Ashgar Farhadi es quizás el cineasta iraní más importante en la nación persa, por encima del anterior «totem» Abbas Kiarostami, ya que desde que se dio a conocer en festivales sus películas se estrenan con asiduidad, llegando al colofón con sus dos Oscars a mejor cinta en lengua no inglesa por las estupendas «Nader y Simim, una separación» y «El viajante» y entre ambas probó las producciones internacionales tanto en Francia con «El pasado» y España con «Todos lo saben», hasta ahora su último trabajo.
Con «Un héroe» regresa a Teherán para narrarnos una de esas historias que domina donde bajo una pequeña anécdota levanta una intriga fácil de seguir y que deja estupefacto al espectador pues lo que nos encontramos aquí son las vivencias de un pobre tipo encarcelado al no poder pagar una deuda y que en un permiso intentará sin éxito que su acreedor le perdone la deuda. Para complicar más la cosa, el hombre tiene por amante a una mujer casada y al quedar para verse encuentran un dinero que devolverán a las autoridades convirtiéndose en el héroe del título pero todo se complicará al no descubrir la identidad de la mujer que dicen que perdió la importante suma, la negación del acreedor por perdonar y la prensa e instituciones benéficas que empiezan a sospechar que el bondadoso acto es un timo. Algo así como el «Héroe por accidente» de Stephen Frears pero pasado por el tamiz del medio oriente. No es la única referencia a otras latitudes occidentales que se pueden ver en el cine de Farhadi pues su eterno bordeo de la censura que implica la teocracia que gobierna su país recuerda a otros directores españoles como Berlanga y Bardem que sorteaban el franquismo con productos tan maravillosos como «Plácido», «El verdugo», «Calle Mayor» o «Muerte de un ciclista» o Andrejz Wajda en la Polonia comunista. Gente con talento que consiguen burlar a la administración con largometrajes prestigiosos pero que bajo su manto de calidad esconden una feroz crítica al sistema pues es sorprendente ver como una persona es encarcelada por una deuda hasta que la pague pero que en un permiso pueda contactar sin problema con el ofendido y este pueda tener serios problemas de violencia por parte del ofensor. Esto se puede comprobar en el impagable tercio final con la resolución del último acto en el medido guion del propio Farhadi.
Y si el «libreto» funciona, no menos pasa con la puesta en escena donde Ashgar Farhadi vuelve a evidenciar un compendio de buen hacer creando un suspense difícil de superar sobre el cotidiano argumento que sirve casi de anécdota. Otra brillante muestra de uno de los realizadores más interesantes no sólo de Oriente Medio sino del cine en general. Una lástima su no nominación al Oscar como película extranjera en la edición de este año.
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