Mi intención era utilizar la palabra popularidad pero una rápida acción de reflejos me hace reflexionar sobre el significado de dicha palabra en estos tiempos. El conocimiento no siempre va emparejado al reconocimiento, ni mucho menos a la popularidad. Internet como herramienta para mostrar al mundo tu trabajo es una amplia autopista que te permite tomar distintos ramales con los que llegar a diferentes destinos con una inusitada facilidad. Pero también son tantos los que se presentan a tu puerta que al final observas demasiados trenes pasar de largo sin decidirte en cual de ellos centrar tu atención con la eterna duda si dejaste escapar el correcto. Por eso prefiero hablar del buen momento que vive el rock andaluz y no de una popularidad que seguramente esté más cerca de ser una quimera que una realidad. El rock andaluz, enemigo de la ortodoxia a pesar de lo que alguno pueda pensar o de lo que pueda parecer en su capa exterior. Así fue desde el principio de los tiempos en su historia, así sigue siendo en la actualidad. Un amplio espectro que abarca una serie de bandas con una raíz común pero que la desarrollan en distintos ámbitos sonoros, abarcando un amplio abanico con un denominador común. Una de esas bandas es Saedín, representantes del lado más clásico del rock andaluz especialmente de su faceta más arrimada a la trinchera del hard rock clásico, donde tendiendo un puente construido basándonos en una comparación de fácil asimilación, se pueden alinear al lado por ejemplo de Medina Azahara.
Los granadinos presentan lanzan su nuevo álbum, «Entre ríos» con una sobria y a la vez significativa portada en la que evocan ese conjunto de fuerzas que representa su música. «Castillo rojo» como claro ejemplo de lo que Saedín nos presenta. Un viaje a través de su letra por las calles de Granada sobre una base sinfónica en la que los teclados cobran importancia trasladando ecos flamencos en lucha con el riff que representa la fuerza rockera de la música de Saedín y la voz de Ángela Mesbailer como hilo conductor. La contundente batería de «Ni una menos» confiere una fuerza descomunal a una desgraciadamente actual letra sobre una lacra que no conseguimos erradicar. Los teclados de Zoraida Vidal, omnipresentes durante toda la grabación se baten en duelo con el riff de Juanjo Mesbailer y la contundencia rítmica que aportan Antonio Ortiz al bajo y Carlos Calvente a la batería en «Corazon nazarí», acelerando y desacelerando la canción con maestría y mostrando el poder de la voz de Ángela, quien por cierto a capella nos introduce en la canción que da nombre al disco «Entre ríos», que adopta esquemas más clásicos del hard rock, de nuevo llevándonos con letra de paseo por su Granada, una de las ciudades más bellas de este universo nuestro.
Siguiendo el mismo sendero que la anterior, suena «La alianza», desarrollando ese hard sinfónico en el que tan cómoda parece sentirse la banda. «Mala hierba» tiene un plus de fuerza añadida gracias a la línea de voz que marca el ritmo muy bien arropada por un excelente – durante todo el disco – trabajo de la banda. Las influencias moras de la ciudad nazarí se hacen presentes en «Déjame cuidarte», donde el registro vocal adopta aún más un tono propio luciendo en ese intermedio en el que brilla con luz propia, mientras los teclados van dibujando un sensacional viaje. El duelo teclado/guitarras se hace omnipresente durante todo el disco como punto de convergencia de dos mundos distintos que fluyen como afluentes de un mismo río al que llevan sus aguas. «Al amanecer» acelera el ritmo presumiendo de fuerza a la vez que sus cambios de ritmo enriquecen el registro. Cierra el disco «Reina y Rey» entre ecos progresivos. Fantástico disco el de Saedín, conjugando melodía y fuerza.
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