Más de cincuenta años de carrera y veinte discos a sus espaldas, independientemente de los múltiples cambios en el seno, hacen que esta última formación, sin cambios desde el 2002 y con cuatro discos lanzados, vaya camino a convertirse en una de las más estables, aunque sobre sus hombros siempre van a tener que soportar que los Deep Purple que tienen su lugar reservado en el Olimpo de los más grandes, y por los que van a ser recordados por generaciones pasadas, por mucho que tres de los miembros actuales estuvieran al lado de ellos, los grandes himnos que cualquier asistente a uno de sus conciertos quiera encontrar en el set list de la noche, todos pertenezcan a décadas pasadas.
También tienen que soportar que en esta casa, y no creo que sea la única, para sumergirnos en un disco que verá la luz el próximo viernes, y en vez de empezar por la grandeza de que estos tipos sigan teniendo ganas de meterse una y otra vez en el estudio y no hacer lo que se suele hacer en estos casos que no es otra cosas que girar y girar y a peñón fijo, con el piloto automático encendido, limitarse a repetir hasta la saciedad esas canciones pertenecientes a otras décadas para felicidad de los fans, y acto seguido pasar a cobrar el cheque y a seguir manteniendo la rueda del hamster, se tenga que incluir una intro como el párrafo anterior.
No, estos tipos siguen empeñados en seguir creando y apostando, y si bien saben perfectamente que va a ser difícil que consigan volver sorprender en una sociedad que se ha transformado y nada, absolutamente nada, tiene que ver con ese espíritu que mantenía los sentimientos en constante ebullición, ellos siguen empeñados en ir a contracorriente y seguir transitando las cada vez más complicadas sendas del Rock.
Este Whoosh!, del que en las últimas semanas el grupo, bajo la hábil batuta de Bob Ezrin, nos ha ido presentando varios de los temas que lo componen, vuelve a recordarnos lo que ya quedó claro en los anteriores trabajos de la formación, y es que la dupla Don Airey y Steve Morse, como en su momento hicieran otras duplas legendarias en anteriores Mk, son las que han tomado el timón de la nave, dos virtuosos a los que les importa un bledo que una y otra vez se les compare con esos dos nombres que todos los que han llegado hasta aquí tienen in mente. Ellos son Don y Steve, dos tipos con personalidad propia y que, evidentemente siguiendo el libro de estilo de la banda, de principio a fin de los trece temas que componen este nuevo trabajo, dejan bien claro que ya no puede existir unos Purple sin ellos.
Whoosh!, por mucho que le pueda costar de entender a aquellos que les siguen negando la sal, tiene esos momentos de grandeza, que en estos tiempos actuales, tan alejados de esa grandeza de décadas anteriores, no son tan fáciles de encontrar. Así, tras el ya conocido «Throw My Bones», no es por casualidad que este sea el tema encargado de abrir el tema, con un inicio en el que antes de que la dupla se encargue de mostrarnos el camino que va a tomar el disco, le dan todo el protagonismo inicial a un Gillan que, a su aire, y es que, cosas lógicas de la edad, ya no se encuentra en su época dorada, vuelve a recordarnos que en su momento tuvo su lugar en la mesa de los mejores vocalistas del rock. «Drop the weapon», sigue la estela del camino marcado y la tónica se mantiene, junto a las apariciones y descansos de Gillan, son Airey y Morse los que se ensalzan en un duelo musical de altos vuelos, dos músicos en mayúsculas que sin estridencias elevan la nave por caminos reservados a los elegidos.» We’re All the Same in the Dark», es un magnifico viaje en el tiempo donde los Purple parecen plantarse a finales de los setenta con un tema que tiene ese aroma clásico de los Purple. La ya conocida, por ser uno de los adelantos dados a concoer, «Nothing at All», sin duda un tema encaminado a convertirse en uno de los hits que pudieran marcar este nuevo trabajo, donde el grupo se nos muestra más terrenal, pero ese aura, de nuevo de la mano de la mencionada dupla, sin dejar de transitar por sendas más accesibles, se encarga de dotarle ese punto de excelencia.
No hemos llegado al ecuador de disco y el disco sigue moviéndose por la banda alta, pero la fiesta no ha terminado, y para ello el grupo hace un giro de guión y nos llega la magnífica «What the Waht» con un magnifico Gillan comandado las hostilidades mientras el grupo gira a su alrededor perfectamente engrasado con la dupla perfectamente integrada dejando los momentos de lucidez a sus compañeros, que si antes no hemos mencionado es debido a que ellos se dedican a hacer lo que llevan años haciendo, que no es otra cosa que mantener el motor a las revoluciones necesarias. Y es que a estas alturas poco hay que decir de una base rítmica formada por Glover y Paice, dos tipos que han estado en el Olimpo. Le sigue «The Long Way Round», con riff inicial que me ha recordado en exceso a los Zep del 70, aunque, posiblemente no sea más que figuraciones mías…
Acabo de darme cuenta que ya voy por las 900 palabras, por lo que será cuestión de ir acabando. Aunque si he llegado a este número, sin todavía haber hablado de «And the Addres», uno de los momentos álgidos del disco, no se la pierdan… ,o de la ya conocida «Man Alive», o de cualquier otra que haya quedado en el tintero, es que no hay duda de que estoy disfrutando escribiendo esta reseña mientras de fondo suena este magnifico Whoosh!
Vale, sí, yo en su momento pasé por caja y adquirí el Machine, el Japan, el Strangers, el Burn… pero eran otros tiempos y estos ya no van a volver, y ahora toca centrarse en este 2020… y no creo que hayan muchos discos que musicalmente a final de año estén a la altura de este Whoosh!
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