Escondido en la calle Antonio Pérez entre Antonio Costa y Velázquez, en Madrid, se encuentra Oceánika, un sorprendente restaurante peruano especialista en “trampantojos”. Todo un espectáculo visual, un deleite para los sentidos y una forma estupenda de pasarlo bien comiendo. Cocina de calidad, con un punto “canalla” y un servicio en sala espectacular, con múltiples platos terminados en mesa, local cómodo y con gran variedad de sabores que fluctúan entre lo “nikkei” y los guiños a la restauración española.
Un ágape que tras dar buena cuenta a unas cervezas, mientras pensábamos que pedir, comenzó con un clásico de la casa como son los churros con chocolate, el primer “divertimento” que consistía en harina de maíz frita y rellena de queso, acompañado de una caliente pasta de judía negra donde mojar.
Plato rico y simpático aunque mejor nos pareció el bloody mary con efectos transmutadores, preparado en coctelera en mesa, con pimienta, salsa perrins, vodka y tabasco para brindar por los buenos momentos. Un cóctel estupendo que esconde en su interior un ceviche de langostinos que se come después. Como dice su responsable Carlos Pérez: “-aquí no es nada lo que parece-”.
Tras los entrantes decidimos “atacar” varias de sus propuestas de ceviches y tiraditos, quizás los nombres más conocidos de esa fusión japo- peruana conocida por “nikkei”. Maravilloso el “ceviche a la llama”, terminado en mesa con soplete y que envuelve en su hoja de plato un interior de corvina, con su choclo, cancha, cebolla roja y una salsa de ají amarillo magnífica.
Además bien maridado con una botella de Rebisaca, un Rías Baixas de uvas Albariño y Treixadura. Magistral, tanto como el tiradito e atún, de los más ricos que hemos comido, con una salsa nikkei, con el punto perfecto de soja y acompañado de unas palomitas de maíz para mojar. Dos platos de enorme categoría.
Está claro que uno no se puede ir de Oceánika sin probar su lomo saltado, presentado en piedra volcánica mexicana, con unos buenos trozos de ternera con verduras pero acompañado de unos falsos spaghetti, hechos con tortillas de trigo, pues como dice Carlos Pérez en mesa, “-ni somos mexicanos ni italianos, así que lo mezclamos todo con la salsa-“. Sabor excelente y otro plato que nos convenció.
Como postre elegimos el sweet sushi, otro simpático trampantojo, con base de arroz con leche glutinoso, una loncha de membrillo de guayaba por encima y como wasabi, una compota de jalapeños. Además lo maridan con una copita de palo cortado.
Restaurante con un concepto interesante, precios ajustados, buenos sabores y presentaciones y la sensación de que regresaremos a probar el resto de su carta a no mucho tardar. Genial opción este Oceánika.
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