Los hermanos Lumière inventaron el cine allá por 1895. Patentaron lo que se conoció como cinematógrafo, desarrollando los trabajos de las fotografías en movimiento. Su presentación fue con la proyección de su 1ª filmación, “Salida de los obreros de la fábrica Lumière” en Lyon Monplaisir en marzo de 1895.

Desde entonces hasta el estreno de “El cantor de jazz” en 1927, el cine fue desarrollando su arte a través de las técnicas innovadas por los directores y productores que llevaban su trabajo hasta el extremo, con la característica común de no sincronizar el sonido, siendo únicamente la música en directo lo que se podía escuchar en las proyecciones, dando lugar a múltiples cintas que no pararon de transformar un invento más en arte.

Los cortos de Georges Meliés o de James Williamson, las primeras filmaciones apreciables, siempre en modo cortometraje, como “Asalto y robo al tren” de Edwin S. Porter, o las sagas de Fantomas de Louis Feuillade, o las tiras cómicas de Mack Sennett, los inicios del trabajo de grandes directores históricos como Cecil B. DeMille, Allan Dwan, Ernst Lubitsch, John Ford o Frank Lloyd, los seriales del oeste de William S. Hart, o el considerado más largo de la historia de J. Gunnis Davis sobre “The hazards of Helen”, o las innovaciones constantes en la obra de Segundo de Chomón, todo forma parte de los inicios del considerado como el séptimo arte.

 

 

Hay algunos directores y técnicas de esos primeros años que se consideran el germen del cine, las innovaciones constantes de mentes que debían crear obras en movimiento sin palabras, y la inspiración daba muestras constantes del ingenio de aquellos que iniciaron la evolución del arte definitivo del siglo XX.

Nombres como D.W. Griffith, Victor Sjöstrom, Abel Gance o Fred Niblo abrieron puertas que, con el paso de los años y la evolución constante de las técnicas cinematográficas, conquistaban al público de todo el mundo.

El abanico es enorme y la repetición de algunos directores es casi obligada, pero el drama, la comedia, el terror, las aventuras, todos los géneros fueron pasto del genio evolutivo de sus creadores.

Algunos actores se encumbraron por su demostración interpretativa, casos de Buster Keaton, Harold Lloyd, Lillian Gish, Stan Laurel y Oliver Hardy, Fatty Arbuckle, Mildred Davis, Lon Chaney, Mabel Normand, John Barrymore, Virginia Rappe o Max Linder siendo las primeras estrellas del celuloide hasta que Rodolfo Valentino, Mary Pickford, Louise Brooks, Douglas Fairbanks, Pola Negri, Charles Chaplin, Marion Davies o Gloria Swanson convirtieron la iconografía mediática en idealización mística, creando una idealización que los convirtió en estrellas mundiales.

Siempre se lanzan listas con las mejores películas mudas de todos los tiempos, pero vamos a intentar ampliar esa decena de cintas que suelen aparecer siempre con un puñado más de películas imprescindibles para los amantes del cine. No pretendemos designar lo mejor del cine mudo, tan solo unas cuantas películas que merecen un visionado, que demuestran que más allá del sonido había un talento y un volcán de ideas en plena erupción. Quizás 100 sean muchas, o pocas según cada lector, pero pueden servir para abrir un camino temeroso para muchos y fascinante para otros.

Dejamos una pequeña selección de 100 películas que merecen un visionado y ser reconocidas como parte de esas obras maestras que pasan a la historia por derecho propio. Nos pondremos una única condición, que la duración sobrepase la hora de duración para eliminar los cortometrajes o mediometrajes, intentando abrir un selecto abanico de obras imprescindibles. Dejamos fuera joyas del tamaño de “El moderno Sherlock Holmes” de Buster Keaton o los innumerables cortos cómicos de Charles Chaplin creando el personaje de Charlot que le hizo pasar a la historia. Y vamos a dividir la producción salida de Estados Unidos de la generada en Europa. Japón o la India son otros centros fundamentales, pero limitaremos nuestras propuestas para dar facilidad a encontrar lo que pueda interesarte. Hoy en día pueden encontrarse la mayoría de títulos propuestos y, por lo menos eso espero, alguno te llamará la atención.

 

ESTADOS UNIDOS:

Vamos a nombrar a 7 directores que, por su importancia, deben destacarse como ejes fundamentales en la evolución del cine norteamericano. Todos ellos cuentan con varias obras primordiales para desarrollar el séptimo arte. Su constante innovación técnica y su demostración de un talento superlativo crearon películas que, tanto tiempo después, siguen siendo básicas para entender y comprender por qué el cine se convirtió en el arte popular por excelencia del siglo XX.

 

1.- D.W. Griffith

Considerado el auténtico creador de las técnicas modernas del cine, comenzó su carrera queriendo ser actor. Inició su trabajo en California con la productora AM&B y, en 1915, ya consiguió un éxito abrumador, donde la ambición y la experimentación con el montaje y el lenguaje cinematográfico lo encumbró. Creó en 1919, junto a Charles Chaplin, Douglas Fairbanks y Mary Pickford, la productora United Artist para conseguir la independencia y control absoluto de sus producciones. Dirigió unas 500 cintas, pero os dejamos las 4 que consideramos imprescindibles y, todavía hoy, de un disfrute absoluto frente a la pantalla.

 

 

El nacimiento de una nación, 1915

Criticada y alabada por igual, lo que es indiscutible es lo que es para la historia del cine. Todas las innovaciones y aportaciones al lenguaje cinematográfico son de una grandeza e importancia tal que las críticas a la historia que presenta, el racismo inherente a la sociedad norteamericana, la alabanza del Ku Klux Klan, la presencia de actores blancos pintados de negro si iban a interactuar con mujeres blancas, etc… dan una visión parcial a sus aportaciones técnicas. Aquí vemos la evolución del montaje, jugando con los planos, los movimientos de cámara, los flashback narrativos… creando una historia narrativamente coherente con carteles intercalados para contar la historia entre juegos de montaje paralelo, profundidad de campo o historias dramáticas análogas entre las familias del norte y el sur. 190 minutos para aprender de cine.

 

 

 

 

 

 

 

 

Intolerancia, 1916

3 horas en las que D.W. Griffith ensambla 4 historias sobre la intolerancia y diversas injusticias. Cada una de ellas se ambienta en una época distinta, desde la caída de Babilonia en el siglo VI a.C., trazos de la vida de Cristo en el siglo I, la noche de S. Bartolomé en la Francia del siglo XVI y un crimen de principios del siglo XX. La demostración de poderío en la muestra de los diversos escenarios, la inmensa cantidad de actores y extras, los decorados, vestuario y demás complementos de una producción cinematográfica, unidos al ritmo y cadencia provocado por el intenso trabajo de montaje, la convierte en un acontecimiento épico y enorme que se mantiene indemne con el paso de los años.

 

 

 

 

 

 

 

Lirios rotos, 1919

Una joven británica, que vive maltratada por su padre boxeador, vive una historia de amor con un chino que la acoge de la calle y la cuida mientras su padre pelea y visita los bares. Una historia de amor contada con delicadeza, sobriedad y buen gusto que la convierte en la película más personal de su director.

Conocido por sus grandes obras de los inicios del cine, largos y revolucionarios en las técnicas cinematográficas, consigue aquí amalgamar todos sus conocimientos en base a la historia. Lillian Gish y Donald Crisp repiten en su obra, componiendo una obra de lirismo y dramatismo sobresalientes.

 

 

 

 

 

 

 

Las dos tormentas, 1920

Una joven emigra a Boston para visitar a su familia rica e intentar salir de la pobreza. Allí conoce a un hombre rico que la engaña con un falso matrimonio y la abandona, pero queda embarazada y alejada de su familia. Buscando sustento logra trabajo en la casa de un terrateniente que la acoge e intenta salir adelante, pero el drama la persigue.

Enfrenta la vida en la ciudad y la vida en el campo, y el fanatismo es el gran rival de las buenas personas y los buenos sentimientos. Griffith vuelve a demostrar que es un maestro mostrando los sentimientos y, una vez más, explota el talento y enorme impacto de los primeros planos de su protagonista más icónica: Lillian Gish.

 

 

 

 

 

 

 

2.- Fred Niblo

De madre francés y padre norteamericano, comenzó su carrera en el cine en Australia, pero fue uno de los fundadores de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Fue uno de los directores más importantes de la época muda, cargando con grandes producciones y dirigiendo a muchas de las estrellas de la época, casos de Lillian Gish, Douglas Fairbanks, Greta Garbo, Rudolph Valentino, Ramón Novarro o Joan Crawford. Películas de aventuras, históricas, románticas o dramáticas, cualquier género se convertía en válido para encumbrar su trabajo y el divertimento del público. Podríamos elegir un puñado de películas maravillosas, pero os dejamos otras 4 que siguen tan frescas y dinámicas como entonces.

 

 

 

 

La marca del zorro, 1920

Primera película importante de Fred Niblo que le emparejó con el héroe definitivo de las cintas de aventuras, Douglas Fairbanks poniéndose la máscara de El zorro. Antiguamente, California formó parte del imperio español, y la nobleza mexicana se enfrenta al despótico dominio del gobierno, siendo D. Diego de la Vega el encargado de encender la chispa de la revolución. La disputa por el amor de una joven frente a un  Capitán sirve de incentivo para aderezar las andanzas, correrías, luchas de espada y volantines de El Zorro. Un montón de actores de 1ª línea han puesto su piel al héroe enmascarado, desde Tyrone Power hasta Antonio Banderas, pasando por Alain Delon, pero puede que estemos ante la mejor de todas las adaptaciones a la gran pantalla del personaje creado por Johnstone McCulley, y junto a “Los tres mosqueteros”, “Robin de los bosques”, “El pirata negro” y “La máscara de hierro” compone un repoker difícilmente superable dentro del género de aventuras.

 

 

 

 

 

 

 

Los tres mosqueteros, 1921

Adaptación de una de las novelas más reconocidas de Alejandro Dumas, con Douglas Fairbanks como protagonista y Fred Niblo como director. Las aventuras del gascón más famoso de la historia, donde su llegada a París, reunión con los mosqueteros de su majestad y aventuras y amores en la capital francesa para ser uno de ellos, conquistar el corazón de Constance y ayudar a la reina contra las intrigas del Cardenal Richelieu.

Con Douglas Fairbanks como D’Artagnan, Nigel de Bruller como Richelieu o Adolphe Menjou como Louis XIII consiguen una de las muestras más rítmicas y geniales del cine silente. Seguro que Gene Kelly se inspiró en los movimientos y saltos de Douglas para su personificación de la cinta en color.

 

 

 

 

 

 

 

Ben-Hur, 1925

Espectacular adaptación de la novela de Lewis Wallace, donde Ramon Novarro da vida a Judah Ben-Hur. Judah es un judío de familia acomodada que pasa por numerosos trances, desde la infancia en que traba amistad con Messala, un romano, la caída en desgracia como esclavo, la adopción de un poderoso romano y la venganza mientras crece la leyenda de Jesús como el salvador prometido por Jehovah. Su fidelidad a la novela ofrece una conjunción perfecta de espectáculo, dramatismo e historicidad. Algunas escenas como la famosa carrera de cuadrigas o la batalla naval de los piratas son absolutamente alucinantes, mezclando con otras más intimistas y sentimentales, dotando a la acción de una pureza que, todavía hoy, llega a todos los lugares.

 

 

 

 

 

 

 

 

La dama misteriosa, 1928

Fred Niblo fue uno de los directores estrella del cine mucho. Responsable de cintas de aventuras que le juntaron con algunos de los héroes de la época como “La marca del zorro” o “Los tres mosqueteros” con Doulglas Fairbanks o “Sangre y arena” con Rudolph Valentino, pero también encabezó grandes producciones como “Ben-Hur” o “Margarita Gautier”. Aquí vuelve a reunirse con Greta Garbo para confeccionar una de las mejores aportaciones al mudo de “la divina” tras llegar a Hollywood. Le une a Conrad Nagel para conjugar una historia de amor, espionaje y aventuras en las que una espía rusa se enamora de un oficial austríaco que cae en desgracia por esa relación. Ese primer contacto para robar una valiosa información deviene en amor real y Garbo y Nagel crean una química muy especial entre ambos, para convertirla en una película maravillosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

3.- Allan Dwan

Canadiense de nacimiento, llegó a Estados Unidos siendo un niño, y muy pronto empezó a trabajar como guionista y director en Hollywood. Sus trabajos junto a iconos como Douglas Faibanks o Mary Pickford le convirtieron en un director muy reconocido, siendo el western y la comedia sus primeras grandes demostraciones de calidad. Con la llegada del sonoro siguió demostrando que tenía algo especial, y descubrió a estrellas de la talla de Rita Hayworth o Carole Lombard, pero dentro del cine mudo podemos destacar otras 4 producciones que nos han hecho disfrutar como seguro que lo harían hace 100 años.

