Desde hace mucho mantengo que Ghost es la típica banda de heavy metal para la gente que no le gusta el heavy metal. ¡Y que rápidamente salte alguien diciendo: «es que Ghost no son heavy metal», refuerza mi teoría!. Cuidado, que los suecos también tienen otra mejilla, en la que los más «true» suelen abofetear sacando pecho, recitando de memoria una lista de bandas perdidas en los anales de los tiempos y refugiadas en los foros más recalcitrantes de internet, que posiblemente merecían mejor suerte que ellos. Quizás la mesura se encuentre en  el termino medio pero aquí no hemos venido a aburrirnos con sopas bobas, ya que está el asunto mundial como para perder tiempo, sino a tratar de posicionarnos y disfrutar lo máximo posible. Así que tratando de hacer borrón y cuenta nueva con el pasado reciente, discográficamente hablando, del grupo, trataré de centrarme en las canciones en si que componen este «Imperia», no posicionándome de inicio, que no consiste ni en ir con la euforia de un antidisturbios a una concentración obrera ni con la desidia de la patronal a una reunión con un gobierno de izquierdas – si alguna vez tuvimos alguno, que eso será otra cosa que debatir en el rincón de los politólogos de todo a cien -.

Como no vivimos en una jodida burbuja que nos aísle de todo, ni intención tengo porque jamás soñé con ser ermitaño, me llegan ecos, la gran mayoría positivos del nuevo trabajo de Ghost. Oigo hablar de influencias del hard rock ochentero – pues mira, ya eso lo hicieron con muy buen gusto en mi opinión Turbonegro con su último disco – e incluso oigo nombrar y reivindicar a grandes bandas del a.o.r. por lo que manteniéndome en mis treces, de no posicionarme sin haber oido el disco, me dispongo a pinchar y me encuentro con una intro, que como todas me parece superflua e innecesaria, pero bueno, una pequeña piedra en el camino no significa que ya este se me vaya a hacer cuesta arriba, o quizás si. Las guitarras de «Kaisaron» si es cierto que entroncan con esa deuda perenne que el hard rock tiene con Van Halen pero nada más entrar la estrofa mi cabeza vuela hacia los Rush de «Moving Pictures», disco ante el que todo el mundo debería masturbarse al menos una vez a la semana. Comenzamos bien, no lo voy a negar, fuerza y melodía. 

Esos teclados de «Spillways», recuerdan al «Runaway» de Bon Jovi, y es que tanto los coros como la manera de afrentar la estrofa es muy hard melódico de la primera mitad de los ochenta e incluso puedes reconocer a Foreigner entre sus líneas. Esa entrada melódica de «Call me little sunshine» tiene cierto rollo épico a Metallica aunque su riff y los teclados me trasladan a los Queensryche de «Empire» aunque cualquier comparación con el Geoff Tate de aquella época es pura blasfemia y una derrota de antemano. «Hunter’s Moon» es una pequeña maravilla, donde melodía y fuerza se dan la mano del mismo modo que pasado y presente. Esa alternancia riff/voz es un triunfo, creedme. «Watcher in the Sky» posee un riff supremo, muy heavy de esos que en directo levantan al personal. De nuevo se me aparecen los espíritus de los canadienses Rush, más metalizados comentará alguno, escúchate el disco «Vapor trails» diría yo, y es que son una constante durante todo un disco, que a pesar de lo que la gente pueda decir, tiene mucho más de ellos o Kansas que de Night Ranger sin ninguna duda.

Sinceramente me sobra «Dominion», una instrumental a base de sintetizadores que pretende emular ese sonido barroco de catedral que seguramente casa estupendamente con la imagen del grupo pero que no le encuentro sentido en el contexto del disco. Y seguimos con el rollo orquestal para el inicio de «Twenties» aunque afortunadamente muta en un brutal ataque metálico pero esa dramatización de la voz no me termina de convencer ni su ritmo marcial. Junto a la anterior me la paso al saco de aquellas a las que digo no. Afortunadamente remontan con «Darkness at the heart of my love», guitarras acústicas, base rítmica poderosa y explosión en el estribillo. Una gran canción, no me duelen prendas al igual que cuando señalo lo que no me gusta. Siguen en línea ascendente con «GriftWood», adquiriendo ese hard melódico tan de banda sonora de los ochenta y unas líneas de bajo escandalosas junto a un más que efectivo riff.

«Bite of passage» es una cortísima instrumental de corte gótico que bien podría colarse de encore en alguna película como el Dracula de Coppola y que enlaza con la canción que pone fin a este disco, «Respite on the spital Fields» donde se muestran más oscuros en partes, dejando entrar la luz en otras, todo ello enmarcando en un tema fuerte con un estupendo solo de guitarra. ¿Qué puedo decir finalmente de «Imperia»?. Reconozco que de antemano, pensaba robarle a Sabina – que para eso ha quedado ya por mucha gloria pasada que acumule, en estos momentos vive de podredumbre presente – aquello de más triste que un torero al otro lado del telón de acero, pero no, exceptuando un par de canciones, reconozco que este «Impera» es un disco del que disfrutar bastante y que debería cambiar la percepción que algunos tienen que la banda y tal vez invitar a otros, a profundizar en una serie de bandas reflejadas en este trabajo, y que seguramente renieguen de ellas. 

GHOST – Impera

by: Carlos tizon

by: Carlos tizon

Licenciado en el arte de apoyar el codo en la barra de bar. Comencé la carrera de la vida y me perdí por el camino, dándome de bruces con el rock and roll. Como no pude ser una rock star, ahora desnudo mi alma cual decadente stripper de medio pelo en mi blog, Motel Bourbon.

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