“Atracción fatal” fue el mayor éxito a nivel artístico de Adrian Lyne, nombre que regresó el año pasado en plena senectud con la mediocre «Aguas profundas». Un hábil realizador que generó cierta polémica y buenos réditos económicos con productos como “Flashdance” o “Una proposición indecente”. Con “Atracción fatal” consiguió perpetuar un miedo ancestral en los varones: la infidelidad y los problemas que se puede suscitar de ello. Un hombre que lo tiene todo pero tiene un idilio ocasional con una compañera de trabajo que resulta ser una psicópata que al no aceptar la ruptura, desatará un caos vital poniendo en peligro la vida de su familia y su posición y reputación en la empresa. La jugada fue maestra logrando seis nominaciones al Oscar (entre ellas dirección y película) perdiendo contra “El último emperador” (algo lógico) y Glenn Close contra Cher en “Hechizo de luna” (incomprensible).
Pues con estos mimbres, sus creadores Alexandra Cunningham y Kevin J. Hynes han intentado hacer un paralelismo con la cinta de Lyne pero pasado por el tamiz de los nuevos tiempos. Y como suele pasar, casi siempre, el resultado es fallido.
Leemos que “la serie explora los temas atemporales del matrimonio y la infidelidad a través de la lente de las actitudes modernas hacia las mujeres fuertes, los trastornos de la personalidad y el control coercitivo” pero en lo que muestra la serie no hay ningún aspecto que delate esa crítica a la sociedad patriarcal. Lo que tenemos es otra Alex Forrest que no acepta la ruptura y que empieza a acechar y cometer terribles delitos por problemas de salud que en uno de los episodios provienen de un “complejo de Electra” con su impresentable padre que hace que busque ese cariño en otros hombres, mientras que la hija de Dan Gallagher se va acercando a esa locura psicoanalítica (no en vano estudia a Jung) por tener un idilio con su director de tesis.
Mientras tanto el guion se inventa una historia donde el abogado sale de prisión por el asesinato de Alex Forrest, tras quince años de reclusión, uniendo pasado con presente mediante “flashbacks” buscando ser declarado inocente del crimen (en la película de Lyne sí que se acababa con la vida de la psicópata). El problema es que no funciona ni como drama, ni como “thriller” y el suspense brilla por su ausencia, lo que al final se convierte en un producto donde es sencillo perder cualquier tipo de interés. Además, para colmo, la serie contiene unos cuantos “deus ex machina” impresentables siendo los más evidentes la figura del díscolo padre y la absurda conclusión del caso aunque dejan la “puerta abierta” a una segunda temporada.
Entre los actores, el papel que interpretaba Michael Douglas pasa a Joshua Jackson, inolvidable protagonista de “Fringe”, que se limita a estar con cara seria y compungida toda la serie, Lizzy Caplan lejos del terrible papel de Glenn Close y mejor Amanda Peet como la abnegada esposa que encarnaba Anne Archer en la película original.
“Atracción fatal” es una reinvención innecesaria cuyos mejores momentos ya se habían plasmado en el largometraje de Adrian Lyne (que a pesar de las candidaturas al Oscar tampoco era una obra maestra) y que parece apostar por exprimir antiguos éxitos de la Paramount, pues vemos que en el catálogo del canal figuran un “spin off” de “Grease” y otra reinvención de “American Gigolo”. Miedo da.
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