Ya asentada en el catálogo de Netflix, nos llega ahora como regalo de año nuevo la tercera entrega de “Cobra Kai”, de cuyas anteriores temporadas hablamos a final del pasado verano, con un final espectacular con una pelea multitudinaria en el instituto y una tragedia, que pronto solucionan en los primeros episodios, que para algo es un producto pensado para todos los públicos.
La serie sigue funcionando con sus virtudes y defectos, con capítulos de una media hora de duración a ritmo vertiginoso y donde sucede todo a gran velocidad. Quizás demasiada. Y ese sea uno de sus principales “hándicap”, pues se entremezclan demasiadas historias paralelas que, sabemos, que en algún momento se cruzaran. Eso sí, verosimilitud ninguna pues los guiones tienen mil y una lagunas de coherencia interna, pues, por poner un ejemplo, en esa escuela convertida en la isla de “1999, rescate en Nueva York”, ningún padre para la actitud de sus hijos y sus antagonistas o ¿cuántos años tiene el “sensei” Kreese?, si combatió en los sesenta en la Guerra de Vietnam. El caso es que, en el fondo, da exactamente igual este delirio argumental y así podemos acabar por creernos toda la delirante parte de Daniel en Japón o que los chicos entren y salgan de los reformatorios y a todos les de igual. Lo que se busca, como sucedía en las dos primeras partes es el “revival” ochentero, recordar una época donde los progenitores fueron felices y los hijos descubren y anhelan haber vivido. Sólo hay que encender la televisión y comprobar la cantidad de programas que hacen de la nostalgia del pasado su punto fuerte.
Y en eso “Cobra Kai” destaca, siguiendo manteniendo la esencia musical de aquella década, con su impresionante “hard rock”, donde, incluso, en una inenarrable secuencia, uno de los protagonistas termina de curar su parálisis en un concierto de Dee Snider, a ritmo de “I wanna rock”. El vocalista de Twisted Sister no es el único gesto al pasado, pues entre el reparto y en lo que entonces se llamaban “apariciones estelares”, podemos ver en pantalla a algún miembro de “Cobra Kai” (que ya se vio antes), parte del reparto de “Karate Kid II” y, sobre todo, a Elizabeth Shue, quien parece que quiere “reverdecer viejos laureles” (no olvidemos que llegó a ser nominada al Oscar en los noventa por “Leaving Las Vegas” y encabezar repartos de superproducciones) en la televisión, pues también tenía un personaje importante en «The boys».
Sin embargo, el peso sigue recayendo en Ralph Macchio y William Zabka, a los que se les une el John Kreese de Martin Kove, otro actor que tuvo unos cuantos villanos legendarios, pues a parte de ser el “malo” de “Karate Kid”, también lo fue en “Rambo: Acorralado II”, aunque como Macchio su estrella fue efímera y decayó rápido. En este “Cobra Kai 3”, los tres intentan dotar al argumento de una historia algo más adulta, LaRusso con problemas laborales, Kreese con un trauma de la guerra que combatió y Lawrence con sus problemas con su hijo, con el alcohol y el sentimiento de responsabilidad del accidente de su pupilo. Todo esto se suma al escenario escolar donde el karate se convierte en la herramienta para evitar el abuso y combatir a los matones que crean el terror en el instituto, en muchos casos de forma delictiva, destrozando la propiedad privada, robando y llegando al allanamiento en casa habitada. Por suerte, esos comportamientos no acaban como sucedería en la vida real, con juicios, denuncias y vidas truncadas, pues “Cobra Kai” no deja de ser un previsible vehículo de entretenimiento, de acción y humor blanco, que transita de menos a más, con unos últimos episodios que nos dejan a la espera de la cuarta temporada que promete más épica, pues la tercera prefiere situarse en más de un momento en el territorio del nostálgico pasado.
Decepción es la palabra. Han alargado en demasía las tramas y esta tercera temporada se hace incluso aburrida y previsible. Todo el arco e la visita a Okinawa no aporta nada y aburre, tampoco lo de Vietnam aporta nada de interés. por no hablar de personajes que cambian de bando sin ton ni son. Ya se le empiezan a ver demasiadas costuras a una serie que debería haber acabado en su segunda temporada.
Sí, se ha convertido en un entretenimiento ligero donde juegan la baza de la nostalgia por encima de la trama. Y te doy la razón, en que algunas historias paralelas fallan.