 

 

 

Getting Mary married, 1919

Allan Dwan, director fetiche de Gloria Swanson o Douglas Fairbanks, dos de las estrellas más representativas del cine silente, nos acerca el debut de Marion Davies en una comedia ligera, donde las situaciones cómicas van de la mano del romanticismo. Su falta de pretensiones y su acertada muestra de vis cómica dentro del romance la hacen un referente para este tipo de películas.

Una mujer recibirá la herencia de su difunto padrastro si cumple unas normas durante un año porque si no irán al hermano del fallecido. Se traslada a Boston para vivir con sus tíos, que no la quieren, pero sí la herencia, y estos hacen lo posible para que sus sobrina incumpla y hereden ellos.

 

 

 

 

 

 

 

Robin de los bosques, 1922

Allan Dwan, director habitual de uno de los grandes iconos del cine de aventuras del mudo (hasta en 8 ocasiones trabajaron juntos) es el responsable de la 1ª adaptación de las aventuras de Robin Hood a la gran pantalla. Con guión del propio Douglas Fairbanks y algo alejada de la historia popularizada por Errol Flynn. Divide la cinta en 2 partes. Una 1ª sobre la vida en la Inglaterra de la Edad Media bajo el reinado de Ricardo Corazón de León, y una 2ª donde su hermano Juan se hace cargo del mando al partir el

monarca a las Cruzadas. Las intrigas, venganzas y dureza con que Juan gobierna a los súbditos choca con la bondad y respeto con el que Ricardo lo hacía. La conversión de Robin, de origen noble, en un forajido y el origen de su leyenda es lo que hace más atractiva y convincente esta versión, donde se cuidó todos los detalles, como vestuario, escenografía, reparto (juntó a Fairbanks con Wallace Beery), etc…

 

 

 

 

 

 

 

Juguete de placer, 1924

Tras ser el director fetiche de Douglas Fairbanks, se acogió a Gloria Swanson para cambiar el cine de aventuras por la comedia romántica. Aquí Tessie, una joven que trabaja en unos grandes almacenes y es tachada de tener ideas bolcheviques, acude a una fiesta donde su imitación de una noble rusa le genera un nuevo empleo y una mejora sustancial de salario. Sus relaciones de amor y los giros argumentales sobre la posición social y su visión de futuro, dan una muestra más realista y dramática de la vida en los años 20 en Estados Unidos. También conocida como “Maltratada”, resulta muy entretenida y ágil, debido a su corta duración y el carisma de su protagonista.

 

 

 

 

 

 

La máscara de hierro, 1929

Douglas Fairbanks fue el héroe de acción y aventuras por excelencia del cine mudo. El rey Luis XIII espera un heredero, pero la reina Ana da a luz gemelos y el Cardenal Richelieu oculta a uno de ellos en España. Con el paso de los años, D’Artagnan y los mosqueteros  se reúnen para salvar al rey de las intrigas del Duque de Rochefort utilizando a su mellizo rescatado. La enorme vitalidad y agilidad que Fairbanks da a sus héroes siguen tan vigentes como siempre y supuso su despedida del cine mudo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4.- Buster Keaton

Cómico más conocido por alguno de sus apodos, Pamplinas o Cara de palo, es uno de los que convirtió la comedia física, basada en gags visuales de tremenda fisicidad y pasividad expresiva del protagonista. Llegó al cine de la mano de Lou Anger y Roscoe “Fatty” Arbuckle. Tras la IGM vuelve al lado de “Fatty”, ya en Hollywood, El juicio por violación a Roscoe le hizo independizarse y, al poco tiempo ya era director, productor y protagonista de sus propias películas. Realizando siempre todas las acrobacias, accidentes y locuras que aparecen en sus producciones, compartió el éxito popular de los comediantes más grandes del momento junto a Charles Chaplin y Harold Lloyd. Compartió labores de dirección junto a Edward F. Cline o Clyde Bruckman entre otros, pero aquí dejamos alguna de sus maravillosas comedias. Dejamos fuera alguna que, por su duración no caben en este reportaje, pero son de obligado visionado como “El moderno Sherlock Holmes” o “Siete ocasiones”, pero casi todo su cine es maravilloso.

 

 

 

 

El navegante, 1924

Tras muchos cortometrajes y mediometrajes, Buster Keaton se asienta en la larga duración con esta cinta donde la trama romántica es una mera excusa para el despliegue de trucos cómicos y gags visuales de primer orden. Conocido como Pamplinas o Rostro Pálido por alguno de sus cortos previos, Buster Keaton lleva al frente su propuesta de humor absurdo partiendo del silencio, la seriedad y el físico, siendo el encargado de hacer todos los equilibrios y dificultades que su personaje pasa. La rodó junto a Donald Crisp en la dirección.

 

El maquinista de La General, 1926

Buster Keaton alcanzó su mayor reconocimiento y pasó a la historia del cine con esta cinta sobre la guerra civil americana. Johnnie (Buster Keaton) es un sudista que no se ha alistado, pero que está enamorado de Annabelle Lee (Marion Mack) y ella le obliga a participar en la contienda para llevar a término su amor. Ella y la locomotora que conduce son sus únicos intereses, pero el tren es robado por un comando de la Unión con su amada a bordo. La persecución y el intento de recuperar y retornar a ambas son la excusa para insertar gags continuos, mezclando las escenas físicas con las visuales, copando los 74 minutos de filmación de risas irrefrenables. Aquí compartió la dirección con Clyde Bruckman.

 

 

 

 

 

 

 

 

El colegial, 1927

Edad dorada para Buster Keaton, donde casi todo lo que hacía era destacable. Algunos prefieren “El cameraman” o “El boxeador”, pero me decanto por esta, donde Buster intenta demostrar a la chica que le gusta que es merecedor de su amor, apuntándose a la universidad que ella elige e intentando destacar en algún deporte para atraer su atención. Carreras, lanzamientos, saltos, fútbol americano…, lo intenta con todo, hasta que por casualidad el estudiante perfecto se convierte en el timonel del equipo de remo que vence a su principal rival y consigue a la chica. Su flexibilidad y dotación para las escenas físicas del protagonista encumbran todavía más la comicidad de todas las escenas. Aquí dirigió parte de un film encargado a James W. Horne.

 

 

 

 

 

 

 

 

El héroe del río, 1928

Willie llega de la universidad para ayudar a su padre en la gestión de un barco de transporte del Mississippi, pero se enamora de la hija de su principal rival y resulta un patán para el manejo fluvial. Las escenas cómicas se suceden sin parar, cobrando protagonismo la fisicidad de multitud de acciones que acontecen en el río o en el huracán que sacude la ciudad y se lleva todo por delante. Fantástica, de comicidad tan elegante como violenta, sacando risas sin parar. Y aquí la dirección es compartida junto a Charles Reisner.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5.- Tod Browning

Llegó al cine como actor de comedias para Griffith, pero al poco de llegar a Hollywood empezó a dirigir. En 1915 se produjo un hecho fundamental en su vida, Sufrió un accidente que costó la vida a Elmer Booth y heridas de importancia para George A. Seigman y él mismo. Tras un par de años parado recuperándose, debutó en la dirección y, un año después fue Irving Thalberg el que le unió a su actor fetiche, Lon Chaney. Alcoholizado, abandonado por su esposa y solo ante la muerte de su padre, perdió el trabajo. Pero, poco después se reconcilió con su mujer y con la MGM. Ahí llegan un puñado de películas irrenunciables, que le unirían definitivamente a Lon Chaney y son de un impacto imponente. Con el sonoro logró alguno de sus trabajos más reconocidos, como “Drácula” (1931) o “La parada de los monstruos” (1932), “La marca del vampiro” (1935) o “Muñecos infernales” (1936), pero ahí van 4 películas mudas que son referentes absolutos de lo que vino después.

 

 

 

 

 

 

El trío fantástico, 1925

Primera película realmente notable del imprescindible Tod Bowning. Aquí ya nos muestra alguna de sus constantes: la farándula, los engaños, los crímenes, los disfraces, la farsa. 3 miembros de un grupo dedicado a la feria ambulante, un ventrílocuo, un fortachón y un enano deciden formar un grupo criminal con la pantomima de una pajarería que les servirá de coartada. El amor sirve de punto culminante de la acción y ya vemos un antecedente claro de la cinta que le hizo pasar a la historia: Freaks.

Lon Chaney, Victor McLaglen y Harry Earles protagonizan el punto de partido del cine imprescindible de Browning.

 

 

 

 

 

 

 

Maldad encubierta, 1926

Lon Chaney alcanza el protagonismo absoluto interpretando dos papeles de un mismo personaje. A veces es The Bishop (un tullido bueno, considerado y con buenas intenciones), y otras The Blackbird (delincuente malvado, ladrón y enamorado de una cabaretera). La dupla genera unas situaciones dramáticas que la llevan a elevar su propuesta, y el carisma de Chaney carga con casi toda la responsabilidad de la cinta.

Podría haber elegido otra, pero esta me ha parecido un buen ejemplo de la combinación del talento actoral de Lon Chaney y como director de Tod Browning.

 

 

 

 

 

 

 

 

Garras humanas, 1927

Alonzo (Lon Chaney) es un criminal que vive oculto en el circo de un gitano haciéndose pasar por un lanzador de cuchillos sin brazos. Allí se enamora de Nanon (Joan Crawford) y hace todo lo posible para estar cerca de ella y que quiera estar con él, pero Malabar, el forzudo de la atracción, se interpone.

Tod Browning recurre a todas sus constantes, amor, odio, asesinatos, traiciones, horror…, para convertir una cinta dramática en una genialidad. Las distintas vertientes de la acción la van haciendo crecer durante todo su minutaje para convertirla en imprescindible.

 

 

 

 

 

 

 

 

Más allá de Zanzíbar (Los pantanos de Zanzíbar), 1928

Tod Browning y Lon Chaney vuelve a trabajar juntos  con este drama que mezcla magia y tradiciones africanas. Phroso es un mago que queda parapléjico al pelear con el hombre que se supone que le ha quitado el amor de su esposa, huyendo a África. Allí se hace líder de una tribu caníbal de Zanzíbar y descubre, 18 años después, a ese hombre y a su hija. La enorme presencia de Lon Chaney, en esta ocasión arrastrando las piernas, junto a la presencia imponente de una leyenda como Lionel Barrymore, y la preciosa Mary Nolan, de futuro desgraciado, la hacen más atractiva que otras producciones del momento.

 

 

 

 

 

 

 

 

6.- Frank Brozage

Solo por ser el primer ganador del Oscar a Mejor dirección ya debería aparecer aquí, pero es que además es uno de los directores fundamentales para conocer y comprender el cine. Alargó su carrera más de 30 años en el cine sonoro, pero en la etapa muda ya deslumbró por su talento y dirigió alguna de las películas imperecederas de la época.

Considerado el director por antonomasia del melodrama romántico y sentimental, donde la sensibilidad de los personajes hermanaba con cierto realismo que le emparentó con un lirismo íntimo muy especial. Su filmografía sonora también es fantástica, pero centrándonos en la producción muda, os dejamos otras 4 películas que creemos que pueden despertar el interés por uno de los directores más importantes de la historia.

 

El séptimo cielo, 1927

Chico es un joven que trabaja en las alcantarillas de París, y Diane una joven dominada por su hermana Nana, que se conocen por las circunstancias que la vida les pone delante para seguir viviendo. Él consigue dejar las alcantarillas al ser nombrado regador de las calles de la ciudad, y ella es acogida en su casa pues debe hacerse pasar por su esposa para conseguir dicho empleo. En esas se enamoran y deciden casarse y llevar su futuro de la mano, pero llega la IGM y Chico debe partir al frente. Borzage consolida su arte en el manejo del melodrama romántico, consiguiendo escenas de una poesía que subliman. La pareja formada por Charles Farrell y Janet Gaynor repetiría en varias ocasiones dada su química, y Borzage sienta definitivamente las bases del melodrama romántico.

