el extraño Dzodzos, es físicamente (se me viene a la mente y me gusta la idea) un cruce imposible entre Tom Verlaine, Peter Hamill y el dramatismo iniciático que definen los rasgos angélicos dibujados en los ojos del bardo Barrett, canciones de cuna, infantiles y llenas de duendes poéticos por momentos, que a la manera de Syd Barret se desprenden de algunas canciones como traviesos personajes que abandonaran su cuento para precipitarse en el vacío abismal de una imaginación dañada por la realidad.

La forma de tocar la guitarra además de Dzodzos -virtuosismo de elevado nivel psicoactivo dependientes siempre de la música que lo precisa y no al contrario- exige una adecuada consideración, valor añadido que describe apertura y silencios su sensibilidad donde no los hay, que usa armonías y progresiones sofisticadas, se pisa la distorsión y el Wah-Wah haciendo rugir los bafles del amplificador…los acordes arden, devastadores, notas de fricción y un sustain tan punzante lo que lanza en ocasiones al saltar emocionado el extraño Dzodzos, como espadas decimonónicas retadas en duelo…maravilloso. Un guitarrista increíble, descomunal, que arpegia tejidos de folk o dinamita riffs metálicos a su antojo mientras la base rítmica construye armaduras flotantes para secuenciar el Espacio, cabalgarlo, una auténtica pasada, de otro tiempo en esencia, trío de fuerza imperial por añadidura.

Con una magnífica puesta en escena que orbita planetas lejanos, momentos de pura improvisacion que resultan soberbios, el trio deconstruye su música llevándola hacia donde percibes que existe sin ser confundida, ofendida, sin ser violada por nada o por nadie que pretenda agredirla, desvirtuarla…la grosería, lo irrelevante, la precariedad de los ensueños de plástico actuales que se asocian al estilo supuestamente expansivo del Rock actual, nada tienen que ver con el concepto psicodélico puro que entiende la música de DIRTY SOUND MAGNET, un grupo de fuerza, pasión e intelecto que se presenta frente a un público entusiasta que en su mayoría se muestra agradecido y vibrando, reducida audiencia que insiste en disfrutarlos cada vez que el grupo propone un posible final para aterrizar desde Mercurio y recobrar el aliento, público que les anima para que el viaje se prolongue, para que la música nos proteja de la vulgaridad terrenal de un domingo triste, abandonado el mundo a la desidia y el desconsuelo como muchos otros días de fin de semana en el Sur suelen vivirse.

Domingo especial y espacial para navegar por las estrellas entonces, dentro del vientre del mismo Universo, del mundo flipante que devora la mirada del extraño Dzodzos, la nuestra también, cuando se pierde, distante, cercana, la nuestra, la suya, y aún más allá…una sesión de misterio y de vuelo bajo las aguas, contemplando la luna, quién sabe si el sol, quién sabe qué más.
Que vuelvan pronto y que estemos allí, que estemos aquí…disfrutarlo, dentro, fuera, todo a la vez. ¡¡¡Maravilloso!!!

by: Lyd Heavyman

by: Lyd Heavyman

Adicto al Rock, las guitarras, los cómics Marvel de los 70, el cine mudo alemán, los libros que no puede entender y la tortilla de patatas de la venta Quemada.

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