En el corazón de Madrid, en la calle Manuela Malasaña, a la que da nombre al barrio se encuentra el restaurante Bolívar, todo un clásico en la capital de España en lo que a comer bien se refiere. Su cocina es de producto, basada en el recetario clásico pero con un punto de innovación. Lo justo y suficiente. Tienen carta y es buena pero siempre que hemos visitado el Bolívar nos decantamos por uno de sus menús degustación. Lo bueno es que tienen varios, según temporada, por lo que van cambiando con el paso de las estaciones y ofreciendo jornadas especiales. Así que esto que usted va a leer corresponde a nuestra última visita pero es más que posible que vaya a cambiar en unos meses.
Un restaurante de calidad donde tampoco hay que dejarse medio sueldo, por ello aparece en la Guía Michelín como Bib Gourmand, ya se sabe aquellos estupendos en su relación calidad- precio, cosa de la que no podemos estar más de acuerdo.
Tras una cerveza de aperitivo que nos sirvieron con unas aceitunas gordales aliñadas comenzaba el menú con una copa de rosado Mesta, monovarietal de tempranillo de las bodegas Fontana, con denominación de origen Uclés. Fresco, no demasiado ácido y con un color fresa muy bonito. No somos muy de rosados pero hay que reconocer que maridaba bien con un salmorejo canónico, perfecto de sabor y con su huevo y jamón picado.
Similar fue el maridaje entre un Mesta verdejo, de la misma bodega que acompañaba a unas inenarrables croquetas de hongos y cecina con ali oli de pera. Cremosas y exquisitas y con las que nos quedamos con las ganas de pedir una ración. Por cosas como esta merece la visita al Bolívar.
Arriesgada fue la siguiente combinación entre plato y vino pues con un Cariñena de nombre El Gordo y monovarietal de syrah se atrevían con su espectacular mero al horno con salsa de mariscos, acompañado de una alboronía de verduras y patatas chips naturales. El pescado en su punto y, sorprendentemente, su afrutado y la poca barrica conseguían que casase bien este maridaje “a priori” tan poco natural.
Y seguíamos con los tintos con un Mago de Pioz, procedente del mismo pueblo alcarreño. Vino de la Tierra de Castilla, con cuatro meses de barrica, predominio de fruta roja, del bosque, especias y vainilla que acompañaba un rico, sin más, solomillo ibérico al oporto, con la salsa por debajo de la carne y guarnición de patatas fritas y puré de manzana.
Como postre un más que decente bizcocho de chocolate con helado del mismo sabor para poner el toque dulce a este establecimiento siempre recomendable, decorado con gusto, pequeño y coqueto. Un lugar con encanto en el centro de Madrid como es el restaurante Bolívar.
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