Seguramente, que la música de Led Zeppelin y la carrera de Beth Hart terminaran confluyendo en un disco era cuestión de tiempo ya que la vocalista siempre ha admitido abiertamente su pasión por las canciones de Plant, Page y compañía. Que el poderío vocal de la cantante así como su registro hace imaginar más de una vez como sonarían estas en su voz, tampoco es ningún secreto. La necesidad de este tipo de disco, bueno, eso lo dejo a criterio de cada uno, pero una vez en la calle, lo mejor es disfrutar de una combinación que a sabiendas de ser ganadora si no tratan de meter con calzador ningún invento innecesario.
El disco lo abre «Whole lotta love» y Hart brilla con luz propia entre la potencia propia de la canción y la orquestación diseñada. Ese magnífico e inolvidable riff que introduce «Kashmir» sigue siendo una puta maravilla dando igual las veces que lo hayas escuchado y esta vez no va a ser menos. Voz, orquesta, ritmo pausado y poderoso. ¡Bravo Beth!. No, tranquilos, no me voy a poner a describir mis sensaciones después de cada canción que incluye este disco. Son un puñado de temas de sobra conocidos, interpretados por unos músicos solventes de los que no dejan cabos sueltos y quizás ese es el gran problema que veo a este disco, que es tan preciso, milimetrado, cuadriculado que no cabe el más mínimo suspiro de inspiración que pueda escapar de esa sensación de desaprovechar esa tormenta racial en forma de voz que es Beth Hart y su carácter sobre el escenario cuando se transmite a los músicos que la acompañan.
Seguramente para la mayoría pensará: ¡qué cojones dice este tipo, si esto suena de muerte!, y si amigos, lo hace. Vuelvo a mirar hacia arriba en el texto para escribir de nuevo que Beth Hart es un portento a la que la música de Led Zeppelin le viene como anillo al dedo, de esa manera que no se aprende, sino que se tiene o no se tiene. Pero sabéis lo que pasa, que yo este disco lo hubiese grabado en directo, con el calor de la gente, con Beth Hart en plena apoteosis llevando los registro vocales al nivel de intensidad de sus emociones y con unos músicos contagiados de todo ello. Por pedir que no quede.
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