El cine de Hirokazu Koreeda tocó techo en 2018 con “Un asunto de familia”, cinta que arrasó en la temporada de premios llegando a la nominación al Oscar a mejor largometraje internacional en el año de más nivel en mucho tiempo pues ganó “Roma” de Cuarón pero se quedaron en la candidatura el “Cold War” de Pawlikowski, “Cafarnaum” de Labacki, “La sombra del pasado” de Von Donnersmarck y la nipona. Un premio a una trayectoria anterior más que interesante y que le permitió rodar en Francia “la verdad” y en Corea del Sur “Broker”, cintas inferiores pero con sus virtudes.
Ahora vuelve a su Japón natal para contarnos esta historia de jóvenes. Un largometraje que ahonda en temas actuales y narrado desde diferentes puntos de vista como inició su compatriota Akira Kurosawa en la imprescindible “Rashomón”. Una técnica brillante y efectista que suele dar buenos resultados aunque con errores como la reciente «El último duelo» de Ridley Scott o en su día “nada en la nevera” de Fernández Armero aunque incluso en esas, la fórmula seguía funcionando.
Koreeda nos propone un juego donde quedan entremezcladas la vida de un muchacho con su madre. Un chico que empieza a comportarse de forma extraña, siendo culpado su profesor que intenta evitar el acoso que está sufriendo otro compañero de clase, olvidado por su padre. A partir de ahí se nos ofrecen diferentes versiones de la misma realidad para llegar en el último tercio de las dos horas de metraje a lo que sucedió de verdad. Un juego donde nadie es un monstruo a pesar de lo que aparentemente sucede. Un inicio desolador que parece almibararse para llegar a una conclusión desgarradora.
Y al gran talento de Koreeda con la puesta en escena y el ritmo impuesto se suma una genial banda sonora de Ryuchi Sakamoto que sirve de testamento a su impecable carrera en el cine, unos actores en estado de gracia pues todo el reparto funciona a la perfección, empezando por los más jóvenes, lo cual no es sencillo y una fotografía de Ryuto Kondo que transita entre el gris plomizo de la apartada prefectura en la que viven los personajes, volviéndose más fría y oscura según se desvela la verdadera trama y los problemas de esos muchachos.
Un problema que Koreeda amplifica, quizás demasiado pues el lirismo de algunas escenas le condiciona en exceso resultando forzado pero que acaba siendo efectivo dentro de un guion correcto que se mejora con la impecable dirección, tanto de actores como de movimientos de cámara pues su alambicada narración exige una precisión formal para que la misma secuencia nos resulte distinta según quién la esté contando. Un “Monstruo” con el que Koreeda vuelve a epatar y mantener el tono de autor que había conseguido en el pasado, ganando el premio al mejor guion en Cannes y logrando que su filme haya tenido una repercusión internacional pues en España no sólo se ha estrenado en unos pocos, y elegidos, cines en versión original sino que ha llegado a unas cuantas multisalas con doblaje para la ocasión. No0s alegramos pues aunque no sea su mejor obra, sí supera a la mayoría de los largometrajes que nos llegan (sobre todo los estadounidenses) y a buen seguro veremos “Monstruo” en la venidera temporada de premios y en las listas entre lo mejor realizado este año.
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