Desde su prólogo, con un barco de vela surcando un desierto de arena, podemos comprobar la estética de videojuego de “Monster hunter”, cosa que se puede observar a lo largo de todo el metraje, adaptando un gran éxito para las videoconsolas de la compañía Capcom. Una producción que intenta repetir los “taquillazos” de “Residente evil”, con Paul W.S. Anderson en la dirección y Milla Jovovich de protagonista.
La película se acaba convirtiendo en una especie de híbrido entre “Starship troopers” con “Alien, el octavo pasajero” y un clásico de la serie B ochentera como “Temblores” (todas ellas de más nivel). Una cinta de otros tiempos pasados, no sabemos si necesariamente mejores, sobre gente dura y marcial que sabe sobrevivir merced a un entrenamiento durísimo, un estricto sentido militar y grandes dosis de fuerza. Eso sí, aportando puntos de esta época, otorgando el protagonismo a una sargento de los marines, en la línea de lo que nos han mostrado los Stallone, Schwarzenegger, Chuck Norris u otros tipos duros por el estilo. Al eje femenino se le suma el guiño al mercado asiático con un co-protagonista japonés, junto a alguna secundaria. Por el lado occidental aparece un envejecido Ron Perlman, del que no hablábamos desde el estreno de «Asher».
Un largometraje que gustará a los seguidores de este tipo de cintas aunque la saga que sirve de espejo ha sido criticada por activa y pasiva (no podemos estar más de acuerdo con las reflexiones de nuestro compañero Luis Cifer). Acción a toda velocidad, cámara lenta “marca de la casa”, similar a las utilizadas por Michael Bay, criaturas desagradables que fuerzan secuencias cercanas al gore, lo que convierte a “Monster hunter” en una especie de “Residente evil” con insectos gigantes y con banda sonora a sintetizador de Paul Haslinger.
Una co- producción entre Estados Unidos, China y Japón, símbolo de estos tiempos globalizados donde lo de menos es el guion del propio Anderson, un catálogo de todos los “lugares comunes” de este tipo de cine, más orientado hacia una puesta en escena efectista, basada en los efectos especiales y de sonido por encima de situaciones, interpretaciones y reposo. En especial, recordamos una secuencia de pelea, absurda y sin sentido entre los dos supervivientes que, a pesar, de tener claro que tienen que unir sus fuerzas para luchar contra un enemigo común, voraz, numeroso y más fuerte, gastan sus energías en una antológica lucha por nada que a punto está de finalizar con uno de los contendientes devorado por la “colmena”. Tan lamentable como aquella de “Están vivos”, donde los dos amigos empezaban a golpearse por colocarse unas gafas que permitían ver los mensajes subliminales de los extraterrestres, aunque hay que reconocer que el filme de John Carpenter era bastante mejor que este “Monster hunter”.
Otra “muesca” más en el revólver de Paul W.S. Anderson, alguien que no me suele gustar ni en sus aciertos de taquilla como los “Residente evil” o la nefasta «Pompeya» o en sus descalabros como “Soldier” o “Death race” que forman parte de la lista de “box office bombs” o mayores fracasos de la historia del cine. Grandes producciones que han arruinado estudios como “La puerta del cielo” de Cimino que acabó con United Artist o “La isla de las cabezas cortadas”, con el matrimonio de Renny Harlim y Geena Davis, como director y estrella que finiquitó Carolco. De momento, Anderson no llega a esos extremos.
0 comentarios