A pesar de que llevan casi cuatro décadas de existencia, reconozco que descubrí a la Zaranda con su obra «El régimen del pienso». Desde entonces han levantado tres montajes más y ahora enmarcado en el Festival Iberoamericano de Teatro hemos podido disfrutar de “La batalla de los ausentes”, su nuevo trabajo coproducido con el Teatre Romea de Barcelona.
La compañía jerezana crea trabajos fascinantes, con una estupenda dramaturgia por medio de los textos de Eusebio Calonge donde se juega con la sátira, con toques de teatro del absurdo o pesadilla burocrática, hibridando a los mejores Beckett o Kafka en historias donde se mezcla la realidad y la ficción, utilizando objetos cotidianos para convertirlos en armas, trincheras o tumbas, útiles válidos para los que nos narra la trama: tres personajes que comienzan en un acto de homenaje a los caídos de una guerra pasada que parece haber olvidado todo el mundo pues no se ha presentado ningún medio de comunicación o autoridad. A partir de ahí simulan una gran batalla contra un enemigo invisible y la toma del poder comenzando un régimen autoritario. Hora y media de ingeniosos diálogos y situaciones (algunas hilarantes como el consejo de estado con los ministros o las ejecuciones a supuestos traidores) en una progresión de menos a más, dejando con el final un grandísimo sabor de boca en el espectador.
Una de las virtudes de la Zaranda es la estabilidad de la compañía pues desde “El régimen del pienso” han transcurrido casi diez años pero los nombres no han cambiado pues Eusebio Calonge sigue al frente del texto y la matizada (algunas veces oscura) iluminación, la dirección corre a cargo de Paco de La Zaranda y el reparto tiene de protagonistas a Francisco Sánchez, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos. Tres actores en “estado de gracia”, veteranos de las tablas que demuestran su enorme talento en los estupendos diálogos imaginados por Calonge y que nos acompañan alrededor de los tres actos de “la batalla de los ausentes”.
El tono de la puesta en escena es un compendio de lo que se quiere contar pues tanto los movimientos de los personajes como las luces tienen una cierta oscuridad que acrecienta el pesimismo de lo que se nos está contando aunque desde un punto de vista hiperbólico, excesivo y con buena dosis de humor. Una sátira que no elude la despiadada crítica a cierto tipo de gobiernos y a personas que pueden acabar con su pueblo en nombre del mismo con las mejores intenciones pero con nefastos resultados. Aunque como refleja el líder del pequeño movimiento convertido en caudillo, lo único que les interesa es el poder y su propio ego.
La metáfora que propone la Zaranda es interesante y a pesar de hablar de otros tiempos pasados es sencillo pensar en los actuales. En políticos de todo signo que hablan con palabras grandilocuentes y un lenguaje abstruso y burocrático en nombre de todos, cuando lo único que desean es perpetuar sus ansias de poder.
Un nuevo montaje que confirma a este Teatro Inestable de Ninguna Parte (como les gusta firmar) como uno de los ejércitos fundamentales del teatro “underground” en Andalucía y en España gracias a ese compromiso existencial pero de raíz tradicional, esa dramaturgia que transita entre la astracanada, la sátira y la poesía o el simbolismo. Una compañía honrada que merecían la calurosa acogida que un amplio recinto como el Gran Teatro Falla les brindó. El único pero es que quizás hubiesen merecido más cantidad de público pero hemos de reconocer que las obras programadas en el escenario principal no están llenando aunque en los más pequeños como el Teatro del Títere o el Antiguo Depósito de Tabacalera sí está respondiendo el público.
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