Basado en una historia real pero cambiando a los holandeses por franceses (existe un documental sobre el tema titulado “Santoalla”), Rodrigo Sorogoyen firma una de sus mejores películas. Lo que tenemos aquí en las luchas intestinas entre dos familias en una pequeña aldea gallega. Una del pueblo, ganaderos que apenas sobreviven y a los que se les hizo promesa de dinero para que su villa fuese parte de un parque de energía eólica, contra otra de origen galo pero asentada hace años que vive de la agricultura ecológica y que prefiere preservar el patrimonio no sufriendo la contaminación visual y el peligro para las aves de los enormes molinos.
Sorogoyen utiliza el “thriller” casi en clave de “western”, sustituyendo a cowboys con rancho y dinero contra labradores por cultos agricultores que saben invertir contra ignorantes basados en el rencor y el solventar conflictos con la violencia. El director toma partido por la cultura frente a la ignorancia, por la civilización contra la barbarie, algo que nos recuerda al divertido libro de Nigel Barley “El antropólogo inocente” donde se criticaba esa cosa tan urbanita de ponderar a la gente menos instruida en territorios ignotos. Recuerdo un momento especialmente divertido cuando a la tribu africana se le ofrecía la dinamita que utilizaban para pescar mucho más, obviando ciclos reproductivos o diferentes especies. Algo parecido sucede en “As bestas” cuando no entienden algunos amigos porqué deja la tierra en barbecho.
El ritmo narrativo es parsimonioso, con la tensión generándose “en crescendo”, en cada secuencia, en cada situación. Pero a pesar de ese ritmo cadencioso las casi dos horas y cuarto no aburren pues el guion de Sorogoyen e Isabel Peña es medido y trata al espectador como ser inteligente, cosa que se demuestra en el intento de verosimilitud pues todos los personajes tienen una motivación para cometer sus actos y, sobre todo, juega con la baza del idioma pues los locales hablan entre ellos en gallego, los franceses en francés y cuando interactúan en español.
Sorogoyen consigue con “As bestas” emular sus mayores éxitos en el largometraje como son “Que Dios nos perdone” y “El reino”, demostrando ser uno de los mayores talentos que ha ofrecido España en la última década. Nos alegramos su vuelta a la gran pantalla pues sus últimos trabajos se habíancentrado en la televisión con significativas muestras como “Antidisturbios” y algún capítulo para la nueva versión de “Historias para no dormir” o “El apagón”.
Técnicamente “As bestas” es una cinta modélica jugando con el gris del clima gallego en una fotografía sombría de Álex De Pablo que refleja a la perfección la tristeza de esa tierra deprimida para el inculto y de oportunidades para aquellos que eligen huir del bullicio de la metrópoli para iniciar una vida más tranquila, cosa que también resalta la banda sonora de Olivier Arson que con sus juegos orquestales con cuerda genera una enorme tensión. Y si Sorogoyen se convierte en el maestro de ceremonias de un equipo acertado y un autor con gran dominio de la puesta en escena, los actores funcionan bastante bien en el caso de los foráneos Marina Foïs y Denis Menochet, convincente Diego Anido y espectacular un Luis Zahera que hiela la sangre desde su primera intervención llevando la voz cantante en una partida de dominó. A partir de ahí, roba plano a todo el que se sitúe a su lado, dejándonos para el recuerdo a este hombre amargado que todas sus fechoría se basan en el resentimiento, en la envidia y en unos sueños imposibles de prosperar en la vida. Algo que ejemplifica a la perfección su título basado en la “Rapa das bestas”, fiesta gallega para cortar crines y marcar caballos salvajes de raza gallega. Una analogía perfecta para explicar el por qué uno de los hermanos tiene una discapacidad y para narrarnos el horrible asesinato que marcará el destino de las dos familias. Una estupenda película la que nos ofrece ese gran creador llamado Rodrigo Sorogoyen.
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