 

 

 

 

 

 

 

 

Torrentes humanos, 1928

Perdida en casi su totalidad, se ha recuperado gran parte y se ha restaurado con carteles y fotogramas fijos en casi 2/3 de su totalidad, pero su profundo drama romántico merece que los realmente interesados le den un vistazo. Junta Charles Farrel, tras el éxito de “El séptimo cielo”, con Mary Duncan y asienta el dramatismo de la historia de amor que viven ambos en torno a un río y una cabaña en las montañas. Puede que no sea fácil de encontrar, pero los amantes del cine de Borzage y del cine romántico no deben perder la oportunidad de ver otra de esas producciones que lo convirtió el auténtico icono del melodrama romántico.

 

 

 

 

 

 

 

 

El ángel de la calle, 1928

El director siguió explotando la pareja formada por Janet Gaynor y Charles Farrell con resultados notables. Aquí ambienta el melodrama en Nápoles, donde una mujer, en busca de dinero para comprar medicamentos para su madre enferma, se tira a la calle, pero acaba sentenciada a la cárcel por robo y prostitución. Huye y se enamora de un pintor que la toma como modelo para crecer y triunfar en la pintura para esclarecer su futuro, pero el pasado vuelve y la tragedia se ciñe sobre los protagonistas ante la pena que debe cumplir por su pasado y las dudas que aparecen en él. La maestría de Borzage en el género resuelve brillantemente todas las diatribas que se le ponen por delante, convirtiéndose en el maestro absoluto del melodrama silente. Ese año, Janet Gaynor ganó el Oscar a Mejor actriz por sus interpretaciones en “El séptimo cielo” y “El ángel de la calle” de Frank Borzage, y “Amanecer” de F.W. Murnau, y la película obtuvo 2 nominaciones más a la Mejor fotografía y a la Mejor dirección artística.

 

 

 

 

 

 

 

Estrellas dichosas, 1929

Última colaboración de la pareja Janet Gaynor y Charles Farrel con Frank Borzage (aunque Farrell repitió más tarde, pero con otra pareja) en este drama romántico que enfrenta a 2 hombres del mismo pueblo por una mujer. Uno es bruto, rudo, tramposo y maleducado (Martin), y el otro es bondadoso, bueno y amable (Tim). La IGM se interpone entre ellos y la chica (Mary), pero Tim vuelve lisiado y Martin pretende aprovechar la oportunidad. La química entre Janet y Charles es fabulosa y Borzage sabe aprovecharla al máximo, mostrando detalles y gestos sutiles que reflejan el amor desmedido de ambos. Otra de esas joyas escondidas que debemos rescatar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7.- Charles Chaplin

Dejamos para el final al artista total, ya que se encargaba de prácticamente todo lo que hacía. Dirigir, actuar, producir, escribir, componer la música, editar, etc… A través de un empresario teatral británico llegó a Estados Unidos y Mack Sennett es quien le lanzó al estrellato protagonista. Reconocido mundialmente por su creación del vagabundo de buen corazón, Charlot, en 1914, pasó rápidamente a convertirse en una estrella. Protagonizó un montón de cortometrajes que popularizaron su personaje y, desde 1918 se ocupó también de la dirección. En 1919 creó United Artist junto a Griffith, Pickford y Fairbanks. Su importancia, popularidad y categoría traspasó todos los océanos y continentes, y recorrió todos los kilómetros necesarios para convertirse en un icono mundial. Con él, vamos a ampliar la selección hasta 5, aunque directamente os recomendaríamos que vieseis todo lo que podáis de su producción porque es asombrosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

El chico, 1921

Dirigida, producida, escrita, protagonizada, editada y musicada por el propio Chaplin, el vagabundo Charlot acoge a un niño que ha sido abandonado por su madre. La unidad creada entre ambos y su supervivencia crea un montón de situaciones tan disparatadas como cómicas y tiernas. La combinación de todas las señas de identidad de Chaplin hacen de ella una maravilla que sigue creciendo con los años. El joven Jackie Coogan se convirtió en una estrella de la noche a la mañana y esa mezcla de emoción y gags desternillantes la convierten en la obra maestra que es. Majestuosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

La quimera del oro, 1925

El famoso vagabundo trapisondista de emociones sentidas aparece en Alaska, buscando oro. La generación de gags escénicos y visuales es de una grandeza y de un talento tan abrumador que sigue apareciendo en todas las listas con todo merecimiento, un siglo después.

Escenas de inacabable recorrido como el baile de los panecillos, cuando se come la bota, la caída de la casa por el acantilado, etc… y, como en todo el cine de Chaplin, es capaz de combinar magistralmente los momentos más puramente cómicos con la ternura y emotividad más extrema. Una demostración deliciosa de risas, lágrimas, emociones y carcajadas sin paragón.

 

 

 

 

 

 

 

 

El circo, 1928

Charlot, vagabundo muerte de hambre con corazón de oro, como siempre, encuentra trabajo en un circo al aparecer por sorpresa en una actuación y causar la carcajada del público. Se enamora de la hija del dueño, maltratada por él, pero ella cae ante el nuevo trapecista. Las situaciones cómicas generadas por el nuevo payaso y su éxito le acercan a la lastimada jinete. Las caídas, tropiezos, accidentes o persecuciones, todos los gags son válidos para hacerla divertida y las risas van de la mano de los momentos típicamente tiernos de Charlot, pero siempre con la sonrisa como bandera. Maravillosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

Luces de la ciudad, 1931

En 1931, Chaplin seguía con el cine mudo, y aquí nos devuelve a su carismático vagabundo de buen corazón que intenta ayudar a una pobre ciega que vende flores.

La mezcla de humor descacharrante en sus encuentros con el suicida adinerado, y el romanticismo bondadoso junto a la florista ciega, la convierte en una de sus cintas más preciadas. Las escenas cómicas junto a Harry Myers en sus intentos suicidas en el borde del río o en su casa con la pistola, o la famosa escena coreografiada de la pelea boxística conjugan a la perfección con su enamoramiento de la joven invidente a la que ayuda para operarse la vista y recuperar la visión, haciéndose pasar por un millonario.

Una de las películas perfectas para entender la personalidad de Charlot, tan cómico como bueno. Maravillosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tiempos modernos, 1936

Chaplin se negaba a despedirse del cine mudo y, aunque compone la BSO y efectos sonoros para determinadas escenas, sigue fiel a su cine basado en la expresividad y el gag visual. Crítica feroz a la industrialización del mundo, en todos los sentidos, no solo en las fábricas, también en el lado más humano, disfrazado de comedia. Las fábricas, los movimientos obreros, la policía, los grandes almacenes, el amor… cualquier motivo es bueno para afilar las uñas y quejarse con una sonrisa en la boca o criticar con un chiste. Otra de las entrañables obras maestras que nos regalan escenas que han pasado a la historia y momentos sublimes del cine. Su acompañante es la fantástica Paulette Goddard, su amante en ese momento y futura esposa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BONUS

A partir de aquí resaltamos unas cuantas películas más, de otros directores significativos, cuya importancia y relevancia en la historia son determinantes, al igual que otras producciones que, según nuestro criterio, pueden interesar y divertir a los aficionados al cine y estén husmeando entre la ingente producción silente. Nos limitaremos a citarlas por orden cronológico, sin ningún punto de distinción mayor que la fecha en que se estrenó. Esperemos que, por lo menos una, sea de vuestro interés y gusto.

 

El hombre sin piernas, Wallace Worsly, 1920

El director Wallace Worsley, muy relacionado con Lon Chaney, uno de los actores definitivos del cine mudo, se encargó de esta película entre el drama vengativo y el thriller terrorífico, donde un hombre de las altas esferas del hampa de la ciudad no tiene piernas debido a una amputación doble que sufrió siendo niño por error de los médicos.

El carisma del protagonista arrastra toda la cinta, pues la visión de su interpretación sin piernas mientras realizan un busto de Satán basado en su rostro queda para la historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

Los cuatro jinetes del apocalipsis, Rex Ingram, 1921

Adaptación de la novela del valenciano Vicente Blasco Ibáñez, donde una familia potentada en Argentina divide su fortuna entre sus 2 hijas. Una está casada con un francés y la otra con un alemán. Llega la I GM al poco de trasladarse a Europa a vivir y, lo que hasta entonces era un drama familiar, se convierte en una pesadilla, donde la guerra y los 4 jinetes de apoderan de todo. La guerra, la peste, el hambre y la muerte se apoderan de todo y acabarán por destruirlo todo.

La dirección de Rex Ingram, el acierto en la elección de los protagonistas (Rudolph Valentino está perfecto en su papel), los efectos utilizados en la época, un montaje brillante, todo la convierte en una obra a reivindicar como indiscutible de la época. Todavía hoy sigue tan presente y moderna como hace 100 años.

 

 

 

 

 

 

 

Nanuk, el esquimal, Robert J. Flaherty, 1922

Icono del cine documental, donde Robert J. Flaherty nos muestra la vida cotidiana de los esquimales. Nanook y su familia viven en la Bahía de Hudson, Canadá, bajo unas condiciones climáticas extremas, y filma al jefe navegando con su canoa, pescando, cazando o construyendo un iglú mientras su familia le sigue a todos lados. La dureza enorme que representa depender de conseguir comida diariamente, de vivir en una zona donde dependen de las focas, peces y demás animales que pueden matar para sobrevivir, con un frío glaciar y unas circunstancias asoladoras.

El cine documental es, hoy en día, cotidiano, pero casi todo se debe a este enorme documento sobre la vida de los esquimales para abrir los ojos al día siguiente.

 

 

 

 

 

 

 

 

Más fuertes que su amor, Sam Wood, 1922

Película mucho tiempo perdida y restaurada por el Museo de Cine Holandés, es la única que juntó a 2 de los iconos más grandes del cine de la época: Rodolfo Valentino y Gloria Swanson. El 1º era el héroe romántico por excelencia provocaba desmayos en las mujeres de los años 20, y la 2ª se convirtió en un referente icónico por sus trabajos con Cecil B. DeMille o Allan Dwan, pero decido sumar esta cinta por la unión de ambos.

Aquí, ella es una joven de familia arruinada que debe casarse con un hombre mayor rico para salvar a la familia, y él es un playboy millonario que deshace corazones hasta que se conocen y se enamoran perdidamente. Sam Wood, uno de los directores que forjó la leyenda de “Lo que el viento se llevó” y cuenta con varias películas notables en su filmografía, se encargó de la dirección y, sin ser ninguna maravilla, sí se ve con mucho agrado y notas la química desplegada por ambos actores.

 

 

 

 

 

 

 

Oliver Twist, Frank Lloyd, 1922

Una de las incontables adaptaciones al cine de la obra de Charles Dickens, y la primera de “Oliver Twist”, vino de la mano del director clásico Frank Lloyd (uno de los fundadores de la Academia y ganador de 2 Oscar). Dando el papel principal a Jackie Coogan, el niño famoso por “El chico” de C. Chaplin, consigue dar un enfoque realista y dinámico a la magistral historia de Dickens. El gran Lon Chaney está fantástico como Fagin, líder del grupo de ladronzuelos que se dedican a robar y estafar para sobrevivir.

Oliver Twist es una de esas novelas cuya fuerza es tan grande que hay que hacerlo muy mal para arruinarla y, casi todas sus adaptaciones, han sabido trasladarla a la gran pantalla. Aquí, sin necesidad de hablar, nos topamos con una de las mejores.

 

 

 

 

 

 

 

Los diez mandamientos, Cecil B. DeMille, 1923

De Mille divide la película en 2 partes. La 1ª se centra en el Antiguo Testamento, narrando el sufrimiento y la huida del pueblo judío ante los egipcios y la tiranía del faraón. Demostración de poderío, con multitud de extras, unos efectos especiales alucinantes para la época y una épica abrumadora.

La 2ª parte se traslada a principios del siglo XX, donde un par de hermanos se ponen la chaqueta del creyente y honesto uno, y del descreído y ambicioso otro. Las enseñanzas de la madre convierten al primero en decente y ejemplar, pero el segundo solo es insaciable y deseoso de poder y riqueza. Esta segunda parte es menos poderosa que la primera porque es excesivamente ejemplarizante y maniquea, pero las grandes interpretaciones de sus protagonistas consiguen que entres en la historia de pleno.

