Hace más de veinte años, a finales del siglo pasado la prensa se rendía ante “Viaje al principio del mundo” donde en las hojas informativas que se regalaban en ciertos cines de Madrid se nos explicaba que era la última película de Marcello Mastroainni y que su director, el portugués Manoel De Oliveira, se encontraba cerca de cumplir los noventa años. Una “rara avis” que siguió en la industria pasados los cien años hasta su muerte en 2015.
Clint Eastwood parece emular al realizador de Oporto, ya que cuenta con noventa y un inviernos a sus espaldas y una sólida carrera detrás de las cámaras que comenzó hace cincuenta años, en 1971 con “Escalofrío en la noche”. Entre su amplia filmografía hay de todo; obras maestras absolutas, grandes producciones de calidad, trabajos menores pero entretenidos y pocas fallidas tipo “Jersey boys” o “15:17 Tren a París” aunque incluso en sus peores obras siempre se puede sacar algo bueno. Es el último cineasta clásico vivo, una leyenda de otro tiempo, de otra forma de entender el cine y con una mirada diferente al resto. Por eso cada nuevo estreno de Eastwood debería ser una fiesta, celuloide hecho por alguien que se sabe que trascenderá cuando no esté. Hollywood en estado puro. Cada cinta de Eastwood nos hace sentir como cuando siendo un preadolescente vimos en un cine de verano “Ricas y famosas” de Cukor o pocos años después “Los muertos” de John Huston. Hasta ese punto de reverencia y pleitesía se debería llegar con el responsable de “El jinete pálido”, “Bird” o “Cazador blanco, corazón negro”.
“Cry Macho” no se encontrará entre lo mejor de su dilatada obra. Un producto menor, optimista y algo ingenuo en su argumento. Con gentes estupendas, imposibles historias de amor, villanos estúpidos y buenos sentimientos. Una “road movie” que parece un “western” cambiando los caballos por automóviles y los pueblos perdidos del oeste de finales del XIX por otros igual de alejados de la civilización en el México de los años ochenta, donde la trama es una simple excusa para que Eastwood nos ofrezca un paseo por esas tierras desérticas que tanto ama y por la nostalgia de un tiempo distinto; de “cowboys” con códigos de valores, de honor y de tipos duros profundamente sentimentales como aquel William Munny de “Sin perdón” y otros tantos inmortales personajes que persisten en nuestra memoria.
Lo que tenemos aquí es anciano solitario y entendemos que sumido en la pena tras enviudar y perder a su hijo que tiene que viajar a Ciudad de México a buscar al retoño de un amigo para llevarlo a Texas con su padre. El chico quiere viajar a los Estados Unidos para conocer a su progenitor, ya que su madre lo ha abandonado para continuar con sus posibles ilícitos negocios. Por celos o maldad envía a sus secuaces y a la policía para detener a los dos hombres para que no lleguen a América pero estos van escapando de controles y sicarios para acabar en un pueblecito en mitad de ninguna parte donde conseguirán un trabajo en un picadero de caballos y una amistad con la dueña de una fonda y sus nietas. Todo contado de forma “naif” y un tanto maniquea, con los buenos muy buenos y los malos desastrosos en sus actos. Pero da igual porque su narración es admirable, casi una hora y tres cuartos de ritmo sosegado, mostrándonos un paisaje que sabemos que Eastwood ama bajo la espléndida fotografía de Ben Davis y con el estupendo montaje de Joel Cox (con el que lleva trabajando media vida, desde 1977 con “Ruta suicida”). Lo que sí varía es la banda sonora pues no la compone él sino Mark Mancina aunque en la línea de las de Eastwood con unas simples notas de piano como tema principal.
El reparto es acertado encabezado por un envejecido Clint Eastwood que aunque con menos movilidad que antaño cumple con su papel de vaquero y el joven Eduardo Manett como Rafo, el problemático hijo. Entre los secundarios quien lleva el peso es la mexicana Natalia Traven. Todos ellos componen esta genial muestra del talento de alguien que cuando no esté echaremos de menos. Aunque “Cry Macho” sea menor en su admirable trayectoria tiene más virtudes que defectos, cine con otros valores alejados de los actuales. Cine de otro tiempo realizado por una leyenda viva.
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