Abogado criminalista, según me informo tras verle actuar ayer, el tío es natural de Yuma (Arizona), jubilado el menda, hijo cósmico del Mississippi, viajero de fonógrafo y pizarra rodante al estilo primitivo del siglo pasado en alguna máquina del tiempo que seguro recorre los viejos mundos…supongo que se hartó de Yuma, o Yuma lo hizo de él, o yo qué sé qué pudo ocurrir, que tampoco me importa…pero ahora está afincado Juan en tierras de la Sagra castellana, en Toledo, desde donde su voz, profunda como la roca de un desierto que vibra, aúlla a la pureza del Blues igual que un lobo solitario de los años malditos.
Lo cierto es que JOHN DUER, junto a sus frikis de gemido y reverberación eléctrica (un guitarrista magnífico, de sonido, elegancia emocional, registro y técnica que sin duda fue de lo más curtido y conmovedor de todo el cartel de este año) se presentan bajo un sol de Guadalquivir que hace sudar al polvo de la sevilla agricola, llorar la tierra amarga, una hora de apertura para el festival del tomate (las 18.30h aproximadamente) que bajo ningún concepto creo que fuese la apropiada para tan maravillosas recreaciones de lo que el lamento afroamericano que va a escenificarse a continuación, nos va a regalar entre rayos de sol inmisericorde, del todo asesino, paradoja para el de Yuma, y de alguna forma manifiesta, apropiadamente homicida, sin condena ni apelación.
Juan, el de los crímenes, supongo que defensor de los buenos…barba blanca, su garganta parda, orondo como el rodeo de las reses bravas, acomodado sobre ráfagas de ritmo sincopado, riffs de guitarra del tamaño de la Torre del Oro que lo impulsan como remolino de un western de fusión italiana, se marca un bolo de cojones…tremendo bajo los rayos del astro amarillo que da la vida, lo suyo se crece, se cree, y hasta la mente (la mía ) le presta visiones sin mácula, sin pedir nada a cambio, eso sí, refugiada entre sombras por instinto la muy astuta aunque mi piel no lo esté o no quiera estarlo.
Y yo que le veo, o quiero verle entonces, parecido a Russell, el León de la Señorita del Delta, como un soberano y plácido hombre del sur también, algún vagabundo de caminos polvorientos, melancolía y raíces como equipaje, también un Van Zant, de la estirpe de la caballería sudista, figura que esbozo, o mi mente sugiere, con rasgo y trazo grueso, muy profuso, ya envejecido, un Van Zant más vetusto y licuado en alcoholes destilados sin marca, un RONNIE que no hubiese escapado de su cuerpo en aquel terrible y dramático accidente de octubre de 1977 (fecha de coincidencia además que recibo también como dato para añadir a su imagen de variados recursos) superviviente por la gracia de Dios más que sureño de gracia, y volando ya anciano entre pájaros libres, acordes de bluegrass que chirrían brillando, viejas fotos de familia en sepia sin marco, tomando mojo en tabaco de mascar el de Arizona mientras escupe desde algún punto indeterminado de la Jacksonville mugrienta, solemnes imagenes de la magia y la leyenda, de lo que el mundo le niega a la vida…o de lo que la vida le niega al mundo…en cualquier caso allí está el tío, JOHN DUER, celebrando su amor por el Blues, sudando agua milenaria del Guadalquivir a través de su barba noble mientras mi mente, cada vez más excitada o al mismo tiempo excitante, me sigue ofreciendo pistas, espejismos más bien que contemplo y conservo…todo en orden…allí están cuatro tipos que son de lo mejor que yo he oído últimamente por aquí revisando música de los ciclos perpetuos, ese amor que no contempla fronteras, que duele y que establece vínculos, vivencias etéreas engullidas como Bourbon, licor de otra dimensión quizás lejana, no lo sé…acaso importa?
Íntimo, de víscera y corazón robusto, el repertorio friki de Juan Barba Blanca es de todo menos extraño, no hay rarezas que yo distinga a la luz mientras el grupo derrama sus latidos de terruño profundo frente a la valiente audiencia que el sol pisotea como a insectos…pero da igual, por momentos te encuentras en otro lugar, sin haberte desplazado, viajando quizás a bordo del slide que se desliza sibilante por las cuerdas vidriosas de la guitarra de Buddy García, o propulsado así fuese un cohete el cerebro, gracias al eco de sus limpios arpegios mientras el sol ya es luna, cayendo la tarde mientras resuenan fragancias de tiempos remotos que se pierden entre las nubes y el sonido plácido de la banda se embriaga, navegando en transparencias, turbios recuerdos de una cultura dañada por el látigo, la más sórdida frustración.
Cierran su actuación los del Toledo tejano tras haber embellecido con sus plegarias, cantos de credo y fé, letanías fúnebres, los momentos previos al crepúsculo, se despiden tras haber tocado un repertorio propio que es el que en parte queda plasmado en esos dos hermosos discos de estudio que han grabado hasta la fecha, alguna versión que se me escapa, que Barba Blanca comenta pero que mi mente deja escapar ocupada como anda en su refugio contra las llamas o inventando alguna cosa nueva mientras se oculta fuera de mí sin yo saberlo…los frikis se retiran tras habernos congregado frente al escenario pese al calor, diez…quince personas cuando despegan iniciando el repertorio…luego más, es posible que cuarenta, cincuenta..aún no demasiadas, pero suficientes…pero si estamos allí, mientras muchos se sienten seguros bajo las carpas, la arboleda que circunda el recinto, alguna razón existe, y si no es así, pueda ser que de otra forma llegue a serlo, obviamente me da igual…
Barba Blanca y su Blues de la Sagra negra, el Mississippi, la voz y la roca, el lobo que aúlla…Buddy light eco-slide guitar, el sol criminal, la tierra que se funde bajo mis pies…no requieren posibles figuraciones, me basta escuchar, transportarme; no obstante, disfrutarlos en comunión, de cerca, en garitos, tugurios de supervivencia urbana, aunque para ellos no sea del todo justo el aspirar a tan poco, se me impone algo básico…hábitat natural el calor que los cuerpos, concentrados en un pequeño espacio de actuación, desprenden por sí mismos al recibir la música, algo esencial o así lo entiendo yo, para disfrutar al máximo lo que la realidad de la expresión del alma requiere, una especie de interacción mística que en lo grande se pierde, derretido el valor de un posible secreto además bajo el sol cuando el astro hijoputa, soberbio, desplegando su fuerza sin poderse evitar, se desata imponente, sin piedad ni atender confidencias.
Queremos (mi mente, yo, y seguro que alguien más) volver a verles…rastrear el caudal de su plasma añejo, cercana la piel, próximo el sentimiento….bienvenidos sean, con sol o sin él.
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