 

 

 

 

 

 

El jorobado de Notre Dame, Wallace Worsley, 1923

Wallace Worsley era un actor teatral que se convirtió en el director favorito del icono definitivo del cine de terror, Lon Chaney. Sus míticas transformaciones lo convirtieron en una seña de identidad de su trabajo y aquí lo vuelve a hacer, pasando a la historia como el Quasimodo definitivo junto al interpretado por Charles Laughton 15 años después.

La novela de Victor Hugo asalta la gran pantalla de la mano de Universal Pictures, con una magnífica fotografía y un vestuario y decorados espectaculares. La catedral de Notre Dame, las calles de París, las plazas y los interiores son construidos con todo detalle y magnificencia. Supuso el mayor desembolso económico de una producción silente y, cuenta la leyenda, que un tal William Wyler trabajó en dicha filmación.

 

 

 

 

 

 

 

 

El hombre mosca, Fred C. Newmeyer & Sam Taylor, 1923

Un joven se va a la ciudad para hacer dinero y casarse con su novia, pero al llegar trabaja mucho y los problemas no paran de cruzarse en su camino. La comicidad de las situaciones planteadas en la narración culminan con una de las escenas más icónicas del cine mudo cuando Harold Lloyd debe escalar un edificio y queda suspendido de un reloj. Solo por esta escena de esta película ya pasó a la historia del cine porque su sombra no es tan alargada como la de Chaplin o Keaton, pero su genialidad sí.

 

 

 

 

 

 

El tenorio tímido, Fred C. Newmeyer & Sam Taylor, 1924

Harold es un joven que trabaja en una sastrería y les tiene pánico a las mujeres. Cada vez que está con una le da por tartamudear. Escribe un libro con sus ilusiones sobre sus relaciones con las mujeres y lo lleva a la ciudad para intentar que lo publiquen y se convierta en un éxito que lo enriquezca. En el camino se enamora de una chica y su timidez provoca diversas situaciones cómicas que su talento en el slapstick y la comedia física la convierten en una sonrisa constante.

 

 

 

 

 

El ladrón de Bagdad, Raoul Walsh, 1924

Douglas Fairbanks es el encargado de adaptar la historia, producir y protagonizar los cuentos árabes de Las mil y una noches. Aquí ejerce de un ladrón que intenta robar un tesoro del palacio del Califa cuando ve a la princesa y se enamora de ella. La audiencia concedida a los pretendientes que quieren casarse con ella es la excusa para entrar en palacio y conseguir que ella también se enamore de él, pero esa conjunción de príncipes lleva a una carrera para obtener el tesoro más raro y precioso. Alfombras voladoras, cristales mágicos y pociones extraordinarias compiten con él para conseguir a la princesa. Una obra plena de vitalidad y magia que los brincos y saltos de Faibanks o los fabulosos efectos especiales de la época convierten en una ineludible cita al visitar 1924.

 

 

 

 

 

 

 

Avaricia, Erich von Stroheim, 1924

Enorme epopeya dramática donde Erich von Stroheim pone imágenes a un sentido tan humano como la avaricia. McTeague es un minero que quiere casarse con Trina, una mujer a la que ha tocado la lotería. Su relación se centra en el trabajo de él como dentista mientras ella guarda cautelosamente el dinero que le ha tocado. El devenir de los acontecimientos les llevan por todos los terrenos. Él pierde el trabajo y el amor de su mujer y ella solo vive para su dinero… hasta que lo pierde. El director demuestra el enorme talento que poseía, plasmando en pocas tomas la fuerza deshumanizadora del dinero en la sociedad. He tenido la suerte de ver la versión restaurada de 4 horas, aunque se estrenó una de poco más de 2 horas, aunque la grabación original que quería su director era mucho mayor, y ese metraje mutilado es uno de los tesoros ocultos más deseados por los cinéfilos.

 

 

 

 

 

 

El mundo perdido, Harry Hoyt, 1925

Adaptación de la novela de Arthur Conan Doyle, que escribió algo más que los libros de Sherlock Holmes. Producida por First National y con algunos actores reconocidos como Wallace Beery, Bessie Love o Lewis Stone, se puede dividir el film en 2 partes. Una, en Londres, donde el Profesor Challenger (W. Beery) trata de convencer a la sociedad científica sobre el descubrimiento de animales prehistóricos, y otra, en la selva del Amazonas, donde la expedición trata de encontrarlos para demostrar sus afirmaciones.

Lo que destaca, por encima del resto, son los efectos especiales de Willis H. O’Brien, mezclando las miniaturas metálicas con figuras animadas de goma. La aparición de pterodáctilos, triceratops, diplodocus, alosauros…, dotan a la cinta de un encanto especial, siendo un precedente claro del Jurassic Park de Steven Spielberg.

 

 

 

 

 

 

 

La viuda alegre, Erich von Stroheim, 1925

Erich von Stroheim juntó a 2 de las estrellas más grandes del firmamento cinematográfica de la época, John Garfield y Mae Murray, para filmar este drama romántico sobre el enamoramiento de un príncipe europeo, de porte aristocrático, y una bailarina de teatro, mucho más mundana y con las ideas claras. La negativa de la familia real de aceptar el matrimonio del heredero fuera de las familias distinguidas y el hecho de que su primo se inmiscuya en sus relaciones personales convierten una cinta de aire cómico y ligero en melodramático y romántico.

Vista hoy en día vería su metraje seriamente reducido, pero refleja un arte especial en mostrar sentimientos y reflejar sensaciones con una mirada, un primer plano detallado o un gesto minucioso. La maestría de E. von Stroheim puede encontrar aquí una de sus cimas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El fantasma de la ópera, Rupert Julian, 1925

Un director apenas recordado, pero que pasó a la historia al adaptar la novela de Gaston Leroux, con Lon Chaney dejando una de sus transformaciones más aclamadas, el fantasma de la ópera.

Christine es una guapa soprano de la ópera de París que recibe un empujón por parte de Eric, un extraño personaje de rostro desfigurado que vive en las profundidades de la ópera. A cambio, espera recibir amor infinito por parte de su protegida, pero los celos y su fealdad le llevan por el camino equivocado.

Uno de los referente absolutos del cine gótico y de terror de la época muda, con un Lon Chaney espectacular, agrandando todavía más su figura tras “El jorobado de Notre Dame” o “El trío fantástico”, antes de su celebérrima colaboración con Tod Browning.

 

 

 

 

 

 

El gran desfile, King Vidor, 1925

Gran producción del maestro King Vidor que centra la trama en varios frentes. Por un lado, el romántico, donde un joven estadounidense de familia rica no hace nada y termina por alistarse en el ejército para ir a la IGM. En Francia se enamora de una joven gala pese a que ha dejado una prometida en casa. Allí cultivan su amor mutuo y combina la relación entre ambos y el deber militar de él. Por otro lado, aparece la contienda, cruda, salvaje, inmisericorde, y su relación con los compañeros del frente dan vida al salvajismo de la guerra. John Gilbert es el protagonista absoluto de la película y todos los frentes que abarca son con su presencia en primer plano. La cinta fue un gran éxito y se convirtió rápidamente en el clásico que, todavía hoy, sigue siendo.

 

 

 

 

 

 

 

 

El precio de la gloria, Raoul Walsh, 1926

Flagg y Quirt son dos tipos que rivalizan en todo, pero la IGM se interpone entre ellos y son destinados a Francia. Allí quieren a la misma mujer y siguen sus disputas personales con la excusa de conseguir a la muchacha. La sinrazón de la guerra termina por hermanarles y el anti belicismo de la película sienta un precedente imprescindible en la historia del cine. Edmund Lowe y Victor McLaglen se reparten el protagonismo masculino (Raoul Walsh los volvería a juntar un par de años después) y Dolores del Río encarna a la joven francesa que se interpone entre ambos. Un referente inequívoco dentro de la carrera de uno de los directores imprescindibles del cine norteamericano, el gran Raoul Walsh.

 

 

 

 

 

 

 

 

El demonio y la carne, Clarence Brown, 1926

Drama romántico donde el amor por una mujer se interpone en la amistad grabada a sangre entre dos hombres desde la infancia. Uno de ellos se enamora de una mujer casada y, tras acabar con su esposo en un duelo debe marchar 5 años a África dejando a su amigo del alma cuidando a su amada. En ese intervalo, su amigo se casa con ella creyendo que mató al marido por un deshonroso asunto de juego. Clarence Brown es uno de esos directores que nunca aparece en ninguna lista, pero da muestras de su talento en todas sus producciones. Aquí hay escenas de competencia suprema (cuando se conocen Gilbert y Garbo, su primer beso, el duelo con el esposo, el retorno de John a casa…) donde acentúa exactamente lo que debe, dando muestras de su ineludible capacidad para el drama romántico, reuniendo en posteriores trabajos a los protagonistas y siendo el adalid de la Garbo en el Hollywood de esa época.

 

 

 

 

 

 

 

El pirata negro, Albert Parker, 1926

Douglas Fairbanks encarnó a casi todos los héroes de aventuras posibles. Aquí se calza el disfraz de pirata para regalarnos otra de las cumbres del cine de aventuras de la época silente. Barcos corsarios, amor, aventuras, duelos a espada, traiciones, celos…, todos los ingredientes son válidos para estilizar sus cabriolas en las peleas, escaladas o huidas y persecuciones. Una delicia para demostrar que el cine de entretenimiento puro era tan válido en su momento como hoy en día.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El príncipe estudiante, Ernst Lubitsch, 1927

Lubitsch ya estaba asentado en Hollywood, había trabajado con varias de las estrellas americanas y ya tenía un nombre. Aquí dirige a Ramon Novarro, la estrella masculina indiscutible del cine romántico junto a Rudolph Valentino y John Gilbert, al lado de Norma Shearer para, con su estilo inconfundible lleno de guiños y dobles sentidos, contarnos la historia de un joven designado para suceder a su tío como monarca de la nación. Se enamora de una joven plebeya durante sus estudios universitarios en Heidelberg. El romanticismo y pasión generada por ambos chocan con la obligación y el deber, cuando los brindis con cerveza o cánticos con los compañeros tornan en fracs y criados.

 

 

 

 

 

 

 

 

La ley del hampa, Josef von Sternberg, 1927

Antes de conocer y trabajar con Marlene Dietrich, von Sternberg ya se había hecho un nombre en Hollywood, y películas como esta solo lo confirman. Considerada como una de las cintas fundacionales del género de gángsters, presenta a 2 tipos de los bajos fondos que luchan por hacerse con el poder en la ciudad. Bull Weed está liado con Feathers McCoy y ayudan a Rolls Royce Wensel en una disputa con el otro cabecilla  gángster. La relación entre los 3, la ambición del ladrón Weed, el amor de la joven Feathers y la fidelidad del alcohólico Rolls Royce pugnan ante el encarcelamiento y condena del primero. Destaca la aparición de Ben Hecht en la elaboración del guión, por el que obtuvo el Oscar en dicho apartado en la 1ª edición.

 

 

 

 

 

 

 

 

Y el mundo marcha, King Vidor, 1928

La desmitificación del sueño americano de la mano de uno de los grandes directores que ha dado Hollywood. Un chico se enamora de una chica y se casa creyendo que su trabajo de contable no es más que un paso en su ascenso, pero el idealismo le ciega y la realidad le consume. Los dramas que se van presentando en su vida van de la mano del inquebrantable amor de su esposa. La visión de Vidor de ese Nueva York de principios de siglo, con sus rascacielos, sus enormes oficinas repletas de mesas de trabajo, su enorme cantidad de gente, la invasión del coche, etc… muestran claramente la evolución de la humanidad en una de esas películas imprescindibles.

 

 

 

 

 

 

 

 

La mujer ligera, Clarence Brown, 1928

Melodrama romántico en el que Clarence Brown vuelve a juntar a Greta Garbo y John Gilbert. Diana y Neville son muy jóvenes y están muy enamorados, pero ella es rica y él marcha a Egipto para labrarse una fortuna y el honor le permita emparentarse con ella. Ese abandono provoca que ella se case con otro y, tras su suicidio, devanee de unos brazos a otros, mientras él termina casándose con otra mujer que sabe que sigue enamorado de Diana. Un hermano gay, un marido corrupto, un padre manipulador, la adaptación de la novela de Michael Arlen supuso una nominación al Oscar a Mejor logro de escritura, lo que hoy en día conocemos como Mejor guión adaptado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los muelles de Nueva York, Josef von Sternberg, 1928

Bill es fogonero de un barco y solo le dan una noche libre antes de volver a partir. Esa noche quiere pasarlo bien, pero termina rescatando a una joven muchacha que se ha lanzado al agua en los muelles de Nueva York. Pasa la noche con ella y terminan casándose. Parece que solo es un juego, pero los dos sienten algo  y terminan juntos. Josef von Sternberg vuelve a demostrar que es un maestro de la escena, y los decorados y fotografía son tan buenos como la trama que presenta. Además cuenta con la presencia del reputado Jules Furthman firmando el guión que convierte al rudo Bill y a la dulce Mae en matrimonio.

