Aprovechando el viaje a la última edición del Milagre Metaleiro decidimos hacer turismo por la zona, la comarca portuguesa de Lafoes. Quizás no tan espectacular como Oporto o Aveiro (que se encuentran a menos de dos horas de coche) y Ciudad Rodrigo o Salamanca (misma distancia pero en España). El festival se encuentra en el pequeño pueblo de Pindelo Dos Milagres, pintoresca localización en alto pero de dimensiones reducidas por lo que no hay demasiados atractivos turísticos. Las ciudades más interesantes son Viseu y la bonita Termas do Sao Pedro Do Sul, una villa balneario digna de visita y que pertenece a Sao Pedro Do Sul, el lugar más grande y donde se puede comprar bien en sus supermercados o comer en alguno de sus restaurantes.
Recomendado por la página de la Asociación Milagre Metaleiro acabamos en uno de ellos llamado A Bruxa, un modesto comedor con menú entre semana a precio de risa y algo más elevado, aunque sigue siendo económico, el fin de semana. Y la verdad es que nos encantó. Tanto que comimos los dos días allí y no lo hicimos el domingo porque cerraban.
A Bruxa no es un lugar elegante ni uno debe esperar manteles de hilo ni “nouvelle cusine”. Es un comedor honesto que no engaña con la comida. Raciones abundantes, ricas y para todos los bolsillos. Uno de esos locales donde la honradez es santo y seña, con un servicio rápido que intenta llevar con una sonrisa el trajín de platos y mesas, bullicioso merced a familias y trabajadores. No es un sitio para ir con prisa. Lo mejor es relajarse, ir con apetito y disfrutar de buenas elaboraciones en su simplicidad.
Todo almuerzo comienza con una sopa o crema del día. Probamos la de verduras y el caldo verde y ambas estaban buenos. Caseras y reconfortantes. Además regado por una frasca de vino que puede ser verde o tinto. Vinos de garrafa. Quizás no los mejores pero tan decentes como sus productos.
Para comer, un día elegimos su chili con carne presentado de forma pantagruélica con los frijoles y el arroz. Bien cocinado y saciante aunque nos gusto más su carne grelhada. Un buen churrasco de ternera con patatas naturales y arroz. Plato que uno puede comer en casa pero con un interesante trabajo de plancha. Aunque sin duda nos descubrimos ante la francesinha, el antológico sándwich de Oporto. Una extravagancia culinaria con tantos seguidores como detractores. En nuestra opinión somos de los del grupo a favor del esperpéntico emparedado, bañado en una sopa de marisco que en nuestro caso al pedirlo de vitelo, contenía un gran filete de ternera, jamón cocido, las salchichas portuguesas, la salsa en su justo punto de picante donde además del piri piri predominaba el gusto a tomate y cerveza, el queso derretido y un huevo a la plancha como corona. Una bomba calórica de las más buenas que hemos probado y a bastante menor precio que en Oporto. Además, como colofón, lo acompañan con unas patatas naturales de guarnición. Un plato ante el que hay que descubrirse.
En el capítulo de postres destacan los profitelores y el típico de la zona que no nos terminó de convencer. Preferimos la bica de café. Un remate perfecto a un restaurante, cantina, snack bar al que volveremos en la próxima edición con casi seguridad.
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