Mucha Muchacha es el primer trabajo de gran formato de la compañía de danza de nombre homónimo y con sede en Madrid. Para este trabajo estrenado a principios de año han dividido los tres actos de la obra con un “leitmotiv” sobre el empoderamiento femenino, trasladando su particular universo a las tablas de este 36º Festival Iberoamericano de Teatro.
En formato quinteto se presentaban sobre el escenario del Teatro del Títere de la Tía Norica, coqueto recinto de mediano aforo que presentaba una estupenda estampa rozando el lleno. Las cinco jóvenes aparecían ataviadas con camisetas deportivas con sus nombres y números detrás como si de dorsales de un equipo deportivo se tratase. Algo que nos trasladaba de inmediato al primer acto, basado en la danza pero con toques a lo popular y reivindicativo pues lo que escenificaban era una variación de la célebre “haka” que como la maorí combinaba todo tipo de movimientos sincronizados con esos gritos de desafío que hemos disfrutado, sobre todo, con la selección de rugby de Nueva Zelanda. Las cinco integrantes de Mucha Muchacha bailaban acompasadas, haciéndonos partícipes de su larga danza que finalizaba pasados los veinte minutos fingiendo un cansancio extremo.
La segunda parte dejaba la danza en un plano secundario, tomando el testigo la voz pues dos micrófonos eran los protagonistas narrando estructuras de poder que sufren las mujeres. Lo primero con un baile sensual mientras el resto comienza una serie de piropos que van a más pero sin ser chabacano, más centrado en el ingenio y la chanza. Cosa que se agradece pues el sentido del humor de este acto es brillante y si bien el elenco de bailarinas cumplía con la “haka”, aquí demuestran dotes para la interpretación resultando graciosas y con gran sentido cómico, ya que pasamos a un improvisado karaoke con las vergonzantes letras del reguetón para acabar con el “Material girl” de Madonna, sorprendiéndonos poco después con una broma sobre cómo ha tratado la música clásica a las féminas con pasajes tarareados del “Bolero” de Ravel (inolvidable en la piel de Dudley Moore y Bo Derek en “10: la mujer perfecta” de Blake Edwards”), “El lago de los cisnes” de Chaikovsky o con la muerte de “Carmen” en la ópera de Bizet. Incluso en un simpático arranque, una de las jóvenes se atreve con unos agudos operísticos.
Si el primer acto se centra en la danza y el segundo en la voz y el humor, el tercero es el más teatral, entendiéndolo como arte escénico. Tras una caída de telón, al levantarse vemos como el hasta ahora desnudo escenario tiene un enorme colchón en el centro sujetado por arriba por una enorme mosquitera del que cuelga un imaginado dosel. Sobre esa improvisada cama las cinco hablan con agudeza y sentido crítico de sus madres, de la generación que viene detrás, de sus sueños, aspiraciones y que les deparará el futuro. Buena dramaturgia y acertados diálogos que permiten momentos de lucimiento a Ana Botía, Marta Mármol, Chiara Mordeglia, Belén Martí Lluch y Marina de Remedios que en sus cuerpos y voces plasman a la perfección lo pretendido por Mucha Muchacha.
Una obra que comienza con los versos de la poetisa argentina Alejandra Pizarnik que rezan: “Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y tierno corazón guerrero» y finaliza con el nombre de múltiples mujeres que han trascendido tanto en las letras, la política, la ciencia o el cine. Lo mejor de Mucha Muchacha es que su discurso político y reivindicativo es tratado con humor y sutileza, lo cual es “rara avis” en el panorama “underground” actual, en una obra entretenidísima cuya hora y diez minutos pasa volando. Un aplauso para ellas.
Fotografías: Silvia Salado
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