 

 

 

 

 

 

 

 

El hombre que ríe, Paul Leni, 1928

Última película del director alemán Paul Leni, poco antes de morir. Protagonizada por Conrad Veidt, que puede considerarse junto a Emmil Jannings el mayor representante del cine germano de la época, adaptando una novela de Victor Hugo, es el claro antecesor de iconos como The Joker de la saga Batman. En el siglo XVII en Inglaterra, el rey Jacobo II quiere vengarse de Lord Clancharlie decidiendo su muerte y el secuestro y deformidad de su hijo. El protagonismo de las mujeres, en manos de la ciega enamorada Mary Philbin y la caprichosa ególatra Olga Baclanova, determinan el final de la película. Muestra uno de los casos históricos que ennegrecen la historia de Inglaterra, de esos “comprachicos” de niños-juguete que pasaban por las manos de médicos cuyo único fin era deformarlos y convertirlos en atracciones de feria.

 

 

 

 

 

 

 

 

La última orden, Josef von Sternberg, 1928

El primo del zar, gran mandatario del ejército ruso revive sus últimos momentos en el poder antes de la revolución proletaria de 1917, desde su nuevo trabajo como extra en Hollywood. Lo eligen para rodar los días revolucionarios en su patria y ello le lleva a recordar. Emil Jannings da vida a este aristócrata de manera magistral, dando muestra de las dos caras del mismo, poderoso y vital al mando y débil y enfermizo en el exilio. El director que le ha contratado, también ruso, es William Powell, asociado al bando rojo. Y la mujer que une ambos destinos es Evelyn Brent, hilo que conduce la historia de ambos. Última película muda del director antes de la llegada del sonoro y su unión a Marlene Dietrich. Emil Jannings fue el 1er ganador del Oscar a Mejor actor principal por sus interpretaciones en “El destino de la carne” y “La última orden”.

 

 

 

 

 

 

 

 

El teatro de Minnie, Frank Capra, 1928

Comedia romántica del gran Frank Capra que, antes de dominar Hollywood en los años 30, ya demuestra su talento con Bessie Love como protagonista absoluta. Don Wilson es un famoso actor de teatro que, fruto de la casualidad, conoce a Ginger que le contrata como secundario. Los continuos guiños cómicos, la magnética presencia de Bessie, el enamoramiento de los protagonistas…, todo es una simiente de los frutos que harán de Capra uno de los más grandes del género y referencia indisoluble del Hollywood clásico. Esta película estuvo muchísimos años perdida y, gracias a su encuentro y restauración, podemos hoy disfrutarla en todo su esplendor.

 

 

 

 

 

 

 

La reina Kelly, Erich von Stroheim, 1929

La reina Regina (Seena Owen) es caprichosa, ególatra y tirana, pero su primo y prometido Wolfram (Walter Byron) es divertido, vital y enamoradizo. Por sorpresa se adelanta su prevista boda para el día siguiente y el joven es castigado a maniobrar con su escuadrón de caballería. Entonces, se cruzan con unas monjas y sus novicias, donde conoce a Kitty Kelly (Gloria Swanson) y se enamora de ella. Por la noche la rapta y se la lleva al Palacio, donde la reina los descubre. Un drama romántico que, en manos de von Stroheim, está lleno de detalles y anécdotas que recorren su metraje. La maravillosa fotografía se intercala con los rumores de metraje perdido y cortado, los primeros planos detallistas se cruzan con afirmaciones sobre despidos y fracasos. Todo un compendio de lo mejor, artísticamente hablando, y lo peor, desde el punto de vista de la producción.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EUROPA:

Aquí citaremos a 7 directores que han pasado a la historia por la determinación de su obra, ineludibles creadores del lenguaje que, con el tiempo, ha desarrollado la evolución del cine. Alguno de ellos es europeo, pero al llegar a Hollywood, se convirtieron en partes esenciales de la historia del cine en Estados Unidos.

Todos dirigieron películas fundamentales en la época y, muchas de ellas, todavía hoy son consideradas obras maestras. El expresionismo alemán, el realismo social propagandístico ruso, el misticismo religioso o el drama bélico histórico, cualquier movimiento rompedor fue fruto del desarrollo constante de la sociedad y el arte definitivo de su época. Algunos de ellos importaron su talento a Hollywood, y desarrollaron allí otra producción imprescindible.

Aunque no lo incluyamos, debemos citar al cómico y talentoso director y actor Jacques Tati que, basándose en los gags visuales y gestuales típicos del cine mudo y creando un personaje como el Sr. Hulot, que perfectamente podría incluirse en la categoría silente, merecería un capítulo especial. Hay algún caso más que merecería una mención especial, como la recuperación de la esencia del cine silente que dio un Oscar a “The artist” en 2011, pero centrémonos en lo que queremos mostrar y ahí va la selección elegida.

 

1.- Fritz Lang

Comenzó trabajando como guionista en la UFA, y ya en 1919 se estrenó como director porque no le gustaban las adaptaciones que veía de sus guiones. Su 1ª esposa murió y, a raíz del trabajo con su 2ª mujer, la guionista Thea von Harbour, desarrolló sus grandes obras de la década de los años 20. El ascenso del partido nazi le hizo huir a Estados Unidos donde, ya con la imposición del cine sonoro, desarrolló una carrera espectacular. Ya en esos años 20, plenitud del cine mudo, nos regaló obras imprescindibles, rompedoras y magistrales. Ahí van 4 de ellas.

 

 

 

La muerte cansada o Las tres luces, 1921

Dos enamorados que viajan juntos en una diligencia pasan la noche en una posada del camino, pero al despertar, ella ve que con su novio ha desaparecido junto a un extraño viajante. Resulta que es La Muerte que se ha llevado a su amado y le ofrece 3 opciones para recuperarlo.

Primera obra realmente notable del genio alemán, con una de las estrellas del cine germano al frente, Lil Dagover, y su futura esposa a su lado para construir el guión, Thea von Harbou. Cinta imprescindible para entender el establecimiento del expresionismo y del fantástico como iconos del cine teutón de la época.

 

 

 

 

 

 

 

 

El Dr. Mabuse: El jugador & El infierno, 1922

Más de 4 horas y media de cine expresionista de primer nivel, con guión del propio Lang junto a su esposa Thea von Harbou sobre la novela de Norbert Jacques, y que dio lugar a dos películas más en su trayectoria.

Aquí divide la filmación en dos partes, El jugador y El infierno, dando un protagonismo extremo a Rudolf Klein-Rogge como Mabuse. El doctor, mentalista, psicólogo, manipulador y controlador de mentes ajenas, solo disfruta al máximo dominando el destino de otras personas, obligándoles a cumplir sus órdenes, ya sean matar, robar, torturar o cualquier otro desea que imponga a sus súbditos. Se disfraza de varias maneras para adoptar distintas personalidades e ir sembrando el mal por donde aparezca. La ambientación extraordinaria, la acción constante hacia delante, la cantidad de secundarios de personalidad distinguida (el fuerte, el gordo, el asustadizo cocainómano…) son una cara más del plan majestuoso que pretende.

Fritz Lang, junto a Murnau, son las caras más representativas del expresionismo imperante en los años 20 surgido de Alemania.

 

 

 

 

 

 

 

Los nibelungos: La muerte de Sigfrido & La venganza de Krimilda, 1924

Cinta épica sobre la adaptación de la mitología germánica. Dividida en 2 partes, la 1ª se centra en la historia de Sigfrido y su intento de conquistar a la princesa Krimilda. De camino mata a un dragón que, al bañarse con su sangre, lo convierte en invulnerable, o la lucha para que el rey Bunther logre la mano de la reina islandesa Brunilda, pero la lucha entre las mujeres deviene en tragedia que desembocará en la venganza de la 2ª parte. En esa 2ª parte, Krimilda debe casarse con el rey de los Hunos y trama la venganza de la muerte de su amado Sigfrido.

275 minutos en total que adapta los cantares de gesta medievales de los Nibelungos, unos seres extraños que habitan entre las nieblas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Metropolis, 1927

La colaboración de Fritz Lang con su entonces esposa, Thea von Harbou, nos dejó cintas de valor incalculable, pero sin duda “Metropolis” es uno de sus emblemas. La película propone un futuro distópico en el que la sociedad se divide en ricos, que lo tienen todo, y los trabajadores, que viven en condiciones pésimas y dedican su vida a trabajar.

Un día, el hijo del hombre más poderoso se hunde en el subsuelo y descubre cómo viven, y se enamora de María, un joven humilde que se dedica a expandir buenos sentimientos y cariño por donde pasa.

La rebelión guiada por la otra María, el caos que ocasiona y ritmo constante de crecimiento de la acción la convierte en una de las cumbres del género mudo y de la ciencia-ficción en general. Con escenas, imágenes y rostros que han pasado a la historia y, casi un siglo después, siguen tan vigentes como entonces. Redonda y poderosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2.- Sergei M. Einsenstein

Figura indiscutible del cine comunista, desarrolló las técnicas modernas del montaje cinematográfico hasta un nivel en que lo convirtieron en un referente indeleble con el paso de los años. El apoyo de Stalin, al considerar que el cine era el medio perfecto para expandir la propaganda del partido, lo encumbró dentro del movimiento imperante en el país. Sus inicios en el teatro y el conocimiento de varios idiomas (japonés, alemán, francés e inglés) llevaron su arte a cimas más altas.

Escalando posiciones en el Teatro Obrero llegó a dirigir su primera película en 1924 y, casi desde el principio empezó a evolucionar, jugar y desarrollar el montaje como parte fundamental del cine, y ya en 1925, con su 2ª y más reconocida obra, El acorazado Potemkin, obtuvo un reconocimiento a nivel mundial. Las plataformas móviles, las pantallas reflectantes o las fotografías desenfocadas son parte de una filmación que todavía hoy sigue arrojando ríos de tinta y siendo estudiada por el expertos, pasando el montaje a convertirse en referente absoluto de su cine. Aquí van 4 producciones de visionado obligatorio si quieres entender su importancia en el cine de la época y en el desarrollo del mismo como arte.

 

 

 

 

 

 

La huelga, 1925

Cine propagandístico que Einsenstein convierte en todo un clásico por su maestría con el montaje, la puesta en escena y la presentación de los hechos, los personajes, el drama… Un grupo de obreros de una importante fundición deciden ir a la huelga para conseguir unos derechos y subida salarial, pero la administración de la empresa se lo niegan y la tensión entre ambas posiciones terminan por enfrentarse. El director es capaz de subir la tragedia a base de primeros planos, fundidos e intercalado de imágenes que no paran de evolucionar el desarrollo de la trama.

 

 

 

 

 

 

 

 

El acorazado Potemkin, 1925

Los marineros del acorazado Potemkin se rebelan ante el trato vejatorio de los superiores. La carne putrefacta llena de gusanos que les dan para comer sirve de excusa para extender su protesta hasta las últimas consecuencias. Basada en un hecho real ocurrido en 1905, Einsenstein demuestra el dominio del ritmo, la escena y el montaje con una maestría que hace que la sigamos nombrando 100 años después. Dividida en varias partes, vamos desde el barco hasta la famosa escalinata de Odessa donde los soldados disparan contra el pueblo que se está manifestando y vemos la famosa escena del carrito cayendo por las escaleras de la ciudad.

