Llevo días con algo en la cabeza. Algo que no sé muy bien lo que es. Puede, incluso, que no llegue a saberlo nunca.
En un primer momento, creí que era todo ese cúmulo de sensaciones que a finales de agosto siempre vuelven. El reinicio. Volver a empezar en la casilla de salida que ya conocemos y encarar un nuevo ciclo. Uno que siempre pensamos que es distinto y que, a medida que lo vamos recorriendo lo sentimos igual. Pero, al final, aunque no deja de ser el mismo, siempre le vemos algo distinto.
Después he pensado que no. Que no era eso. Que lo que barruntaba era la lucha contra el primer paso. Todo el esfuerzo que conlleva volver a ponernos en funcionamiento tras un dilatado descanso. Ese día 0. Un día lleno de expectativas y casi vacío de realidad. Pero el fallo es nuestro. El día 0 es en el que lo más pequeño hace que la cifra cambie. Y entonces nos damos cuenta de que entre 0 y 0,1 hay galaxias de distancia.
Pero, quién sabe. Quizá todo eso no era eso. Sino que siempre era y ha sido siempre esto. Esto que has leído y que ya se acaba. Esto o eso que ya fue.
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