Mi primera toma de contacto con Boikot fue el año 95 cuando lanzaron «Cría cuervos» que me compré por catálogo en cinta de cassette. Ya los madrileños habían lanzado dos discos anteriores pero aunque me sonaban de nombre aún no me había parado a escuchar su música. Ya ha llovido desde entonces, tanto para mí como para ellos. Y ahora casi treinta años después me encuentro cara a cara con el nuevo disco de Boikot. Aunque reconozco que me he apartado de ciertas tendencias del rock patrio – y que una buena consejera me dijo una vez, que no debería escribir estas cosas cuando hiciese una reseña, aunque ya veis el caso que hago – con Boikot he mantenido momentos de cercanía y otros en los que nuestros caminos han ido paralelos durante todos estos años. Así que encontrarme con una banda que después de tantos años y de puñaladas recibidas en este complicado mundo del rock patrio, decide reinventarse y ofrecer algo con lo que diferenciarse e intentar resurgir en momentos aciagos de incertidumbre, consigue todo mi respeto. Ahora es momento de comprobar qué musicalmente también se hacen acreedores de ellos. Boicot renueva sus raíces y las hunde con fuerza en el folk balcánico al estilo de Emir Kusturica, tomando las riendas y reinventándose algunas canciones sobradamente conocidas de su repertorio – propias o no – sumergiéndolas en un ambiente festivo que no por ello les hace perder ese mensaje combativo, ni la influencia ska que siempre les ha reconocido como denominación de origen.
El disco comienza con «Skalashnikov» y la últimamente manoseada por muchos que desconocen o ignoran su origen, «Bella Ciao», con el acordeón y violín adquiriendo mucho protagonista. He leído hace unos días «Yugoslavia mi tierra» de Goran Vojnović, y mientras suenan las relaciono con pasajes de la novela y el laberinto de la idiosincracia balcánica. La fiesta no decae con «Bubamara» al ritmo de viejas historias que no pierden consistencia ni vigencia. Llega un momento de calma con «De espaldas al mundo» y «Enloquecer», que abren espacio a la nostalgia gracias a su sonido, algo que seguimos apreciando en «No callar» y en «Hoy he vuelto a caer» dotadas de un halo de intimidad con el que rebautizar unas composiciones que no solo se adaptan perfectamente sino que incluso ganan con ello.
Llegando ya la parte final del disco, es momento de volver a bailar y abrazar el aíre festivo con «Inés», «Amaneció» y la mestiza «Naita na», una subida perfectamente planificada que otorga al álbum un color y movimiento estratégico, para que destruya cualquier atisbo de convertirse en lineal. Una de las grandes y agradables sorpresas es ver cómo vuelven a poner en primera línea una canción como «Esperando en el metro». «Lagrimas de rabia» e «Instinto animal» también sorprender al ver cómo crecen las canciones de Boikot en este nuevo formato, rumbo o cómo coño queráis llamarlo. Que en «Juntos tú y yo» participe Aurora Beltrán por quien siento y reconozco auténtica debilidad la convierte en mí preferida del disco. Un disco para disfrutar de principio a fin, para escuchar sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Ignoro como lo recibirán algunos de sus fans, pero seguro que muchos otros sabrán disfrutarlo.
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