Marielle Heller se dio a conocer para el gran público con su anterior largometraje «¿Podrás perdonarme algún día?», una sensible historia sobre perdedores donde destacaba un solvente guion y unas destacadas interpretaciones. Con “Un amigo extraordinario” repite “libreto” lleno de sensibilidad y buen hacer y actores que bordan su papel (de hecho Tom Hanks volvió a ser nominado al Oscar diecinueve años después de la última vez por “Naufrago” de Robert Zemeckis). Eso sí, deja a personajes desplazados por la sociedad por otra problemática de índole interno, pues los diferentes roles son profesionales reputados en sus diferentes trabajos.
Todo gira en torno a un periodista, de esos llamados inquisitivos, entendemos que de prestigio, casado con una maravillosa mujer y que ha sido padre hace poco. Un hombre que debería ser feliz pero que vive amargado por un trauma no superado con sus progenitores, agravado por la aparición del ausente padre en la boda de su hermana. Gracias a un reportaje para su medio, entabla contacto con Fred Rogers, toda una institución en Estados Unidos por sus dotes de educador presentando un famoso programa infantil. El carácter afable y los buenos consejos de Rogers harán cambiar al misántropo Lloyd Vogel, tanto en sus relaciones con los demás como consigo mismo. Todo escrito con tino y un sentido narrativo digno de encomio que se debe a Micah Fitzerman- Blue y Noah Harpster, que se basan libremente en un artículo, sobre el caso real de Rogers y Vogel. A pesar de la carga de bondad inherente al relato, el metraje (más de hora y tres cuartos) no resulta edulcorado, lo que se agradece pues no es labor sencilla hablar de personas casi con un halo de santidad sin caer en la repulsión que genera en el espectador el exceso de azúcar y almíbar con el que suelen se tratadas este tipo de producciones. Sólo por eso, merece la pena este “A beatiful day in the neighborhood”, un título que hubiese sido mejor literal como “Un buen día en el vecindario” que ese “Un amigo extraordinario” que le han colocado en España.
Marielle Heller plasma con ritmo su puesta en escena, con algún original planteamiento como que los exteriores sean maquetas similares a las del programa infantil de Rogers, aunque como sucedía en la anterior no arriesga con las secuencias y planos, una dirección académica, pulcra y aseada pero más interesada por el argumento y la dirección de actores que por lo visual. Un capítulo, el interpretativo, donde todo el reparto está estupendo, con un Chris Cooper maravilloso y un descubrimiento como Mathew Rhys, que consigue que su Lloyd Vogel nos resulte del todo humano aunque acaben eclipsados por un excelso Tom Hanks, que ha vuelto a crear otro personaje inolvidable, con cada gesto, inflexión de voz y cada movimiento. En ese punto sí que destaca Heller sacando lo mejor de cada uno. Sólo por eso, se perdonan sus defectos de realización, con su mediocre fotografía y algunas secuencias que “chirrían” como el sueño dentro del programa de un Vogel que acaba viendo a todas las personas que son importantes en su vida. Su talante positivo hace que veamos la cinta con agrado y pasemos un rato divertido, evadiéndonos de nuestra rutina, del mal que nos asola e intentando que reflexionemos para ser mejores personas y entendamos que bajo la bajo la capa de cinismo de cierta gente se esconde una máscara de traumas no solventados. Como leía hace poco en un hospital que comparte las pruebas de Rayos X con las resonancias, entre ellas las oncológicas: “No se indigne con los otros, usted no sabe por el infierno que está pasando”.
Decía un antiguo crítico de cine que existen películas buenas, regulares, malas y…bonitas. Pues “Un amigo extraordinario” es de estas últimas. De las bonitas.
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