 

 

 

 

 

 

 

 

Octubre, 1927

10 años después de la revolución bolchevique se filmó esta película a medio camino entre el documental y el género épico. El proselitismo político es tan importante como la maravillosa evolución del montaje y la inserción de escenas claramente poderosas. El juego de Einsenstein con las ideas que muestra y sentimientos que quiere provocar la convierte en objeto de estudio e imprescindible para todas las generaciones desde hace casi un siglo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo viejo y lo nuevo (La línea general), 1929

Einsenstein dirige y escribe en colaboración con Grigori Aleksandrov esta cinta propagandística en pro de la colectivización de las granjas ganaderas y agrícolas y del trabajo comunal. La modernización del campo con maquinaria con trabajo y beneficios conjuntos hacia el desarrollo y dejando atrás el pasado. Todo ello salpicado profundamente de un idealismo propagandístico socialista, donde la figura de Lenin, el poder del trabajador y las sonrisas van de la mano. El poderío con el que transmite las ideas, ayudándose del poderoso montaje y la combinación de intensos primeros planos y utilización de todos los elementos que tiene alrededor acentúan la maestría del genio soviético.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3.- Carl Theodor Dreyer

Renegado por su padre cuando se enteró que su madre estaba embarazada y abandonado por su madre al poco de nacer, terminó en un orfanato que le llevó al seno de la familia Dreyer, que le dieron un nombre y una estricta formación religiosa que se ve en su cine.

Empezó escribiendo interludios y guiones de películas mudas. Empezó a dirigir, pero el éxito no le llegó hasta 1925, trasladándose a Francia para rodar una de esas cintas que pasan a la historia pese al poco éxito obtenido. Rodó en su Dinamarca natal, en Alemania, en Noruega, en Francia o Suecia, pero no sería hasta la década de los 40 cuando definió su inconfundible estilo de sobriedad compositiva y una cuidadísima fotografía y puesta en escena. Este puede ser un buen momento para descubrir la filmografía más desconocida de uno de los genios del cine europeo y mundial del siglo XX.

 

 

La viuda del párroco, 1920

Ya desde el principio Dreyer demostró que tenía algo especial. Adapta el texto del autor noruego Kristofer Janson, uno de los más insignes representantes del movimiento unitario cristiano. Aquí hay un par de jóvenes enamorados que quieren casarse, pero él opta al puesto de párroco que ha quedado vacante por la muerte del anterior, y para ello debe casarse con la mujer viuda.

Las costumbres de los vecinos y la presencia constante de la viuda hace imposible la relación entre ellos, pese a que él la ha metido en la casa diciendo que es su hermana. El talento de Dreyer para mostrar todas las caras del poliedro dramático la convierten en su primera gran muestra de competencia a la hora de crear una historia y componer unos planos que determinen los sentimientos de los protagonistas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Las páginas del libro de Satán, 1921

La cinta que más me ha costado porque tenía 3 muy claras, pero podría haber elegido cualquier otra de su filmografía muda. Sin embargo, me decanto por esta porque aglutina mucho de su cine, la religiosidad, la mística, el drama, la historia…, muchas de sus constantes. Aquí narra en varios capítulos las tretas de Satanás para pervertir a los hombres, desde las lecciones mundanas de Cristo, la Inquisición española del siglo XVI, la revolución francesa de finales del siglo XVIII o la ocupación rusa de Finlandia, campando el diablo con varias camisas para seducir la voluntad de la humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

El amo de la casa, 1925

Un hombre trata de forma tiránica a su esposa e hijos hasta que su vieja niñera, que cuidaba de él cuando era un niño, toma parte en el asunto y se hace cargo de reconducirlo y tornar su cruel comportamiento por valorar lo que realmente tiene en casa. Moderno, feminista y social muchos años antes de que existiera esa conciencia social, creando una vanguardia que todavía hoy merece ese reconocimiento.

La sencillez con que plantea la trama y la solidez con que lo desarrolla deja a la mayoría de obras posteriores muy por debajo de la maestría con la que Dreyer pasa a la historia del cine.

 

 

 

 

 

 

 

La pasión de Juana de Arco, 1928

Obra cumbre del genio danés, producida en Francia, donde emplea multitud de las armas de las que dispone para contar el juicio y pasión de uno de los iconos definitivos del cristianismo europeo de la Edad Media: Juana de Arco.

Utilizando picados y contrapicados, primeros planos que agudizan el sufrimiento y la exaltación de detalles que explotan los sentimientos de los protagonistas, Dreyer culmina una de las cintas definitivas del cine mudo mundial.

Juana de Arco es acusada de brujería y la Iglesia la juzga por ello, siendo condenada a morir quemada y provocando una revolución entre el pueblo al considerarla una santa.

 

 

 

 

 

 

 

 

4.- Jean Epstein

De origen polaco y judío, su carrera vino determinada por su trabajo junto a Auguste Lumière en Lyon. Ya en 1922 estaba dirigiendo sus propias obras y, al poco, tuvo como asistente a Luis Buñuel. Referente absoluto del impresionismo francés, es asimismo destacado en la utilización de la expresividad en imágenes más desarrolladas por los surrealistas y vanguardistas en el futuro. Ahí van unas cuantas películas que merecen recordarlo.

 

 

 

Corazón fiel, 1923

Primera película de Epstein, acercándose al melodrama romántico. Una joven huérfana es maltratada por sus padres adoptivos, dueños de un bar en el puerto de Marsella. Marie y Jean están enamorados, pero Little Paul concreta con sus padrastros que se vaya con él. El alcohol, los celos y la violencia dominan su vida. Se lleva a Marie y tienen un hijo, mientras Jean la busca, la encuentra y lucha por ella.

Epstein juega con el montaje y los primeros planos para retratar los sentimientos de los protagonistas.

 

 

 

 

 

 

A la fuerza se ama (Mauprat), 1926

Película destacada por varios motivos. Por un lado supuso el debut de Luis Buñuel apareciendo como asistente de producción (también aparece como extra), y segundo contempló el debut de Epstein como responsable de todos los apartados de la producción. Ambientada en el siglo XVIII, adapta la novela de George Sand, donde un noble huérfano, de nombre Bernard de Mauprat se salva de la horca gracias a su prima Edmée, de la que se enamora. La historia de amor, repleta de complicaciones y tensiones familiares, es el centro de la trama y confiere un melodrama caballeresco a su filmografía.

 

 

 

 

 

 

 

 

La caída de la casa Usher, 1928

Una de las obras cumbres de este director francés de origen polaco que adaptó una de las obras más conocidas de Edgar Allan Poe junto al español Luis Buñuel. El sr. Usher está pintando un retrato de su esposa Madeleine, y a la vez que alumbra de vida la pintura, su mujer la pierde.

Gótica, siniestra, oscura, terrorífica, misteriosa, exasperante, tétrica, alucinógena, tenebrosa, magnéticamente fascinante y estéticamente influyente que, sin duda, fue un claro referente para los futuros trabajos de Jean Cocteau o Roger Corman.

 

 

 

 

 

 

 

 

Finis Terrae, 1929

A medio camino del documental, nos muestra la vida de 4 jornaleros que deben ir de una isla a otras para recolectar un producto con el que se ganan la vida. Allí, uno de los jóvenes sufre un corte en la mano y, tras ser acusado por otro de ellos, lo trasladan de vuelta para que sea atendido por el único médico que reside en las islas.

El trabajo de Epstein es más paisajístico, donde el mar y las vistas de la isla se conjugan con los primeros planos y generales de las tareas que realizan los hombres. Utiliza la cámara lenta para mostrar algunos pasajes y trata de mostrar la vida en esos parajes con actores no profesionales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5.- F.W. Murnau

Alemán, de prestigiosa formación académica y veterano de la IGM como piloto, acabó en el cine por su contacto con el prestigioso Max Reinhardt. Adscrito al movimiento expresionista alemán, se hizo con un nombre rápidamente, rodando algunas de las películas más personales y talentosas del momento. Esa fama le llevó a Hollywood, donde filmó 4 cintas más, de las que 2 se consideran clásicos hoy en día. Murió accidentalmente en 1931, en Santa Mónica. Nunca sabremos lo que podría haber hecho con el enorme talento que atesoraba. Aquí van 4 películas, 3 de su etapa alemana y 1 norteamericana, que dejan a las claras su enorme capacidad en el mundo del cine.

 

 

 

Nosferatu, 1922

Murnau es uno de los maestros indiscutibles del cine mudo, más aún del cine alemán, y aquí nos regala su primera obra muestra adaptando la novela de Bram Stoker. Por falta de acuerdo y dificultades en los derechos cambió los nombres de los protagonistas, lugares y de la bestia diabólica, pero es el Drácula de toda la vida.

Su maestría con los juegos de luces, los claroscuros y sombras, el montaje y escenas novedosas e impactantes la convierten en referente absoluto para el cine de terror.

Además engrandeció su leyenda con la convicción de Max Schreck, actor que encarna al vampiro, al creerse un bebedor de sangre en realidad, tal y como se contó muchos años después en la película “La sombra del vampiro” de E. Elias Merhige, con Willem Dafoe dando vida a Max.

Expresionismo de nivel altísimo que encumbra a su director entre los más grandes.

 

 

 

 

 

 

El último, 1924

Un anciano portero de un hotel de primera es degradado y destinado a los baños perdiendo todo el respeto que su uniforme y presencia merecían. Su primera reacción es ocultar esa situación ante su familia, vecinos y conocidos, pero terminan por descubrirlo. La presencia de Emil Jannings acapara todo el protagonismo de la cinta hasta que nos fijamos en los detalles técnicos, porque Murnau innovó moviendo la cámara por todos los sitios posibles. Hasta entonces todo eran planos de cámara fija y el montaje creaba la magia para escenificar los sentimientos y pensamientos de los personajes, pero aquí combina ese mágico montaje con la traslación de la cámara por todos los pasajes que transitan los actores. Obra maestra indiscutible.

 

 

 

 

 

 

 

 

Fausto, 1926

Adaptación de una de las novelas maestras de la literatura alemana, el Fausto de Goethe, de la mano de uno de sus directores insignia. Un anciano que se ha pasado toda su existencia buscando el sentido de la vida y el conocimiento real que ocultan todas las cosas cae tentado por Mefisto (el diablo) ante la posibilidad de volver a ser joven para siempre.

La demostración de maestría de Murnau en la puesta en escena y el empleo de todas las técnicas que le permitían escenificar la obra de Goethe es magistral. Juegos de sombras, claros y oscuros, primeros planos de expresividad máxima, gestos, muecas y un empleo del tenebrismo y la luz que elevan unos efectos especiales espectaculares para la época. Una obra maestra que sigue haciéndonos lamentar lo que podría haber hecho el director si no hubiera fallecido trágicamente tan joven.

 

 

 

 

 

 

 

Amanecer, 1927

Debut de Murnau en Estados Unidos, con esta maravillosa película romántica, donde un trabajador del campo traiciona su amor por su esposa con una mujer que llega de la ciudad y le incita a irse con él tras acabar con su esposa. El dramatismo de los sentimientos del granjero ante el crimen al que le incitan y el desbocado amor que desprende su esposa hacia él, hacen que esa traición se convierta en amor desmedido hacia ella. Pasan un día entero en la ciudad divirtiéndose y su relación se transforma en algo más.

Murnau demuestra su poder con la cámara, mezclando imágenes de belleza extraordinaria con encuadres pictóricos y primeros planos de los actores protagonistas (George O’Brien y Janet Gaynor) de expresividad suprema. Logró 3 premios Oscar en la 1ª edición de los mismos para Janet Gaynor como actriz principal, Charles Rosher & Karl Struss por su fantástica fotografía, y como Mejor película por su calidad artística.

 

 

 

 

 

 

Tabú, 1931

Último trabajo de Murnau antes de su temprana muerte. Aquí se unió, en principio, al documentalista Robert J. Flaherty, famoso por su trabajo en Nanook, aunque acabaron discutiendo y terminó él solo. Se adentra en el pacífico sur, rodando en Bora-Bora y Tahití, para contarnos una historia de amor rodeada de tradiciones ancestrales y maldiciones tribales. Con un inicio muy documental y alegre, deviene en una tragedia amorosa para escapar del tabú que da nombre a la cinta. Preciosa y poética a partes iguales, con un final para la historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6.- G.W. Pabst

Comenzando como actor y como director escénico, pasó la IGM confinado en un campo de concentración. Al acabar la guerra se centró en el periodismo y el teatro, pero al poco se pasó a la dirección cinematográfica. Primero modestamente, pero labrándose un nombre consiguió rodar con estrellas de la talla de Greta Garbo o  Louise Brooks. Su estilo, cercano al realismo y a la psicología de Freud, imperante en la época, desarrolló un carrera notable, dejando un buen puñado de trabajos notables. Ahí van otros 4 merecedores de ser recordados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bajo la máscara del placer, 1925

Primer trabajo de Greta Garbo fuera de Suecia, en una imagen muy joven, guapísima y menos amanerada que en otras obras suyas de la época muda. Aquí Pabst retrata críticamente la sociedad de la Viena de los años 20. Ricos que buscan tretas para hacerse más ricos y gastan su dinero en obscenidades. Mientras los pobres deben hacer colas enormes para conseguir comida, buscar un matrimonio de conveniencia o prostituirse para sobrevivir.

