OMEN es Kenny Powell, o Powell, moviéndose como un viejo troll sobre las tablas, desatando feedback y distorsiones devastadoras desde el amplificador que le da fuerza, aspecto de mongol enfurecido y sangriento con su extraña hacha de exterminio a volumen brutal y echando chispas, es OMEN. Y los OMEN que importan, o los discos que definen la música de los OMEN que ahora son otros pero que igualmente importan por ser jodidamente aplastantes, son grabaciones legendarias, las tres primeras, las que hacen del grupo nombre de culto para el seguimiento del Heavy metal americano subterráneo de principios de los 80.

Con el magnífico Nikos Migus A. como voz solista al frente (si no lo conocéis deberíais oír el tremendo LP «The Redeemer» que ha grabado con DARKLON, el grupo paralelo que mantiene en la actualidad) tipo joven y entusiasta, lleno de potencia, excitación, al que se le ve disfrutando cada melodía, cada verso, cada grito de batalla, en épicos registros su estómago, su hiperbólica garganta…y propulsados como una catapulta de guerra medieval, algún explosivo tormento apocalíptico gracias a una base rítmica de titanio que no contempla debilidades, suben al escenario de las calaveras de metal en Begíjar como cabeza de cartel monstruosa para declarar guerra púnica del nuevo siglo.

Allí el disturbio, la testosterona, humo de pólvora en azul, rojo teñido en sangre, el sonido embrutecido y caótico, la electricidad corrompida y a chorros igual que el esperma letal de un Saturno mutante, tiñen de metal pesado la imagen misma del Mediterráneo arrasando al público del recinto que les disfruta igual que la onda expansiva de un polvorín atómico. El sonido, como ha ocurrido con todos los grupos que han tocado antes que ellos (WHIRLWIND, OMISSION, TENTATION de Francia, los siempre tremendos IRON CURTAIN y los también veteranos MINDLESS SINNER llegados desde Suecia) les hace impenetrables, rugen sin matices ni definición, sonando dentro de una burbuja de confusión auditiva que parece un globo hipersónico de diamante sin brillo, pero Powell, el mongol del metal asesino que alza su extraña guitarra por encima de la cabeza mientras el amplificador produce zumbidos que destripan los tímpanos, recupera los estigmas sónicos del llanto que vio nacer al grupo, aquellas lágrimas de guerra que presentaron el nombre de OMEN desde California en 1984. Sobre todo «Battle Cry» y el posterior «Warning of Danger» (1985), obras de gema y vísceras que devoran el tiempo sobre el escenario, se presentan en la noche de los cráneos metálicos ácidas y vigorosas, groseras y crueles, tan llenas de espanto como placer para la carne su invocación…la guitarra del viejo troll de acero genera tanto caos, que sus riffs escapan de sí mismos, el tipo da vueltas mientras acribilla con su guitarra mostrando su cresta y su torso bárbaros, parece un leopardo que huele a su víctima, un rinoceronte que embiste, una jodida bestia corrupia cuyas zarpas, garras o dedos con yemas de coraza parda, quisieran destrozar el infinito…nada que objetar, ningún reproche, las canciones se esfuerzan por ser insolentes, groseras, tan maravillosas en su desorden de acción como mágicas para el recuerdo…se disfrutan, lo disfrutan, lo disfruto…las primeras filas, llenas de juventud acelerada, símbolos y pelo largo, gritan y corean cada frase, hasta morir, o viviéndolo incluso…pero al técnico que masacra la ceremonia desde la mesa se le podrían explicar un par de cosas relacionadas con aquello que un grupo de Rock precisa para que sea Rock lo que el público reciba y no ruido, aunque el ruido se entienda a veces como parte esencial de lo que el Rock pretende.

OMEN y victoria pese a todo -con POWELL tras finalizar la actuación, bajando del escenario y llevado en volandas sobre las brigadas satánicas, abrazando a su público, amando la cercanía, respirando el sudor- para un evento que ya cumple la friolera de vigésimo primera edición en su maravillosa experiencia de convocatoria metálica desde un pequeño pueblo del Jaén perdido, pasión y entrega a partes iguales, como suele ser lo que localidades y eventos modestos ofrecen para el orgullo de una creencia honesta.

Un viaje en el tiempo, hacia el pasado, (asombroso todo lo que en el SKULLS OF METAL se observa, se percibe…muchos lo hicimos en los 80) o un tiempo que viaja dentro de sí mismo, lúcido, sin desprenderse de su capacidad de progreso, de su determinación para avanzar hacia el futuro y conquistarlo. Así sea.

Enhorabuena pues. No cambiéis.

by: Lyd Heavyman

by: Lyd Heavyman

Adicto al Rock, las guitarras, los cómics Marvel de los 70, el cine mudo alemán, los libros que no puede entender y la tortilla de patatas de la venta Quemada.

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