Inspirada en la compleja relación de los dos vocalistas principales de Fleetwood Mac, Stevie Nicks y Lindsay Buckingham, “Todos quieren a Daisy Jones” es un interesante acercamiento a esa convulsa época del rock que fueron los años setenta.
Basada en un libro de Taylor Jenkins Reid (quien también colabora en la serie) se nos narra el auge y caída de un grupo desde sus modestos orígenes en un garaje en Pittsburgh, como van reclutando miembros hasta llegar a Los Ángeles, fichar por un sello importante y dar el salto adelante con el “fichaje” de una ambiciosa cantautora. La química especial entre los dos cantantes y compositores es evidente aunque uno este felizmente casado pero también los problemas existentes por sus egos desmedidos, sus miedos y el complejo carácter de los artistas que convierten su relación en tormentosa, en una “montaña rusa” de emociones, uniendo el amor y el odio, los caprichos desmedidos y los excesos con el alcohol y las drogas.
Desde el punto de vista técnico este “Daisy Jones and The Six” es irreprochable trasladando a la perfección esa década, una ambientación soberbia tanto de clubs, festivales o grandes recintos y ciudades como Pittsburgh, Los Ángeles y Nueva York. Además cuenta con el añadido de un estupendo punto de arranque pues comienza por el final, con la última actuación en 1977 que dio a la desaparición de la formación. A partir de allí y en formato documental con entrevistas de los personajes en la actualidad se nos narra que sucedió en el pasado para comprender las motivaciones que llevó a ese hecho cuando la banda se encontraba en un punto álgido. Éxito musical pero jalonado por un fracaso personal en sus dos líderes. Una fórmula que engancha y que consigue mantener el interés.
Además la puesta en escena es convincente siendo los nombres fundamentales los de James Ponsoldt, un cineasta cuyo título más importante fue “El círculo” con Tom Hanks y Emma Watson, en la primera mitad de los diez episodios y Nzingha Stewart, cuya carrera más relevante ha sido en el medio televisivo, en la final. Ponsoldt nos sitúa, presenta y lleva el peso dejando la conclusión a Stewart, dividiendo el auge y caída, el amor y el odio y las dificultades de la creación en sus dos protagonistas, dejando como secundarios al resto del grupo como puntos de unión o de problemas, los “managers” tanto el de la discográfica como el de la gira como figuras de autoridad, de resolver problemas y la mejor (única) amiga de Daisy Jones como pionera de la música disco para narrarnos otra historia sobre la oculta homosexualidad en las estrellas musicales en esa década. Quizás este último punto sea el más flojo argumentalmente pues no está lo suficientemente desarrollado.
Lo que no termina de convencer es parte de la personalidad de Daisy Jones pues Billy Dunne es un tipo atormentado marcado por su anterior drogadicción que intenta superar y por el imposible amor que siente a Daisy Jones debido a la fidelidad hacia su esposa. Un personaje humano, con dudas, errores, aciertos pero también buenos sentimientos mientras su pareja en escena es una ególatra narcisista, alcohólica y adicta a las drogas que en su vanidad y egoísmo sólo intenta que la única visión correcta sea la suya y que sus caprichos sean la ley imperante. Como se presupone talento en ella, el resto de integrantes de The Six actúan como comparsas para darle la razón y sobre todo, en un ejercicio de sororidad, la teclista quien también ejerce un poderoso influjo sobre el guitarrista principal. En ese eje las relaciones amorosas heterosexuales están dominadas por las mujeres. Para ello, el reparto es acertado con Riley Keough en un papel tan complicado de empatizar como aquella psicópata asesina en «El diablo a todas horas» y al británico Sam Claflin, cuya fama se cimentó en la saga de “Los juegos del hambre”. Entre los secundarios, unos intérpretes jóvenes y atractivos y como punto veterano Tom Wright y Timothy Olyphant que consiguen una serie entretenida con virtudes pero con unos cuantos defectos en su trama que lastran el resultado final.
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