 

 

 

 

 

 

 

 

Crisis, 1928

Un matrimonio hundido en la rutina y el aburrimiento. Él se dedica plenamente al trabajo y los compromisos adquiridos y ella se aburre y se siente tremendamente sola. Las amistades que hace le rodean de fiestas y varios pretendientes que le hacen perder el amor y confianza de su marido. Pabst sigue de mostrando que es uno de los mejores analizando la sociedad alemana de la época, con unos cuantos dramas familiares que tocan diversas aristas de las relaciones filiales. Aquí da el protagonismo casi total a Brigitte Helm, su musa y reciente caracterización de María a las órdenes de Fritz Lang para el clásico “Metropolis”.

 

 

 

 

 

 

 

Tres páginas de un diario, 1929

Nueva adaptación de la novela de M. Bohme con Louise Brooks como protagonista. Da vida a una joven que acaba en un reformatorio y vive de primera mano la dureza de ello. La vida le lleva por varios derroteros al huir de allí, unirse a un grupo de mujeres en una casa de citas o recibiendo la herencia cuando su padre fallece. El magnetismo de Louise Brooks con la cámara y la crudeza del melodrama lo emparenta con sus otros trabajos “Crisis” y “La caja de Pandora” para completar la conocida como trilogía erótica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La caja de Pandora, 1929

Última cinta muda del director alemán que encumbró a Louise Brooks como un icono, por su peinado, su vestuario, sus bailes, su personaje. Aquí interpreta a Lulú, amoral, muy ambiciosa y sin complejos, que aprovecha sus encantos para utilizar a los hombres para sus intereses. El primer plano con el que Lulú mira a la cara del espectador pasó a la historia del cine, y las míticas mujeres fatales del cine negro le deben mucho a esta película.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7.- Victor Sjöstrom

Nacido en Suecia, pasó una temporada de su infancia en Nueva York, pero la muerte de su madre les hizo volver a su país natal. Allí desarrolló su interés por la actuación y el teatro. La llegada del cine le hizo cambiar de escenario y combinó la actuación con la dirección. Su maestría le llevó a Hollywood respondiendo a una oferta de Louis B. Mayer, y fue allí donde cumplió la mayoría de sus creaciones, así que alargaremos hasta 5 las películas recomendadas, 2 de su etapa sueca y 3 de su etapa en Estados Unidos.

 

 

 

 

 

 

 

La carreta fantasma, 1921

El sueco Victor Sjöstrom dirige, protagoniza y adapta la novela de Selma Lagerlöf, componiendo la primera obra maestra del genio escandinavo. La leyenda dice que el último que muera al terminar el año será el encargado de conducir la carreta fantasma, encargada de recoger las almas de los fallecidos, durante un año entero. Uno de los borrachos que está hablando sobre ello es el último en morir ese año.

Las transparencias, superposición de imágenes o diversos encadenados llevan la acción entre el drama y el terror fantasmagórico. Crítica a las adicciones que la sociedad impone a los ciudadanos a la par que retrato social del microcosmos familiar y social de los protagonistas.

 

 

 

 

 

 

 

 

La prueba del fuego, 1922

Estamos en Italia en el siglo XV, donde una mujer es obligada a casarse con un escultor anciano. Está enamorada de Bertram, y ese amo convierte el matrimonio en odio hacia su marido. Un viejo fraile vende pócimas y venenos por el pueblo y ella compra uno para matar a su marido, y este fallece. Ella es acusada y sometida al juicio divino del fuego para probarlo. El drama vivido por los enamorados protagonistas es representado por el director encerrando la acción las paredes de los edificios que habitan y la religión, tan presente y poderosa en la época. Puede que nadie la nombre entre sus grandes obras, de hecho está bastante olvidada, pero te aseguro que merece la pena y la habitual maestría del director sueco, con sus claroscuros y sus juegos inventivos de efectos especiales y fotografía merecen mucho la pena.

 

 

 

 

 

 

 

El que recibe el bofetón, Victor Sjölstrom, 1924

Fue, casi, el debut del afamado director sueco en Hollywood de la mano de la MGM y estrellas del calibre de Norma Shearer, John Gilbert y Lon Chaney. Paul es un científico que descubre una teoría científica, pero el que se supone su mecenas y amigo, le roba y acaba en un circo como payaso.

“El que recibe el bofetón” es un payaso que coge renombre y va la gente a verlo, pero su sino hace que el traidor aparezca entre el público e incendie el drama romántico con lágrimas de bufón.

 

 

 

 

 

 

 

 

La mujer marcada, Victor Sjölstrom, 1926

Adaptación del clásico de Nathaniel Hawthorne, “La letra escarlata”, con Lillian Gish al frente. Los siglos XVII y XVIII fueron de un puritanismo extremo en el noreste norteamericano y una mujer es acusada de adulterio al quedarse embarazada y dar a luz una niña, cuando su esposo desapareció hace varios años. Condenada a llevar cosida a la ropa una A de adúltera, sufre el escarnio de los vecinos y la soledad a la que la sociedad la condena.

Sin duda, la mejor versión de la literatura de Hawthorne, con una actriz que acapara los focos con sus primeros planos y un montaje fantástico para mostrar los sentimientos sufridos.

 

 

 

 

 

 

 

 

El viento, Victor Sjölstrom, 1928

De las muchas películas que el director sueco rodó en Estados Unidos, nos quedamos con este drama romántico que hace una analogía perfecta entre el viento que azota los grandes territorios americanos y las dudas, dificultades y rencillas que encuentra una mujer que va a vivir con un primo con el que se crió. Las tormentas de arena asemejan la lucha de varios hombres por conquistarla y el castigo contante del viento, más cruento cuando viene del norte, lucha en su drama interior para sentirse querida y querer.

La maestría del director escandinavo para jugar con el montaje y la sobreexposición de imágenes oníricas, siempre con Lillian Gish como protagonista absoluta, demostrando porque sus ojos y su mirada eran tan admirados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BONUS

De postre, os dejamos unas cuantas películas más que acogen acontecimientos importantes u obras de una importancia capital dentro del cine mudo. En este último apartado debemos hablar del trabajo de Robert Wiene que, por derecho propio, debe estar en todas las listas de las mejores películas de la historia del cine, no solo del mudo; o de Abel Gance, el director francés que podría haber estado entre los 7 elegidos. Otras deben resaltarse por ser ejemplo de la etapa muda de directores tan insignes como Alfred Hitchcock o Frank Capra, cuya importancia en la historia del cine y la televisión durante el siglo XX es inabarcable. Seguro que nos dejamos más de una, o puede que varias de las recomendadas no te gusten o no te parezcan merecedoras de su posición entre otras que sí te lo parezcan, pero como siempre digo se trata solo de una lista, de unas recomendaciones según mi criterio y mis gustos. Espero que lo disfrutes, aunque sea mínimamente.

 

Cabiria, Giovani Pastrone, 1914

Todos hemos oído hablar de los inicios del cine, de los cortos de los hermanos Lumiere, de Mélies o de Segundo de Chomón, pero podemos considerar esta obra de Giovanni Pastrone como la 1ª película propiamente dicha realizada en Europa. “Quo vadis?” de Enrico Guazzoni podría ocupar ese puesto, pues se filmó en 1913, pero la calidad de la rodada por Pastrone va mas allá de los lujosos decorados, el gasto en extras empleados o la duración de la misma.

Mezcla el cine épico y el histórico trasladándonos al siglo III a.C., a las segundas guerras púnicas. Cabiria es una niña que huye de Sicilia durante una erupción del Etna. En su huida es capturada y vendida para ofrecerla en sacrificio en el templo de Moloch de Cartago. La llegada de Aníbal cruzando los Alpes, la victoria de Roma y la caída de Cartago va sembrando la cinta de hechos históricos que la hacen más interesante, más allá del nacimiento del cine tal y como lo conocemos. Una de esas cintas olvidadas, que casi nadie recuerda, pero cuya importancia en la historia del cine es capital.

 

 

 

 

 

Yo acuso, Abel Gance, 1919

Abel Gance fue uno de los referentes absolutos del cine mudo en Europa. Aquí escribe y dirige la historia de 2 hombres que unen su vida por la mujer a la que aman y la I GM. El 1º es su esposo, más mayor, celoso y se convierte en soldado galo en la contienda mundial. El 2º es el amante de la mujer, romántico y oficial del ejército francés en la guerra. El conflicto bélico y el compromiso amoroso se dan la mano, dejando claro el mensaje anti belicista y manejando los elementos del lenguaje cinematográfico de la época. Una cinta indispensable y majestuosa que la pone como un referente ineludible.

 

 

 

 

 

El gabinete del Dr. Caligari, Robert Wiene, 1920

Grandioso exponente del expresionismo alemán que, de la mano de uno de sus buques insignia, nos trae una historia truculenta, donde los encuadres, decorados, maquillaje o música no hacen más que incrementar el desasosiego y desequilibrio de los personajes.

Contado en un gran flashback, el Doctor Caligari es el responsable de unos asesinatos sucedidos a raíz de una atracción de feria, donde Cesare es un sonámbulo, estrella del número. La psicosis y distorsión de la realidad alcanza uno de sus puntos culminantes e esta cinta que une terror y crimen. Fascinante.

 

 

 

 

 

 

 

El golem, Paul Wegener & Carl Boese, 1920

Cumbre del expresionismo alemán iniciático donde Paul Wegener da vida a Golem, uno de los mitos de la cultura judía. El rabino Löw da vida al Golem para intentar que el emperador se retracte de la expulsión del pueblo judío. Lo consigue y trata de devolverlo a su estado original, pero…

Los inicios del cine de monstruos, del expresionismo como rama del cine, de las leyendas que cobran vida, semilla de Frankenstein y otros tantos monstruos que vinieron después. 5 años antes ya se había rodado una cinta sobre ello, pero se ha perdido, y no ha habido más de 2 o 3 intentos posteriores de hacer un remake sobre esa historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

Crimen y castigo, Robert Wiene, 1923

Adaptación de la famosa novela de Dostoyevski por parte del director responsable de una de los obras más importantes del cine mudo. Aquí vemos la influencia de la misma en los decorados y ambientación, sabiendo trasladar el dramatismo de la obra a la gran pantalla. Otra de las películas que ejemplifican la importancia del expresionismo alemán de los años 20 del siglo pasado.

 

 

 

 

 

 

La rueda, Abel Gance, 1923

Espectacular producción de 4 horas y media de duración, donde Abel Gance presenta un drama plagado de deleites visuales. Arrancando con un accidente en el que Sisif adopta a una niña que queda huérfana, con un montaje portentoso y unos planos de belleza arrebatadora. Él es viudo y tiene un hijo, pero cuando Elie y Norma crecen la fatalidad cobra protagonismo. La 1ª parte se centra en esos años, hasta que Norma se casa con un hombre rico para intentar sacar adelante su carga familiar, mientras Sisif es trasladado a las montañas y Elie trabaja construyendo violines con un método novedoso. Las referencia del clasicismo griego (Sísifo, la ceguera, la tragedia…) y el constante recurso a la rueda del destino siembran de misticismo metafórico toda la filmación de una cinta sublime.

 

 

 

 

 

 

 

 

Las manos de Orlac, Robert Wiene, 1924

Wiene es uno de los maestros indiscutibles del cine expresionista mudo alemán de la época, responsable de una obra maestra irrefutable, y aquí vuelve a contar con Conrad Veidt para adaptar la novela de Maurice Renard. Veidt da vida a Orlac, un pianista muy famoso que sufre un accidente muy grave y sufre la amputación de sus dos manos. El médico que lo trata decide trasplantarle las manos de un conocido asesino que ha sido condenado a muerte. Orlac despierta con ambas manos, pero poco a poco va sintiendo unos deseos irrefrenables por matar y el crimen pasa a ser un leitmotiv.

