“El descubrimiento de las brujas” fue una serie estrenada en el 2018, un híbrido de drama romántico con atmósfera fantástica, en una Universidad de Oxford donde conviven, sin saberlo, los humanas con vampiros, brujas y demonios. Una mezcla para un público más adulto de grandes sagas literarias como pudieran ser Harry Potter o Crepúsculo. De hecho, se basa en una trilogía escrita por Deborah Harkness, que debemos reconocer que no hemos leído por lo que no opinaremos sobre si es más o menos fiel a las novelas.
Tras el amor, sobre todas las cosas, de la bruja y el vampiro protagonistas, en esta ocasión deben viajar al pasado para intentar conseguir el extraño libro de alquimia que desencadenó los acontecimientos de la primera entrega. En concreto, a finales del siglo XVI donde transcurre la trama principal, alternando hechos ficticios con algunos personajes reales como la reina Elizabeth I. La sub-trama paralela nos lleva al presente, donde por un lado hay un vampiro desconocido matando personas y por otro lado hay una unión entre los jefes brujo y vampiro para urdir un “complot” y, por otro lado, no aceptar el nacimiento de una nueva criatura hijo de bruja y demonio.
Los episodios se suceden de forma irregular, algunos más interesantes que otros, pero como sucedía en la temporada inicial la sensación de absurdo se apodera pronto de los personajes que empiezan a realizar cosas impensables y fuera de toda lógica. Todo con la moraleja de que en el fondo todos somos iguales y debemos olvidar nuestras diferencias, nuestros odios ancestrales y unirnos en una comunión entre iguales. Moralina que bajo ese prisma fantástico suelen ofrecer estas sagas juveniles, pues, por ejemplo, “Crepúsculo” se convertía en un discurso religioso, conservador y anti abortista. Aquí, no es descartable que un embarazo complejo de la capacidad de elección a la madre pero se verá en el futuro. Más claro, es la idea antirracista que subyace en “El descubrimiento de las brujas”, por lo que el caleidoscopio de razas no desentona aunque los malvados todos sean blancos. Los guiones n son la panacea pero tampoco aburren en demasía.
En la dirección sí hemos notado un pequeño bajón, pues las realizaciones de la inicial eran algo superiores que las de esta, tanto en Oxford como en Venecia y la parte en el pasado no termina de convencer, sobre todo en los interiores. La pareja protagonista sigue encabezada por el eficiente Mathew Goode, un convincente actor, con un físico que le permite desde ambiguos personajes como en “Stoker” o memorables seriales de época como “Downton Abbey” o «The crown», acompañado de la inexpresiva Teresa Palmer, una actriz fría e hiératica que no soporta la comparación interpretativa, junto a una pléyade de secundarios donde hay relaciones tan delirantes como la de un hijo vampiro con una humana, que la verdad sea dicha “no hay por donde cogerla”.
En suma, “El descubrimiento de las brujas” es un entretenimiento menor, donde en cuanto se rasca un poco en la superficie se le notan todas las costuras a la serie pero si no se es demasiado exigente y se olvidan los mil sinsentidos se puede pasar un rato agradable. Uno de ellos es con una de las criaturas, pues podemos ver las características de demonios y brujas pero ¿qué es lo extraordinario que hace los demonios? Seguro que en futuras ediciones podremos saberlo.
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