En la maravillosa película de Jim Jarmush “Noche en la tierra”, el último episodio ambientado en Helsinki consistía en una broma dedicada al cine de Aki Kariusmäki sobre a ver quien cuenta la historia más triste. Un homenaje al realizador finlandés, auténtico especialista en dramas sobre las clases desfavorecidas con títulos, en ese momento, como “La chica de la fábrica de cerillas” o “Contraté un asesino a sueldo”.
Personajes del estatus más bajo que tenían complicada la existencia en un mundo que les iba apartando poco a poco de la sociedad. “La asistenta” también se convierte en un auténtico “tour de forcé” para ver quien cuenta la historia más triste. Tenemos a un joven madre, inteligente y con posibilidades de futuro en la universidad que tiene que dejar sus sueños y ambiciones al unirse como pareja con un guapo manipulador que la nula, abusa emocionalmente y obliga a quedarse en casa cuidando a su hija en común mientras él trabaja como camarero, alcoholizándose cada día más. La protagonista escapa de esa horrible situación vital comenzando un calvario como madre soltera para conseguir la custodia, lidiar contra la burocracia del sistema de ayudas y mantener su puesto de limpiadora en una contrata. Una vida miserable que intenta retratar las diferencias de clase entre las mansiones de los ricos y el penoso trabajo de limpiarlas, donde Netflix refleja esa “basura blanca” que tanto le gusta mostrar, en contraposición a la moralidad que intenta reflejar en sus producciones donde los llamados personajes “racializados” o de diversidad sexual tienen siempre valores o connotaciones positivas. En eso “La asistenta” es fiel reflejo de la agenda actual de Netflix.
Siguiendo con los temas de actualidad, la miniserie también se centra en la hermandad y ayuda entre mujeres, esa sororidad que permite a la pobre mujer salir adelante a pesar de las dificultades inherentes a su condición y a compaginar un duro trabajo, con el cuidado de una niña pequeña y su madre, con enfermedad mental no diagnosticada. Un cúmulo de situaciones penosas pero que sabemos que terminarán por acabar bien pues la serie es estadounidense, producida por un gigante del “streaming” y no en la ola de Aki Kariusmäki, lo que le empareja con la estimable “En busca de la felicidad” de Gabriele Muccino, donde el padre coraje interpretado por Will Smith también debía perseguir sus sueños en condiciones imposibles.
En “La asistenta” se opta por el “tremendismo” y por esa idea tan americana de conseguir lo que se proponga mediante el trabajo duro y el mantener en el interior de la mente la frase de quien la sigue la consigue (en eso no ha cambiado el “american way of life”) con algunos momentos solventes mezclados con otros de más complicada defensa en un “libreto” irregular sumado a una realización donde los mejores episodios son los dirigidos por un experto como John Wells que es quien otorga más tensión en la epopeya vital de esta joven.
En lo que sí destaca la serie, a parte de una factura formal impecable, es es su reparto, encabezado por una Margaret Qualley que confirma las buenas sensaciones dejadas en su pequeño papel en «Érase una vez…en Hollywood». Ella lleva el peso de la trama, convirtiéndose en una perfecta y omnipresente heroína. Le acompaña un solvente reparto, con su madre en pantalla (y en la vida real) Andie Mc Dowell en un excesivo papel que nos enseña a esos artistas desplazados por la sociedad, engañados por otros que se aprovechan y que con la vejez apenas pueden subsistir, junto al problema de las enfermedades mentales no diagnosticadas. Correctos también el antagonista Nick Robinson y Billy Burke, cuyo momento de gloria llegó con la saga “Crepúsculo”, hombres que intentan superar sus demonios interiores. Menos convincentes resultan Anika Noni Rose, BJ Harrison o Raymond Ablack, cuyos caracteres resultan incompatibles con la realidad pero que son parte de la irregularidad que baña y tiñe los diez episodios de “La asistenta”.
Es una serie disfrutable, pero es un dramón made in USA total. Hombres malísimos, mujeres desvalidas todas, final feliz, superación personal, abnegación… Margaret Qualley es de lejos lo mejor de la serie, también salía ya en The Leftovers y ya se comía la pantalla en cada escena que salía. La madre está como siempre, insufrible, horrible actriz que nunca he entendido que tenga tanta repercusión.