 

 

 

 

 

 

 

El proceso de los tres millones, Yakov Protazanov, 1926

Estamos en Italia a principios del siglo XX, donde un banquero vende una propiedad a la Iglesia por 3 millones. Unos ladrones, antiguos compinches, se encuentran en su casa para robárselos. En Rusia también se hacían comedias, y aquí traemos una satírica, con una burla descarada a la moralidad del ser humano y a las ambiciones burguesas de todo estado, pero todo contado con una sorna, un ritmo y una comicidad muy divertida que la hace muy meritoria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Katka, la chica de las reinetas, Fridrikh Ermler & Eduard Ioganson, 1926

Una joven llega a la ciudad a buscarse la vida. Queda embarazada de un hampón y termina vendiendo manzanas en la calle. Semka es un ladrón que termina liándose con otra contrabandista de perfumes, pero conoce a Vadka, débil, tímido y que la protege por encima de todo. La lucha de Katka por salir adelante, criar a su hijo y olvidar a Semka son tan fuertes como la lucha del matón por seguir robando y estafando. Primera película de Fridrikh Ermler y una de las dos que dirigió Eduard Ioganson, englobándose dentro del cine soviético de la época, pero con características propagandísticas menos marcadas, pese al drama social que presenta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El enemigo de las rubias, Alfred Hitchcock, 1927

Un asesino en serie mata a una rubia los martes por la noche neblinosa de Londres. En casa de los Bounting alquilan habitaciones y llega un joven que puede ser “el vengador”.

Hitchcock ya muestra aspectos indelebles a su cine, mezclando la trama criminal con el arte conceptual, donde la puesta en escena es tan importante como el resto. Hay escenas visualmente impactantes y algunas de sus referencias constantes como Londres, las mujeres rubias, los asesinatos o la perfecta ambientación de sus películas. Una muestra, quizás la primera notable, del excelso director en el que se iba a convertir.

 

 

 

 

 

 

 

 

Napoleón, Abel Gance, 1927

Abrumadora megaproducción de 5 horas y media sobre la figura de Napoleón Bonaparte. Divida en 4 actos va desde su infancia en el colegio, donde sus disputas y juegos con los compañeros ya auspiciaban su personalidad y liderazgo, su crecimiento en la escala militar, el paso por la revolución francesa, su unión a Josefina, hasta el encumbramiento con la guerra contra Italia. Un manejo del tempo y las emociones de forma espectacular por parte del director, cerrando su contribución al cine mudo de forma mayestática. Un nombre casi olvidado, cuya obra nos recuerda que Abel Gance fue uno de los mayores talentos de su época. Recuperada y restaurada hace unos años, nos sigue dejando anonadados con la música de Carmine Coppola y la American Symphony Orchestra. Ver “Napoleón”, casi un siglo después, es una experiencia única, emocionante e innovadora, momentos de los que casi no quedan en el cine actual.

 

 

 

 

 

 

 

Campesinas de Ryazan, Ivan Pravov & Olga Preobrazhenskaya, 1927

A principios del siglo XX, en la Rusia rural, una joven pareja está haciendo planes para casarse, pero el padre de él le concierta el matrimonio con una joven huérfana. Estalla la IGM y llaman a filas al joven, pero al volver todo ha cambiado radicalmente por culpa de su padre. Crítica social a la familia paternalista tradicional que supuso un gran éxito de público dando nombre a la pareja de directores que realizaron una carrera juntos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Don apacible, Ivan Pravov, Olga Preobrazhenskaya & Mikhail Provor, 1930

Adaptación de la famosa novela de Mikhail Sholojov, donde entrecruza una historia de amor imposible entre una mujer casada y un hombre prometido con otra mujer por su padre, con la I GM y la llegada de la revolución rusa en 1917.

Rodada antes de finalizar la saga que narra las desventuras de los cosacos protagonistas, deja algunos frentes abiertos y sin terminar, pero sirve de ejemplo claro de la fuerza del cine ruso de la época. Amor y guerra de la mano en el devenir del pueblo ruso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EXTRA

Quiero añadir, aunque solo sea sucintamente, la cinematografía nipona, donde cineastas como Kenji Mizoguchi, Yasujiro Ozu o Hiroshi Shimizu son capitales para comprender algo de la importancia del cine de extremo oriente. La colaboración entre el director Shozo Makino y el actor de kabuli Matsunosuke Onoe podría considerarse la primera unión artística fílmica, ya que trabajaron juntos en un montón de cortos y películas, creando el género llamado Jidaigeki. También hay que destacar el trabajo de los benshis o narradores de películas que acompañaban la proyección con sus narraciones dramáticas de lo que se estaba viendo.

El terremoto del Gran Kanto en 1923 destruyó la gran mayoría de la producción cinematográfica japonesa, pero vamos a ver un par de películas que puedan ejemplificar el desarrollo del séptimo arte en Japón.

 

Chicas japonesas en el puerto, Hiroshi Shimizu, 1933

Dos amigas de colegio suelen volver juntas casa tras las clases en Yokohama hasta que Sunakose va una tarde en moto con Henry. Desde entonces, la vida de ambas corre caminos distintos y su relación va uniendo ambos trayectos a lo largo del tiempo. Hiroshi Shimizu fue uno de los directores destacados de la época, alargando su carrera con los años y creando varios películas notables. Quizás no sea su mejor obra, pero sí destaca por mostrar la finura de su trabajo, con planos muy hermosos y detallista en las narraciones.

 

 

 

 

 

 

 

Una mujer fuera de la ley, Yasujiro Ozu, 1933

Ozú es uno de los directores imprescindibles del cine nipón, y en todas las listas aparece su film “He nacido, pero… (y sin embargo hemos nacido), así que opto por otra menos obvia y con una trama más cercana al cine criminal. Unos hermanos se enfrentan ante el acercamiento de él a la yakuza local, mientras otra mujer combina su trabajo con su relación con el jefe criminal de la ciudad. Los billares, el humo, las mujeres, la ropa, las armas… todo te acerca al género negro, pero igualmente podríamos fijarnos en los detalles más puros de dirección y cámara, sorprendiendo sus opciones para mostrar la historia que nos quiere contar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

100 PELÍCULAS MUDAS QUE DEBES VER

 

1.- Cabiria, Giovani Pastrone, 1914

2.- El nacimiento de una nación, D.W. Griffith, 1915

3.- Intolerancia, D.W. Griffith, 1916

4.- Lirios rotos, D.W. Griffith, 1919

5.- Getting Mary married, Allan Dwan, 1919

6.- Yo acuso, Abel Gance, 1919

7.- Las dos tormentas, D.W. Griffith, 1920

8.- La marca del zorro, Fred Niblo, 1920

9.- El gabinete del Dr. Caligari, Robert Wiene, 1920

10.- La viuda del párroco, Carl Theodor Dreyer, 1920

11.- El hombre sin piernas, Wallace Worsly, 1920

12.- El golem, Paul Wegener & Carl Boese, 1920

13.- La carreta fantasma, Victor Sjöstrom, 1921

14.- Los tres mosqueteros, Fred Niblo, 1921

15.- El chico, Charles Chaplin, 1921

16.- Los cuatro jinetes del apocalipsis, Rex Ingram, 1921

17.- La muerte cansada o Las tres luces, Fritz Lang, 1921

18.- Las páginas del libro de Satán, Carl Theodor Dreyer, 1921

19.- Robin de los bosques, Allan Dwan, 1922

20.- Nanuk, el esquimal, Robert J. Flaherty, 1922

21.- La prueba del fuego, Victor Sjöstrom, 1922

22.- Más fuertes que su amor, Sam Wood, 1922

23.- Nosferatu, F.W. Murnau, 1922

24.- Oliver Twist, Frank Lloyd, 1922

25.- El Dr. Mabuse: El jugador & El infierno, Fritz Lang, 1922

26.- Los diez mandamientos, Cecil B. DeMille, 1923

27.- El jorobado de Notre Dame, Wallace Worsley, 1923

28.- Corazón fiel, Jean Epstein, 1923

29.- El hombre mosca, Fred C. Newmeyer & Sam Taylor, 1923

30.- La rueda, Abel Gance, 1923

31.- Crimen y castigo, Robert Wiene, 1923

32.- El navegante, Donald Crisp & Buster Keaton, 1924    

33.- El que recibe el bofetón, Victor Sjölstrom, 1924

34.- Juguete de placer, Allan Dwan, 1924

35.- El tenorio tímido, Fred C. Newmeyer & Sam Taylor, 1924

36.- El último, F.W. Murnau, 1924

37.- Avaricia, Erich von Stroheim, 1924

38.- Los nibelungos: La muerte de Sigfrido & La venganza de Krimilda, Fritz Lang, 1924

39.- El ladrón de Bagdad, Raoul Walsh, 1924

40.-Las manos de Orlac, Robert Wiene, 1924

41.- Ben-Hur, Fred Niblo, 1925

42.- El mundo perdido, Harry Hoyt, 1925                     

43.- Bajo la máscara del placer, G.W. Pabst, 1925

44.- La viuda alegre, Erich von Stroheim, 1925

45.- El fantasma de la ópera, Rupert Julian, 1925

46.- El gran desfile, King Vidor, 1925         

47.- El amo de la casa, Carl Theodor Dreyer, 1925

48.- La quimera del oro, Charles Chaplin, 1925

49.- El trío fantástico, Tod Browning, 1925

50.- La huelga, Sergei M. Einsenstein, 1925

51.- El proceso de los tres millones, Yakov Protazanov, 1926

52.- El pirata negro, Albert Parker, 1926

53.- A la fuerza se ama (Mauprat), Jean Epstein, 1926

54.- El demonio y la carne, Clarence Brown, 1926

55.- La mujer marcada, Victor Sjölstrom, 1926

56.- El precio de la gloria, Raoul Walsh, 1926

57.- Katka, la chica de las reinetas, Friedrikh Ermler & Eduard Ioganson, 1926

58.- Fausto, F.W. Murnau, 1926

59.- El maquinista de La General, Buster Keaton & Clyde Bruckman, 1926

60.- Maldad encubierta, Tod Browning, 1926

61.- Metropolis, Fritz Lang, 1927

62.- El enemigo de las rubias, Alfred Hitchcock, 1927

63.- El séptimo cielo, Frank Borzage, 1927 

64.- Amanecer, F.W. Murnau, 1927

65.- Garras humanas, Tod Browning, 1927

66.- El colegial, James W. Horne, 1927

67.- Campesinas de Ryazan, Ivan Pravov, 1927

68.- La ley del hampa, Josef von Sternberg, 1927

69.- El príncipe estudiante, Ernst Lubitsch, 1927

70.- Octubre, Sergei M. Einsenstein, 1927

71.- Napoleón, Abel Gance, 1927

72.- La dama misteriosa, Fred Niblo, 1928

73.- La caída de la casa Usher, Jean Epstein, 1928

74.- El héroe del río, Buster Keaton & Charles Reisner, 1928

75.- La pasión de Juana de Arco, Carl Theodor Dreyer, 1928

76.- El circo, Charles Chaplin, 1928

77.- Torrentes humanos, Frank Borzage, 1928        

78.- El viento, Victor Sjölstrom, 1928

79.- El ángel de la calle, Frank Borzage, 1928

80.- Más allá de Zanzíbar (Los pantanos de Zanzíbar), Tod Browning, 1928

81.- La última orden, Josef von Sternberg, 1928

82.- Crisis, G.W. Pabst, 1928

83.- La mujer ligera, Clarence Brown, 1928

84.- El hombre que ríe, Paul Leni, 1928

85.- Los muelles de Nueva York, Josef von Sternberg, 1928

86.- Y el mundo marcha, King Vidor, 1928

87.- El teatro de Minnie, Frank Capra, 1928

88.- Tres páginas de un diario, G.W. Pabst, 1929

89.- La máscara de hierro, Allan Dwan, 1929         

90.- Finis Terrae, Jean Epstein, 1929

91.- Lo viejo y lo nuevo, Sergei M. Einsenstein & Grigori Aleksandrov, 1929

92.- Estrellas dichosas, Frank Borzage, 1929

93.- La reina Kelly, Erich von Stroheim, 1929

94.- La caja de Pandora (Lulú), G.W. Pabst, 1929

95.- El Don apacible, Ivan Pravov, 1930

96.- Luces de la ciudad, Charles Chaplin, 1931      

97.- Tabú, F.W. Murnau, 1931

98.- Una mujer fuera de la ley, Yasujiro Ozu, 1933

99.- Cinco japonesas en el puerto, Hiroshi Shimizu, 1933

100.- Tiempos modernos, Charles Chaplin, 1936

by: Eduardo Garrido

by: Eduardo Garrido

Roquero, cinéfilo, lector empedernido que estudió Derecho para trabajar en una biblioteca y disponer de pelis, discos y libros a mano

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