CHEZ KANE – Viviendo el sueño de otros tiempos…
A CHEZ KANE me la creo, me la creo y la disfruto sin reservas aun no siendo su estilo lo que más pueda gustarme porque sé que se entrega en lo que hace, cuando lo hace.
Su pasión, su entusiasmo, toda esa maravillosa actitud de chica sencilla enamorada que se convierte en princesa cuando el amor de sus sueños la corresponde y le concede un futuro pleno de felicidad, son por completo reales. No hay engaño.
Ella vive ese sueño, lo abraza, lo saborea y lo comparte y le canta a la vida con tanta emoción que uno siente su fuerza, una radiante energía que se hace dueña de la música y la impulsa hacia el cielo, canciones que se pueden corear con el puño en alto bajo el sol tremendo del IMPERIUM que las derrite para que floten llenas de luz sobre un mar de almíbar, navegando entre guitarras y estribillos incendiados por los recuerdos.
CHEZ KANE, lo que hace, cuando lo hace, cuando su voz se refleja en toda esa musica de esos años que no ha vivido pero que hace suyos gracias al corazón, parece haber llegado de una época que seguro podría haberla recibido por todo lo alto de ser suya la imagen de un viejo tiempo en el que las grandes canciones melódicas del Rock llegaban a mucha gente…ella es una nueva PAT BENATAR, una LEE AARON de dulces registros, la LITA que deja de ser RUNAWAY y carda su pelo haciendo del cuero vestidos de gala convertida en tigresa…y no sé si se debe apreciar, porque no sé si importa, ya que mucho hay en ella de todo lo que sin duda la convierte en estrella de su propio firmamento, esfera celeste como burbuja de un cuento cuyo ensueño sin límite nunca debiera romperse.
Las canciones de CHEZ KANE, su respuesta emocional ante la experiencia que supone el vivir, las disfruto, y ello me hace sentir bien, me hace sentir genial, recupero mis 13 años y créeme amigo que cuando eso sucede lo demás no importa. Olvídalo, si piensas que importa, las prioridades se entienden distintas.
Así son o así creo verlas yo, las vivencias que el mundo precisa a veces para escapar de su propia naturaleza interna, destructiva y siniestra, valores específicos de una realidad que oprime y debilita mientras se piensa que por el contrario, todo ello (pueda ser que incluso más) termina por hacerte fuerte. La tierna fantasía melódica de CHEZ KANE se convierte entonces al proyectarse desde las tablas del inmenso Cartagena -en todo momento su voz sin flaquezas- en un potente pálpito de sensaciones y fuerza interna que arrasa el escenario con una presencia mágica y señorial, como aquellos caballos de raza implosiva cuyo porte sabes reconocer gracias a la pureza, la belleza que les magnífica, dibujándose la vida, el amor en cada movimiento. Maravillosa.
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